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Estos animales asturianos para sobrevivir han debido volar, en un caso, y nadar en suma dificultad, en otro... Es el mismo ganado el que se defiende. Ha habido muchas contradicciones en la política agraria común. En medio de la hambruna y la desnutrición mundiales, se mataron reses que sobraban supuestamente en las cabañas europeas, para no quebrantar los cupos lácteos. Los europeos, unas veces por imposición y otras por legítimo deseo de prosperar nos fuimos distanciando, poco a poco, de la madre tierra. No fue solo una decisión política acertada o errónea sino que lo sucedido respondió a sentimientos profundos y a eso que con tanta impostación se llama "los mercados" hasta olvidar, en ocasiones, que el Campo, con mayúscula, el ser humano asentado en el campo, junto a sus explotaciones, es imprescindible para el equilibrio ecológico, del que tanto se habla, y hasta para el económico de una Economía real. Esto puede parecer una obviedad pero la autocrítica colectiva todavía no está plenamente asumida en esta sociedad de enloquecido consumismo, que nos ha llevado al borde del precipicio.
Con la muerte de José Saramago se ha recordado mucho que sus abuelos, dormían con los terneros en la cama para dar y recibir mutuo calor en invierno. El mundo ciertamente cambió pero de aquella miseria se desembocó, no en la opulencia ciertamente, sino en la perversidad de la creencia que se podía vivir, aquí, en Europa, sin amar la agricultura y la ganadería, conducidas a la marginación. La sociedad se pasó "cuatro pueblos" traicionando incluso sus orígenes y equivocando por completo sus objetivos.
Milagros llama la atención por su gesta, pero de su heroísmo animal, bien merece que saquemos alguna otra reflexión sobre dos aristas punzantes de problemas inquietantes, el modo de vida campesino y la necesidad de buscar en el mismo medio rural aportaciones para despejar la solución a tanto desajuste social y económico.
Por cierto, ya hace un par de semanas mis compañeros, Ramón Jáuregui y Eider Gardeazábal, del País Vasco, Ricardo Cortés, de Cantabria, y María Muñiz y yo, asturianos, advertimos al Presidente del Parlamento Europeo sobre la trascendencia de los daños sufridos en el Norte de España. No se trata de comparar si fueron mayores los habidos en Polonia o en el llamado Var francés sino en que se sepa y se tenga en cuenta lo ocurrido, en parte tan significada de Europa.
Milagros felizmente vive, e incluso hay quien pide su indulto en la red, pero los campesinos y demás damnificados asturianos, en pequeños y medianos puntos de población, son demasiado numerosos. Lo que me llega de El Bao, Trubia, Ribera de Arriba, el Nalón en general, del Barayo y de otros ríos y regatos no es para olvidar. Hay quien asegura que es la peor riada vivida jamás.
Además de ayudas e indemnizaciones, habrá que cuidar preventivamente también orillas, cauces y presas, por favor.