domingo, 20 de diciembre de 2009
M.Ponticu en el Campoamor
Acabo de ver la exposición de Miguel Ponticu en los bajos del Teatro Campoamor. Ya sabía que es un gran artista aunque apenas conocía un par de catálogos, algunos retratos y su magnífico “Carbayón” de acero en la ovetense Plaza Gabino Díaz Merchán. Ese lugar es el inicio de la Florida, el barrio que mejor nos quedó del Oviedo contemporáneo. Y es que me siento muy orgulloso de su ancho boulevard, debido al empeño de Juan Álvarez, mi gran amigo y colaborador. Creo también que es un acierto de mi sucesor el emplazamiento de esta obra de Miguel que es un tributo a la historia nostálgica de la ciudad a la vez que un guiño al futuro.
La exposición del Campoamor es una grata sorpresa; es para mí también un reencuentro con un artista que ha buscado, desde que contemplé aquellos primeros catálogos, una expresión muy personal que ya está ahora conseguida. Su camino es imparable.
No obstante, pese al esfuerzo encomiable de Cajastur y de la Concejalía de Cultura de ofrecer un buen catálogo, la obra de Miguel, en general la de todos los escultores, solo se puede apreciar en vivo y en profundidad, incluso la que se aproxima a la superficie plana de un cuadro pictórico convencional. En la sala me sobrecogió de forma especial si cabe la fuerza de un tiburón de acero que pende del techo y el aleteo de una paloma, trasunto picasiano, que volaba agarrada al suelo. El conjunto hermoso y, repto, insólito.
Felicidades al artista, a la Concejalía y a Cajastur
El Campoamor es un muelle que hace palpitar Oviedo. Dentro de un rato estaré en la función de Opera, “Ariodante” de Haëndel, de la que ya me han hablado maravillas.
En el descanso, si puedo, me daré otra vuelta por la exposición de Miguel.
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