Nicolás López, presidente de la Federación de Industrias Lácteas (Fenil), ha declarado a este periódico que la UE no había previsto la escasez de leche, atribuíble en cierta medida a la demanda china. Desconocer el impacto en el campo lácteo, como en cualquier otro, del gigante asiático es un error mayúsculo de las autoridades comunitarias. Cuando se constata que se han matado millones de vacas de la cabaña europea, fomentado desde la Política Agraria Común (PAC), algo muy fuerte está chirriando en esa política sin que los ejecutivos bruselenses hayan hecho gesto autocrítico. Con las armas pacíficas de la economía y de la política se debería tratar de acompasar la oferta a la previsión de la demanda en un marco social; sin embargo, ha sucedido lo contrario. Es evidente que en nuestro pasado agrario de convergencia se ha buscado loablemente el mantenimiento de una cierta calidad de renta y de desarrollo rurales pero éstos tampoco se han conseguido de forma satisfactoria, al menos a los niveles de justicia que campesinos y agricultores pretenden legítimamente. Menos loable ha sido la posición de ventaja de Alemania y Francia, por ejemplo, que, según Nicolás López, colocaban excedentes sin problemas en los países del Sur y que imagino tienen un mercado sustituido, cada vez más próspero y expedito, en otras latitudes. No se habían previsto los precios ni las fuertes tensiones alcistas de la demanda de este déficit estructural mundial pero los que leímos los libros de Francisco Rodríguez, un adelantado en este y otros problemas, lo esperábamos por la lógica implacable de los acontecimientos.
En sede parlamentaria se lo planteé a la comisaria Mariann Fischer Boel en mi primera intervención hace tres años, de la que dio cuenta este mismo periódico, con cita de China incluida, a la que se sumó el diputado belga Marc Tarabella, que acaba de ser nombrado ministro de su país. A la antigua ministra danesa, experta y beneficiaria de la agricultura intensiva, bien distinta a la de la cornisa cantábrica, le salvó en aquella sesión, enrocada en su inflexibilidad, que la mayoría del Parlamento había quemado la pólvora del veto con el famoso «caso Butiglione», el excéntrico personaje que quiso Berlusconi hacer vicepresidente y comisario de Interior. Norteamérica responde con un aumento de la producción pero en Europa no es posible una solución tan simple y automática del mercado.
Me gustaría oír ahora las opiniones de los gurús bruselenses, que sin duda se producirán con la rentrée a finales de este agosto. Supongo que se convocará simultáneamente un «hearing» o audición de expertos. En cualquier caso, estamos ante un reto de envergadura que deberá afrontarse con delicadeza y tiento, teniendo en cuenta a productores, industrias, consumidores y, en general, la salud alimentaria y también la inflacionaria, si se sobrepasan todavía más las nuevas previsiones. La cabaña perdida y subsidiada no es recuperable -todo tiene remedio menos la muerte- pero sí, supongo, la nueva PAC, cuyas imprescindibles líneas maestras frente a la versión británica no pongo en cuestión, corregirá algunas disfunciones antes de esa libertad que se fija todavía para 2.015.