Las cifras de muertos en carretera esta Semana Santa y, más aún si cabe el terrible accidente de los scouts gijoneses, nos desmoralizan una vez más. Entre cientos de personas pasé a estampar unas simples firmas de condolencia sentida en el Tanatorio de Cabueñes porque los que tenemos hijos y nietos no podemos dejar de ser solidarios ante un dolor semejante.
A nivel europeo hay un programa de seguridad vial con el objetivo para 2010 de que los muertos no superen los 25 000 por año. La disminución de la mortandad, de un 5% anual entre 2001 y 2005 es insuficiente. Además existen todavía muchas disparidades en el comportamiento de los países de la Unión (50-60 víctimas por millón de habitantes en Holanda, Suecia y Reino Unido frente a los 95 en la media europea y española).
El carné por puntos nos ha de ayudar quizá en la mentalización, como ha ocurrido en los países en que está implantado, así como las propuestas del Parlamento Europeo de recomendación exhaustiva del cinturón, adaptación inteligente de la velocidad (Intelligent Speed Adaptation, ISA), alcolocks (dispositivos antiarranque de vehículos en caso de alcoholemia excesiva), ampliación de las llamadas de emergencia con e-Call para 2009 a los vehículos de pasajeros y a los de transporte de mercancías peligrosas...
Como muy bien dijo Pedro Silva en estas páginas, estamos ante una espiral de cinismo social: "una vela al diablo, para poder desbocarnos, y otra a Dios, para sujetar las riendas. Suprema hipocresía: bastaría con poner limitadores en los vehículos".
En efecto, procedería no comercializar en Europa ningún vehículo capaz de superar una determinada velocidad. Los lobbys alemanes, y ahora sus aliados del Este, vienen oponiéndose sistemáticamente a esta imprescindible medida. Inés Ayala, una tenaz aragonesa, lo sigue, no obstante, proponiendo en la Comisión correspondiente. No debe estar sola en esta lucha. El recuerdo de tantas víctimas no puede olvidarse. Hay que ser consecuentes.
lunes, 24 de abril de 2006
lunes, 17 de abril de 2006
¡ Olvídenos, Mr. Mittal !
"¡Ay, lo que es diversión para los dioses, no siempre lo es para nosotros, pobres mortales!"
Tagore: ¡Te coronamos Rey!
La familia Mittal ha lanzado una ambiciosa OPA sobre Arcelor. Somos muchos los que desconfiamos de esta operación. Para mayor incertidumbre social el empresario no explicita con el detalle preciso compromisos ni garantiza planes que despejen el porvenir. Eso sí, trata de dividir a los trabajadores de los altos hornos de Valonia, en Bélgica, amenazados de cierre, y a alguna comunidad autónoma que forma parte del accionariado con promesas de supuesto nuevo estudio. Todos sabemos que Mittal lo tiene claro antes de empezar la partida de envite, como lo tuvo, triste y aleccionadoramente, en Irlanda y Ucrania. Manifiesta, por tanto, doblez intolerable que, antes o después, se volverá contra su empresa. Quizá sea ya entonces tarde para una Europa cuyo primer peldaño -¡no debería olvidarse!- fue la Comunidad del Carbón y del Acero.
Para el viejo continente no es sólo un problema de pérdida de competencia -que lo es también-, sino de estrategia, de nuestra razón de ser, de nuestro futuro independiente... Al parecer, hay quien llama xenófobos a los que no nos fiamos de los Mittal. ¿En qué quedamos, no nos dicen simultáneamente que Mittal es anglo-holandés? Nada de racismo, al contrario, entre sus detractores: los hay quienes admiramos la irrupción de India en la modernidad con las nuevas tecnologías, pero que no soportamos el trato que los nuevos mandarines de la globalización dan a tantos millones de trabajadores sin salario digno, sin cobertura social, sin ningún respeto al medio ambiente. De esas carencias hay quienes han obtenido las plusvalías para pretender ahora la siderurgia europea.
No podemos quedarnos de brazos cruzados ante los avatares de la industria. Jamás perdonaremos al Sr. Rato que, después de haber gastado tanto dinero público "en los aceros de España", que diría el poeta Celaya, no haya legado tan siquiera un mínimo blindaje para impedir maniobras como la de Mittal Steel. Aún con retraso, no podemos pues conformarnos ante una venta que se hizo, según el prestigioso Tribunal de Cuentas del Reino, por un tercio de su valor. No es de extrañar que el ahora director del FMI se manifieste como uno de los valedores de Mittal, nuevamente contra los intereses de Asturias, su tierra de origen.
El clima europeo se ha enrarecido con los blindajes francés y español contra las OPA italiana y alemana en el sector energético. No son casos fácilmente comparables con la siderurgia; pero sí, en último término, debemos ir abandonando una ingenuidad que no tenga en cuenta la reciprocidad con la actuación de otros y establecer, con todo el riesgo que suponga, unos objetivos estratégicos, cuya defensa como país es ineludible.
He visto desde niño levantarse Ensidesa, pieza vertebral de la siderurgia española. Aquellos barracones, aquella vida de marginación y emigración interior española, aquel ambiente no presagiaban ese ejemplo social en que se ha convertido hoy, donde incluso se albergan los cursos de una universidad de verano y unos clubes deportivos que han dado campeones olímpicos. Al amparo de esta gran empresa también salieron muchos aprovechados en la autarquía pero, el resultado final, con luces y sombras, en más de medio siglo, ha sido su espectacular integración social, precisamente lo que no ha ocurrido en otras muchas plantas donde Mittal ha puesto su pie y su mano.
Algunos grupos están tratando de evitar que esta OPA se debata en el Parlamento Europeo. Quieren reducirla a los informes que haga la Comisión, cuando se trata de una cuestión capital para Europa. La comisaria de Competencia, Neelie Kroes, me ha dicho que "no debe de haber comportamientos sentimentales". Sin embargo, pienso, desde lo más profundo, que el ejemplo a seguir está en la cultura europea, no en este jugador de ventaja que quiere una OPA y a su vez él mismo no cotiza en bolsa alguna.
¡Olvídenos, Mr. Mittal!
Tagore: ¡Te coronamos Rey!
La familia Mittal ha lanzado una ambiciosa OPA sobre Arcelor. Somos muchos los que desconfiamos de esta operación. Para mayor incertidumbre social el empresario no explicita con el detalle preciso compromisos ni garantiza planes que despejen el porvenir. Eso sí, trata de dividir a los trabajadores de los altos hornos de Valonia, en Bélgica, amenazados de cierre, y a alguna comunidad autónoma que forma parte del accionariado con promesas de supuesto nuevo estudio. Todos sabemos que Mittal lo tiene claro antes de empezar la partida de envite, como lo tuvo, triste y aleccionadoramente, en Irlanda y Ucrania. Manifiesta, por tanto, doblez intolerable que, antes o después, se volverá contra su empresa. Quizá sea ya entonces tarde para una Europa cuyo primer peldaño -¡no debería olvidarse!- fue la Comunidad del Carbón y del Acero.
Para el viejo continente no es sólo un problema de pérdida de competencia -que lo es también-, sino de estrategia, de nuestra razón de ser, de nuestro futuro independiente... Al parecer, hay quien llama xenófobos a los que no nos fiamos de los Mittal. ¿En qué quedamos, no nos dicen simultáneamente que Mittal es anglo-holandés? Nada de racismo, al contrario, entre sus detractores: los hay quienes admiramos la irrupción de India en la modernidad con las nuevas tecnologías, pero que no soportamos el trato que los nuevos mandarines de la globalización dan a tantos millones de trabajadores sin salario digno, sin cobertura social, sin ningún respeto al medio ambiente. De esas carencias hay quienes han obtenido las plusvalías para pretender ahora la siderurgia europea.
No podemos quedarnos de brazos cruzados ante los avatares de la industria. Jamás perdonaremos al Sr. Rato que, después de haber gastado tanto dinero público "en los aceros de España", que diría el poeta Celaya, no haya legado tan siquiera un mínimo blindaje para impedir maniobras como la de Mittal Steel. Aún con retraso, no podemos pues conformarnos ante una venta que se hizo, según el prestigioso Tribunal de Cuentas del Reino, por un tercio de su valor. No es de extrañar que el ahora director del FMI se manifieste como uno de los valedores de Mittal, nuevamente contra los intereses de Asturias, su tierra de origen.
El clima europeo se ha enrarecido con los blindajes francés y español contra las OPA italiana y alemana en el sector energético. No son casos fácilmente comparables con la siderurgia; pero sí, en último término, debemos ir abandonando una ingenuidad que no tenga en cuenta la reciprocidad con la actuación de otros y establecer, con todo el riesgo que suponga, unos objetivos estratégicos, cuya defensa como país es ineludible.
He visto desde niño levantarse Ensidesa, pieza vertebral de la siderurgia española. Aquellos barracones, aquella vida de marginación y emigración interior española, aquel ambiente no presagiaban ese ejemplo social en que se ha convertido hoy, donde incluso se albergan los cursos de una universidad de verano y unos clubes deportivos que han dado campeones olímpicos. Al amparo de esta gran empresa también salieron muchos aprovechados en la autarquía pero, el resultado final, con luces y sombras, en más de medio siglo, ha sido su espectacular integración social, precisamente lo que no ha ocurrido en otras muchas plantas donde Mittal ha puesto su pie y su mano.
Algunos grupos están tratando de evitar que esta OPA se debata en el Parlamento Europeo. Quieren reducirla a los informes que haga la Comisión, cuando se trata de una cuestión capital para Europa. La comisaria de Competencia, Neelie Kroes, me ha dicho que "no debe de haber comportamientos sentimentales". Sin embargo, pienso, desde lo más profundo, que el ejemplo a seguir está en la cultura europea, no en este jugador de ventaja que quiere una OPA y a su vez él mismo no cotiza en bolsa alguna.
¡Olvídenos, Mr. Mittal!
España y Portugal
Con motivo de los veinte años de la entrada de España y Portugal en Europa, se está celebrando, aquí en Bruselas, una exposición fotográfica que inauguraron los presidentes José Sócrates y José Luis Rodríguez Zapatero. Los comisarios de la muestra, que han publicado un magnífico catálogo, son los periodistas Miguel Ángel Aguilar y Teresa de Sousa, ambos de reconocida trayectoria europeísta. Dado el éxito que está teniendo el acontecimiento, que ha desbordado todas las previsiones, hubo pequeños fallos de improvisación. Por ejemplo, no se invitó a Javier Solana, el político español de más alto rango en la Unión Europea, que ha logrado un gran prestigio que todos reconocen. También cabe extrañarse de algunas referencias gráficas a los recientes referendos de Holanda y Francia, que no parecen propios de la línea temática. Fernando Carbajo y Damián Castaño, responsables de la oficina parlamentaria europea en Madrid, tuvieron la magnífica idea de invitar a veinte jóvenes que mostraron interés por el programa y que nacieron el 1 de enero de 1986, fecha de la entrada de España. En ese grupo de entusiastas europeístas estaba la ovetense María Fernández Acebal, que fue la encargada de entregar el libro recopilador al presidente del Gobierno español. María, a la que tuve breve ocasión de conocer, estudia baile clásico y ha realizado un módulo de imagen. Estaba muy ilusionada con la visita que le permitía conocer el funcionamiento de las instituciones, así como a las personas que las rigen. Me llegó a decir «que eran los mejores tres días de su vida». Aseguraba también que ha captado aspectos del espíritu europeo que quiere transmitir a sus compañeros y amigos asturianos, a la vez que se mantendrá en contacto con los nuevos que ha hecho ahora de otras regiones. Otros jóvenes asturianos vendrán por aquí, entre los que espero al Aula Joven de la Universidad, que preside el dinámico José Armas. Portugal y España entraron con fuerza en la Unión Europea, pero también cabe destacar su presencia en esta capital bruselense, en las instituciones y en la ciudad misma, donde hay trece mil asturianos.
lunes, 10 de abril de 2006
Legislar mejor
No es la primera vez que legislar mejor se marca como uno de los objetivos de la Unión Europea. Puede sonar como una mera declaración de buenas intenciones pues los legisladores se preocupan a veces más de hacer nuevas leyes que de superar las anticuadas. Barroso, Presidente de la Comisión Europea, ha contado esta semana con el apoyo del Parlamento Europeo en este loable intento.
La Unión Europea justifica sus importantes competencias en protección de la salud o del medio ambiente por la inutilidad de las fronteras ante amenazas como la gripe aviar o la contaminación. Sin embargo, la ingente cantidad de normas europeas puede suponer una carga excesiva para las empresas y los ciudadanos. Legislar mejor no es legislar mucho- he ahí el reto para los parlamentarios- ni tampoco desregular y dejarnos al arbitrio de los más poderosos: regular bien consiste en encontrar un sabio equilibrio entre fines y medios.
Por eso, el Parlamento Europeo propone una simplificación de las normas. Sería algo así como el "limpia, brilla, fija y da esplendor" de la Real Academia en términos jurídicos. Algo a lo que contribuiría la Constitución Europea, por la que tanto lucha a diario, y en todos los frentes imaginable, el diputado Carlos Carnero.
El equilibrio entre fines y medios se facilitaría también con la realización de estudios de impacto de la nueva legislación, esto es, haciendo un cálculo de las consecuencias de las diversas propuestas legislativas. Así, se podría establecer con mayor objetividad y precisión cuándo una propuesta es demasiado costosa en relación con lo que aporta, o, para ser más gráfico, que se evite "matar mosquitos a cañonazos".
Por último, legislar mejor es optimizar la aplicación de las normas comunitarias a los niveles nacional, regional o local. La Comisión Europea, -ese monstruo reglamentarista para muchos-, al contar solo con 25.000 funcionarios- frente, por ejemplo, a los 250.000 de la Comunidad Autónoma de Madrid-, no puede encargarse bien de la vigilancia y cumplimiento de todo el derecho europeo. Debe exigirse a los gobiernos nacionales, regionales y locales que respeten la legislación europea. Flagrante es el lamentable empecinamiento, v.g., de la Comunidad valenciana de mantener intervenciones urbanísticas lesivas para los intereses y los derechos de los europeos.
La Unión Europea justifica sus importantes competencias en protección de la salud o del medio ambiente por la inutilidad de las fronteras ante amenazas como la gripe aviar o la contaminación. Sin embargo, la ingente cantidad de normas europeas puede suponer una carga excesiva para las empresas y los ciudadanos. Legislar mejor no es legislar mucho- he ahí el reto para los parlamentarios- ni tampoco desregular y dejarnos al arbitrio de los más poderosos: regular bien consiste en encontrar un sabio equilibrio entre fines y medios.
Por eso, el Parlamento Europeo propone una simplificación de las normas. Sería algo así como el "limpia, brilla, fija y da esplendor" de la Real Academia en términos jurídicos. Algo a lo que contribuiría la Constitución Europea, por la que tanto lucha a diario, y en todos los frentes imaginable, el diputado Carlos Carnero.
El equilibrio entre fines y medios se facilitaría también con la realización de estudios de impacto de la nueva legislación, esto es, haciendo un cálculo de las consecuencias de las diversas propuestas legislativas. Así, se podría establecer con mayor objetividad y precisión cuándo una propuesta es demasiado costosa en relación con lo que aporta, o, para ser más gráfico, que se evite "matar mosquitos a cañonazos".
Por último, legislar mejor es optimizar la aplicación de las normas comunitarias a los niveles nacional, regional o local. La Comisión Europea, -ese monstruo reglamentarista para muchos-, al contar solo con 25.000 funcionarios- frente, por ejemplo, a los 250.000 de la Comunidad Autónoma de Madrid-, no puede encargarse bien de la vigilancia y cumplimiento de todo el derecho europeo. Debe exigirse a los gobiernos nacionales, regionales y locales que respeten la legislación europea. Flagrante es el lamentable empecinamiento, v.g., de la Comunidad valenciana de mantener intervenciones urbanísticas lesivas para los intereses y los derechos de los europeos.
lunes, 3 de abril de 2006
Abogados
Desde hace muchos años, Fuentes Quintana viene poniendo el ejemplo de los farmacéuticos como profesionales que, a su juicio, distorsionan el mercado con una reglamentación excesivamente corporativa. En la Unión Europea corren vientos de replanteamiento de otras varias profesiones. Ahora toca a abogados y notarios. Los comisarios Kroes, de libre competencia, y MacGreevy, de Mercado Interior, intentan "liberalizar el sector".
Así las cosas, la Comisión Jurídica del Parlamento Europeo ha pedido prudencia a la Comisión Europea.
En ese debate, y pese a que acababa por mi parte de cesar como miembro de la llamada Comisión de Asuntos Jurídicos, ésta me hizo el honor de proponerme la defensa en el hemiciclo de mis compañeros de profesión y también de los notarios.
La relación entre abogado- o notario- y cliente afecta a la buena marcha de algo tan delicado para la democracia como la administración de Justicia. La intervención de los Colegios de abogados no es sólo positiva en sus aspectos corporativos, sino, también en la defensa del interés público.
Las tarifas de honorarios en España sirven de orientación para fijar la condena en costas; siempre bajo control judicial.
Tampoco deberían los comisarios poner en cuestión la oposición de los Colegios de abogados, salvo los griegos, al pacto de "quota litis" (honorarios de los abogados fijados como un tanto por ciento de lo obtenido en el juicio o en la negociación). Ese tipo de pactos va contra la dignidad del trabajo y la consideración de la profesión misma.
En este revuelo, la Comisión Europea debería ser fiel a las tradiciones europeas y no tanto a los criterios de las grandes empresas norteamericanas del sector. También debería apoyar el sistema notarial de la vieja Europa que tanta seguridad -y tranquilidad- otorga a los ciudadanos. No es conveniente perturbar lo que funciona razonablemente bien.
El Consejo General de la Abogacía Española, previsoramente, tiene una oficina permanente, aquí en Bruselas, que lleva Julen Fernández Conte. No sé qué opina Fuentes Quintana pero la recomendación de prudencia frente a tanto afán intervencionista no estaría mal para los Comisarios.
Así las cosas, la Comisión Jurídica del Parlamento Europeo ha pedido prudencia a la Comisión Europea.
En ese debate, y pese a que acababa por mi parte de cesar como miembro de la llamada Comisión de Asuntos Jurídicos, ésta me hizo el honor de proponerme la defensa en el hemiciclo de mis compañeros de profesión y también de los notarios.
La relación entre abogado- o notario- y cliente afecta a la buena marcha de algo tan delicado para la democracia como la administración de Justicia. La intervención de los Colegios de abogados no es sólo positiva en sus aspectos corporativos, sino, también en la defensa del interés público.
Las tarifas de honorarios en España sirven de orientación para fijar la condena en costas; siempre bajo control judicial.
Tampoco deberían los comisarios poner en cuestión la oposición de los Colegios de abogados, salvo los griegos, al pacto de "quota litis" (honorarios de los abogados fijados como un tanto por ciento de lo obtenido en el juicio o en la negociación). Ese tipo de pactos va contra la dignidad del trabajo y la consideración de la profesión misma.
En este revuelo, la Comisión Europea debería ser fiel a las tradiciones europeas y no tanto a los criterios de las grandes empresas norteamericanas del sector. También debería apoyar el sistema notarial de la vieja Europa que tanta seguridad -y tranquilidad- otorga a los ciudadanos. No es conveniente perturbar lo que funciona razonablemente bien.
El Consejo General de la Abogacía Española, previsoramente, tiene una oficina permanente, aquí en Bruselas, que lleva Julen Fernández Conte. No sé qué opina Fuentes Quintana pero la recomendación de prudencia frente a tanto afán intervencionista no estaría mal para los Comisarios.
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