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"...sacrificarlo todo a la sola santidad del deber y ser conscientes de que podemos cumplirlo porque nuestra razón lo reconoce como imperativo y nos dice que debe cumplirse, es elevarse por encima del mundo sensible". Kant, "Crítica de la razón práctica".Hace veinticinco años entraba una nueva Corporación, bienintencionada y mejor avenida. Tuve el altísimo honor de presidirla. Grossi, Luis Riera, Cándido Riesgo, Puri Tomás, Fuego, Polanco, Aurora Puente, Amandi, Bango, que merecen grata memoria, faltan a la conmemoración de argenta. Hubo, pienso, un trato exquisito entre los ediles en la línea que contemplo cotidianamente en el Parlamento Europeo. Encontré también servidores impecables de la función pública que debo personificar en Luis Arce, Secretario General. No puedo olvidar que un inquieto bombero, Corsino Suárez, murió trágicamente en el fallido rescate de un niño.
Hace unos días se celebró el veinte aniversario de "Un viejo que leía novelas de amor", de Luís Sepúlveda que ya alcanza 21 millones de ejemplares vendidos, apenas superada por El Quijote y “Cien años de soledad” en las letras hispanas. Con este motivo, el autor ha dicho que se presentó al Premio municipal "Tigre Juan" porque "simplemente supo que, en Oviedo, el Jurado trabajaba con honestidad". Me produjo viva emoción escucharlo y reafirmar que esa fue una constante en todos los actos políticos y administrativos.
Se suele recordar a los políticos por realizaciones que, sin embargo, son incomparables con periodos mayores de tiempo o presupuestos y endeudamientos más amplios. El presupuesto de 1983 era de tres mil millones de pesetas, unas catorce veces menos que hoy. Juan de Lillo pone hincapié en que junto a logros se han de contabilizar iniciativas que se consolidan luego. Yo, que tomaba posesión de un puesto que había ejercido, en circunstancias tan distintas, mi padre, llegaba a las consistoriales con dos obsesiones que habían acaparado los desvelos de mi progenitor: agua y estrechez de calles que ejemplificaba en Ciudad Naranco. Fue, pues, una satisfacción que, gracias por supuesto también a Corporaciones anteriores, se terminasen las restricciones acuíferas domésticas, se renovase la red y se enfocase el saneamiento y, conforme con el segundo eco de mi alma, proyectáramos, v.g. el Paseo de la Florida, un vial de cincuenta metros de anchura, por encima de la tensión especulativa y la pauperización de pequeños propietarios.
Otro miedo atávico fue la deuda. Aquel primer día corporativo apenas dormí al enterarme de una deuda exigible de 800 millones en Cadasa, pesadilla de la que me liberé luego con los sueños tranquilos de las buenas finanzas.
Cita elogiosa merecen los alcaldes de barrio que contribuyeron a la igualdad entre ciudadanos, a ese espíritu de Oviedo, acuñado entonces por sus fiestas, su limpieza- ¡qué día el que se pudo recoger la basura todos los días en todo el casco urbano!-, sus nuevos servicios sociales, sus zonas verdes (Purificación Tomás, Parque del Oeste, de Invierno, San Julián, la Monxina, Pumarín, San Pedro...), y ¡la peatonalización que tantos obstáculos tuvo!:el primero, el de la circunvalación que vino enseguida. Los nuevos equipamientos fueron muchos (Ventanielles, Tudela Veguín, Trubia, La Corredoria...).Me sentí especialmente vinculado a la Biblioteca de El Fontán, al Campoamor, al prerrománico-patrimonio de la humanidad, a la poesía, a todo lo clariniano, a la Catedral, con su Museo Diocesano, a la música -jazz y ópera- y al atletismo, baloncesto, ciclismo y el no boxeo. La ciudad tuvo una fuerte transformación. De un cuartel surgía un campus universitario; del vertedero municipal, un campo de fútbol; de la caja de un ferrocarril, la pista finlandesa; del canódromo, el estadio de atletismo y unas piscinas; de un depósito inservible, el proyecto de auditorio; de un antiguo sanatorio; un centro de profesores y Casa de Cultura; de la fachada en ruina del Deán Payarinos, el Conservatorio; de la Caja de Recluta y aledaños, el cuartel de la guardia civil; de fincas señoriales, acceso y ocio para los vecinos; de una guardería, una biblioteca infantil en pleno San Francisco; de un viejo laboratorio lácteo, un centro juvenil; de un golpe de audacia del primer teniente de alcalde, resurgió "el cañu de El Fontán"; de cientos de inquilinatos, propietarios, cuidadosos con sus barrios remozados. No obstante, con la buena intención de un cinturón verde, también hubo el baldón colateral del derribo de El Vasco.
Agradezco a mis compañeros y dirigentes del partido socialista el aliento de aquellas calendas, en las que me perdonaron tantos sobresaltos por la búsqueda adelantada de palabras nuevas, "antes de que sea tarde" que dejó sentado nuestro poeta. No puedo olvidar tampoco a los que yendo en aquella lista vencedora de los comicios, no ocuparon plaza de concejal y sus vidas no sobreviven esta plata virtual: Picucho Vigil, Ramón Quesada, San Martín, Pín de la Corredoria, Emma Iglesias, Paredes, Jesús Fernández Muñiz, Pepín Martínez, Sara Suárez y Ángel González. La dama del alba se llevó a tantos buenos amigos entre los que estaban dos colaboradores del mismo gabinete de la Alcaldía, Artemio y Collera.