martes, 28 de junio de 2005

El Efecto estadístico

Hace 40 años me recibía en su casa de Oxford don Salvador de Madariaga. Casualmente, aquella tarde el gran liberal entregaba a la que luego se convertiría en su mujer, Emilia Skezely, el manuscrito de un prólogo al libro de un rumano huido del telón de acero. Al extenderme la mano, don Salvador me dijo paternal: "Los asturianos son los más europeos entre los españoles", razonamiento que ya había desarrollado de forma prolija, literaria y audaz. Aquella divisa y la autoridad de quien me la infundía pasó a sustituir otros tópicos que nunca arraigaron como el archiconocido: "Asturias es España, y lo demás, tierra conquistada".
Lo cierto es que me acuerdo de Madariaga casi todas las semanas cuando aterrizo en Bruselas. No obstante, mi fe europeísta, y pienso que la de muchos de mis paisanos, se pone ahora a dura prueba desde que el señor Juncker, primer ministro de Luxemburgo, difundiera el documento 8292 / 05 por el que Asturias y otras cinco pequeñas regiones ( Basilicata, Algarve, Murcia, Melilla y Ceuta), sin motivo alguno que lo justifique, pudieran padecer más que el resto de las europeas los rigores de la ampliación a los países del Este.
Me explico. En el periodo 2000/2006, las regiones citadas disfrutaron la consideración de ser Objetivo 1 en las ayudas para la convergencia europea, dada su débil posición en la escala del PIB comunitario. Ahora, para el siguiente periodo, al haber entrado en la Unión Europea diez países más pobres y la próxima incorporación de otros dos, se produjo un aumento virtual o estadístico de nuestro PIB que nos expulsa de ese objetivo prioritario. Consciente de la injusticia del problema, la Comisión Europea tenía prevista una salida armónica y gradual que no era una maravilla, pero que paliaba las consecuencias más dramáticas de la nueva situación y debería satisfacer a los países contribuyentes netos.
Y en esto llegó el documento luxemburgués, que, con el ánimo de apaciguar a las partes, hace, como ha denunciado el secretario de Estado Alberto Navarro, una clara discriminación en la propia clasificación de las regiones del efecto estadístico. Así, Brademburgo, Luneburgo, Leipzig y Halle de Alemania; las Macedonia Central y Occidental y Ática de Grecia, y Burgenlad, de Austria, resuelven con una simbólica rebaja su dignidad y se nos carga aún más la mano a las regiones españolas con el acompañamiento de una italiana y una portuguesa. Se exceptúa al 76% de los afectados y se margina hasta lo increíble a tres millones de habitantes europeos, entre los que están más de dos millones de españoles). Esto no puede, o no debería, suceder en una Unión presidida por el derecho y la racionalidad.
Asturias ha sufrido una bien conocida reconversión industrial y minera y una adaptación terrible en la agricultura, con una discutible limitación al derecho a trabajar. No es de recibo, pues, que tras haber cumplido los criterios de convergencia, abierto nuestro mercado, sacrificadas nuestras potencialidades, se recorten de forma drástica derechos por mera estadística, que no corresponden al crecimiento real, y además se discrimine a algunos caprichosamente.
Juncker, cuyos primeros pasos al frente del Consejo aplaudimos muchos expresamente, así como toda su trayectoria política, está a punto de dar un lacerante traspié. Sé que es un político que admira, como yo, a Madariaga, pero en su posición parece más próximo a algún autor rumano cuyo manuscrito tuve cerca aquella tarde en Oxford. No sé cuál era exactamente su nombre, pero, como quiera que Rumania, con un problemático ingreso en la Unión, se reclama constantemente del europeísmo de Ionesco y de Ciorán, es decir, del teatro del absurdo y de la filosofía fatalista, prefiero seguir reivindicando a Madariaga y su optimismo. Esté seguro el señor Juncker y el resto del Consejo del europeísmo leal de la tierra asturiana, pero también del alto sentido de la justicia que anida en nosotros. En eso, señor primer ministro de Luxemburgo, somos intransigentes.

Artículo publicado en El Pais el Viernes 20 de Mayo de 2005

lunes, 27 de junio de 2005

Corresponsales de lujo

Los cambios políticos suelen ser motivo de esperanza pues corresponden a una voluntad expresada en las urnas. Todo entra en la lógica de la alternancia y la renovación. Es más infrecuente que las instituciones se resientan por la marcha de unos periodistas.

Carlos Yarnoz y Gabriela Cañas, de El País, cumplen ahora cinco años en Bru-bru, como llamaba, siempre festivo, a esta ciudad Cabrera Infante. Ese lustro era el compromiso con su empresa por lo que regresan a Madrid, en compañía de sus hijos, Mikel y Pablo.

Elena Valenciano, Barón, Menéndez del Valle y otros que tienen experiencia parlamentaria, me resaltaban cómo el ambiente comunitario de la comunicación se duele de estas próximas ausencias.

El principal patrimonio de un diario es la credibilidad. En mis muchos años de seguimiento de prensa, he podido apreciar el abismo entre algunos medios, sobre todo cuando informadores ocasionales no se compadecen con la verdad. Carlos y Gaby han escrito casi todos los días varias columnas que son modélicas de ponderada sensatez. No lo digo simplemente por la calidad y prestigio de un medio concreto pues en Oriente Próximo me encontré, por ejemplo, que ABC es imprescindible hoja de ruta y, en otras latitudes, sobresale, entre los cotidianos españoles, La Vanguardia. Aquí, en Bruselas, Luis de Benito, Bernardo de Miguel, Griselda Pastor, Eliseo Oliveras... son también corresponsales de lujo.

Yarnoz y Cañas pertenecen a esa pléyade de escritores de sobriedad efectista en la línea de Camba, precursor reconocido, lo que no les impide abrir, en ocasiones memorables, a cinco columnas la primera de su periódico. Son lo que Delibes ha llamado “escritores en estiaje” (poco agua, pero transparente).

A Carlos lo han confundido por la calle en alguna ocasión con el egipcio Omar Shariff y a Gaby con varias actrices encantadoras (Kidman, una de ellas) pero lo que han exhibido sin trampa es profesionalidad periodística a raudales. Les irá bien dondequiera que vayan.

martes, 21 de junio de 2005

Ablación

Ya he tratado, en otras ocasiones, de la diputada liberal Emma Bonino, Premio Príncipe de Asturias de 1998.

La actividad de Emma se centra ahora en el continente africano. De hecho, ha trasladado su domicilio a El Cairo para estar con la suerte de las mujeres de la otra ribera mediterránea.

Emma y otras diputadas, Jana Hybaskova (checa, la primera mujer en dirigir una embajada en Kuwait) y Ana Zaborska, médico eslovaca, han organizado en el Parlamento Europeo una conferencia sobre la ablación del clítoris.

Se trata de una práctica preislámica extendida en África Central (llegan a padecerla el 90% de las mujeres de Malí, Sudán y Somalia). Consiste en la amputación del clítoris, como forma de garantizar al macho que, con la eliminación del placer femenino, la mujer llegue virgen al matrimonio y se frene luego el adulterio. La mayoría de estas operaciones se practican sin anestesia por curanderos y conllevan un alto índice de mortalidad, diversas patologías o traumas psicológicos.

La asociación NPWJ ("No Peace Without Justice", No hay paz sin justicia) ha diseñado una estrategia que no se limita a promover la prohibición sino también a combatir las condiciones económicas y sociales que la favorecen. Una participante, por ejemplo, aseguraba que se fuerza a muchas mujeres africanas que viven en Europa la participación en ablaciones de otras emigrantes. Hay también quien recordaba que antiguas curanderas de Mali habían vuelto a su siniestra tarea por falta de otros medios de subsistencia.

Aquí, en Bruselas, hay parlamentarios que consideran su acción no circunscrita exclusivamente al ámbito de nuestro continente.

lunes, 13 de junio de 2005

El abate Pierre

El abate Pierre, de la orden capuchina, es el fundador del movimiento "Emaús" que lucha por la dignidad del alojamiento. El nombre viene del pueblo palestino en el que, según San Lucas, se habría aparecido Jesús, resucitado, con la consiguiente esperanza recobrada para sus discípulos.

La labor del Abate ha sido extraordinaria. Es una de las personalidades más populares y queridas de Francia, en cuya Asamblea Nacional fue diputado tras la liberación de los nazis, contra los que fue héroe resistente. Su trabajo ha fecundado por todo el mundo.

Tiene noventa y cinco años pero no se quedará jamás parado. En esa convicción y esa tenacidad se parece a Juan Pablo II.

Hace unas semanas los hermanos de Emaús celebraron su encuentro anual en París y el Padre Pierre les pidió que le acompañaran a saludar al Parlamento Europeo. Le parecía un gesto que sabríamos interpretar tras algún ataque improcedente. Fue recibido con muestras de entusiasmo y de afecto por dos centenares de personas. No obstante, durante el acto, hábil, irónico e inteligente siempre, se interrumpió a sí mismo y dijo: "Esto está lleno, mi vista cansada, pero quisiera que levantaran la mano los que realmente son diputados europeos". Con rubor lo hicimos cuatro solamente: el belga Marc Tarabella, el portugués Miguel Portas, y los españoles Miguel Ángel Martínez y yo.

-Bueno, puesto que son apenas cuatro, cinco, pues me recibe en un momento el Presidente, transmítanles a los demás que les hemos querido saludar, respetar su trabajo y llamarles un momento la atención sobre las condiciones de alojamiento de millones de seres humanos(…)La Iglesia no debe meterse en política apoyando al poder social y económico. El constantinismo fue un grave error; simplemente se ha de seguir la doctrina de Jesús. Hay que estar con los pobres. Les pido que sigan trabajando por la Paz.

Y se fue de aquí, de Bruselas, infundiendo optimismo y autoridad y carisma moral.

lunes, 6 de junio de 2005

Raul Rivero

Una vez más Castro condena al desamparo a la población cubana. Tras el desastre provocado por el último huracán que ha azotado la isla, Castro se ha aprestado a declarar que no aceptará ayuda norteamericana ni europea.

La política de la Unión Europea con respecto a Cuba puede parecer confusa cuando no errática. Mi compañero Obiols suele poner un símil aclarador: sería como una partida de ajedrez de veinticinco contra uno. Ese uno es Castro, con un objetivo muy preciso, el mantenimiento de su régimen. Los veinticinco son los miembros de la Unión, de acuerdo en la estrategia pero disintiendo muchas veces en la práctica. A veces se sienten demasiado atraídos por el efectismo de una jugada y pueden llegar a perder de vista el objetivo último: una Cuba libre al tiempo que independiente. Para ilustrarnos sobre las complicaciones de la partida, Raúl Rivero visitó recientemente el Parlamento Europeo acompañado por la Responsable de Relaciones Exteriores del PSOE, Trinidad Jiménez, que tanto influyó en su salida de prisión. Rivero agradeció en primer lugar la sensibilidad que los socialistas europeos muestran con respecto a Cuba y la preocupación de éstos por la falta de democracia y por la violación de los derechos humanos que se produce en la dictadura castrista.

Raúl Rivero se mostró muy moderado en sus declaraciones. Defendió el papel que puede jugar en la transición la oposición interna al régimen. Se mostró preocupado por el deterioro permanente de la situación interna, por la imperiosa necesidad de modernización económica y social de la isla y rechazó frontalmente el embargo, al que calificó de torpe, inútil e indignante.

El intelectual cubano dio un ejemplo muy pertinente: no se puede enseñar a la población a leer para después prohibirle los libros. El mismo fue acusado por el régimen de la posesión de una biblioteca con libros subversivos. ¡De qué serviría la lectura si no nos animara, al menos, a cambiar el mundo!

Pidió el mantenimiento de las embajadas extranjeras en Cuba, pues favorecen el diálogo y permiten al pueblo cubano comunicarse con el mundo. Defendió una posición de apertura constructiva de diálogo como la mejor fórmula para evitar que el régimen se endurezca aún más y conseguir así ventajas para la población.

Así se ven las cosas aquí, en Bruselas. Muchos cubanos de bien nos están ayudando a tener una política europea con respecto a Cuba en la que primen los fines y no los medios.

Ulises

En esta crisis, con la mayor parte del electorado francés intentando devorar a su hija bien amada, el inglés afincado en su crónico escepticismo y el holandés en plena andadura del cangrejo, hay gentes de bien que siguen aportando ideas para la convivencia y el progreso en comunidad. Uno es Luis Yáñez, político bien conocido, que está luchando denodadamente porque aquella iniciativa de Joaquín Almunia, en su tiempo de Ministro de Trabajo, de mover por toda la piel de toro y sus islas a la tercera edad, se haga europea.

Los resultados fueron -siguen siendo- espectaculares. Cientos de miles de parejas del INSERSO se han aprovechado de unas estancias que les han dignificado. La oferta pública, gestionada por innumerables operadores privados, ha cubierto objetivos de ocio y turismo, pero también económicos y hasta sanitarios. Sí sanitarios, pues el dato que ahora maneja el Parlamento Europeo, es que el programa ha conllevado la disminución de enfermedades y del uso de fármacos.

Yáñez y la también eurodiputada Inés Ayala plantean, aquí en Bruselas, que esa exitosa experiencia rompa fronteras, incorporando los servicios de toda Europa; a su vez los españoles viajarían lejos si les interesa. Ganan con ello los países del Sur.

Como ya ocurriera con la aventura de Almunia, también han surgido escépticos y aguafiestas que acabarán doblando ante las ventajas del sistema, que da calidad y que, incluso, supone un buen ahorro para las cuentas públicas y el paro estacional.

Se fragua el nombre de“Ulises”. Lo que no me convence es que el de Ítaca tardó mucho en alcanzar su destino y no iba acompañado de Penélope.

En fin, un gran reto al que los amigos de la FAMPA serán de los primeros en apuntarse.