“Realidad casi nube” es verso de Ángel González, puesto como título luego para el crisolín, edición que tanto prestaba al poeta.
Una nube mágica que es Nube en Reykiavik y aquí, en Brubru, solo molestia aérea, que nos retiene, atrapados, sin volar, ha venido a romper este espacio de nubes, altas, bajas y mediopensionistas, que creíamos controlar.
Estamos en medio de una erupción islandesa que solo vemos por televisión. Y no tengo a Ángel a mano para preguntarle si esto es real o nube.
Y parece que este juego al escondite va para rato todavía.
A Azorín no le importaba nada que le acusaran de estar en las nubes. A mí, por supuesto, tampoco, pero la islandesa de las narices, mezcla tan extraña de volcán y glacial, no deja estar en ella.
Nos tiene a raya, sin movernos.
En este despacho, en el piso once del Parlamento Europeo, muchas veces había tenido las nubes justo encima y también debajo del ventanal. Cuando sucede no solo estoy en las nubes sino entre nubes. Eso no ocurre en Asturias, que son tan frecuentes pero donde salvo en los valles las tienes, cerca, pero siempre encima.
Como viajo mucho en avión hay instantes en los que deseo salir pronto de la nube, como me ocurre ahora. Es cuando el comandante anuncia, con un sol espléndido, la aproximación al aeródromo para lo que bien sabes que ha de atravesar una malla de nubes. Dentro de ellas, el aparato se mueve más que nunca antes. Hay un segundo de vacilación. Enseguida, ya debajo de la nube, en el celaje gris, recupera estabilidad con tierra a la vista. El legendario grito de tierra de Rodrigo de Triana, en las carabelas de Colón, lo sienten miles de viajeros a diario dentro de sí cuando traspasan las últimas nubes bajas antes de aterrizar.
Pero, acabáramos, los islandeses están empeñados en que Erik, su pirata, llegó a América antes de Colón y todavía no se encontró quien tradujera el grito que precedió al de Triana.
Esto de la nube es una venganza de la memoria histórica islandesa.
Pues como no nos saquen de su nube se van a enterar de mi voto para la adhesión a la U.E.
Venga, nubecita,!lárgate de una vez que no quiero conocerte!
Porfa, Luis Yáñez, que te has escapado a Sevilla, sin avisar, manda para acá al de Triana y se van a enterar de lo que es un buen grito que no necesita de esta coña de nubes y amenazas, para ponernos a volar.