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Al término de mi breve paso por la Consejería de Cultura y Deporte recibí, como cualquier cesante, algunas cartas amables. Recuerdo especialmente una, entusiasta, de tres folios y medio de Isidro Martínez Oblanca, luego senador, entonces dirigente del Pipols, Club de Rugby gijonés. El rugby era, sigue siendo, un deporte minoritario que costaba mucho popularizar. Luego, en mi tiempo de Alcalde, tuvimos, lo mismo que con el hockey sobre patines, el balonmano naranquino, el basket y el atletismo, instantes en los que una parte significativa de la población vibraba sin los sinsabores del fútbol. El inolvidable ascenso a primera del Real Oviedo eclipsó la consolidación momentánea de otros clubes del deporte ancho y diverso, pero unificó por completo a los ovetenses como ocurrió en Gijón con el Sporting la pasada temporada o a Asturias entera con Fernando Alonso. El Oviedo de Rugby acaba ahora de ascender a la categoría primera. No he dejado, con ese motivo, de pensar en la trayectoria del equipo, su paso por Tudela de Agüeria y por San Lázaro, cuando fueron expulsados por el sacrílego “Oviedo ACF”. Esa es la pequeña historia pero lo que me llama atención es que en lo que se denomina en lenguaje rugby, “tercer tiempo”, su Presidente, Jaime Martínez, que también, en feliz coincidencia, lo es de la Ópera, recibió como simbólico y acertado obsequio municipal el libro “Factor Humano” de John Carling, que va a ser llevado al cine por Clint Estwood. Narra la epopeya de Nelson Mandela incorporando como representantes de Sudáfrica a los jugadores de raza blanca, iconos antes del segregacionismo. Mandela, con el auxilio del capitán del equipo, dio así un paso importante en la unificación de su gran país. La tarde que Sudáfrica venció a la imbatible Nueva Zelanda en rugby se produjo el delirio. El gesto fue quizá tan significativo como algunos que está dando Obama uniendo a América, tras los pedazos dejados por el predecesor de cuyo nombre no quiero acordarme. Felicidades al Oviedo de Rugby.