sábado, 28 de agosto de 2010

Gobernanza



Mi buen amigo, y ahora colega en el Parlamento Europeo, Paco Sosa, ha escrito un sabroso artículo contra el uso de la palabra gobernanza que tan de moda está en los textos comunitarios. Es término al que mi propio ordenador saca tarjeta- o subrayado- en rojo pero que avalan ya el diccionario de la Real Academia de la Lengua y el Libro Blanco de la Comisión Europea. El Presidente Zapatero lo ha utilizado en el debate de cierre semestral español del pasado mes de Julio y figura también en todas las versiones documentales de la Cumbre del G-20, acaecida en Toronto.

Ya antes, Paco, con su incisiva erudición habitual, sostenía que académicos y comisarios pierden inútilmente el tiempo definiendo algo que quiere decir, desde hace siglos, simplemente gobierno.

Estoy con él.

Parece que la sanción oficial en la R.A.E fue un capricho de Lázaro Carreter, que tanto gustaba inspirarse en los corresponsales radiofónicos. Contó con alguna oposición; al menos, me consta la expresa de Eduardo García de Enterría, que no en vano representa en la docta casa el necesario punto de vista de los juristas eminentes.

En inglés, me dicen, tiene raíces más profundas (“governance”) pero en alemán se han negado a la exportación para seguir usando la mera acepción de gobierno (“regierung”).

Emilio Alarcos, la prudencia hecha lingüista, era muy escéptico ante las polémicas con nuevos vocablos. El pueblo soberano con su uso o desuso sería el encargado último para dar carta de naturaleza. El “Diccionario del español actual” de Manuel Seco-Olimpia Andrés-Gabino Ramos, que tengo siempre a mi lado, no recoge la tal “gobernanza”. Para mí, en tanto se admite o se rechaza popularmente, deberíamos ser cautos en el uso y abuso que, en todo caso, estimo es prescindible y malsonante. Así se lo hice saber a mis compañeros Antolín Sánchez Presedo y Ramón Jáuregui que pertenecen a comisiones y delegaciones parlamentarias en las que políticos, traductores e intérpretes se afanan en su empleo discontinuo. Antolín está teniendo gran relieve como ponente de la directiva, aún sin finiquitar, de “supervisión financiera”, en cuyos debates he podido apreciar que las traducciones (escritas) son menos permisivas con esa palabra que las interpretaciones (simultáneas, orales).

Para Sosa hay mucho de adivinanza, e incluso de reaccionario.

Obviando, por supuesto, esa calificación política despectiva, lo hablé con Alejo Vidal Quadras, Vicepresidente del Parlamento Europeo, anclado a la derecha del PP, que ya ha pensado mucho en ello y le parece- me insiste- también término extraño, forzado e inapropiado.

Me temo, no obstante, que los aficionados a la “gobernanza” se acabarán imponiendo, al menos, en el corto plazo. Ya nuestro fabuloso Gaspar Casal reproducía “alguna palabra bárbara”, muy a su pesar, para mejor entenderse.

sábado, 21 de agosto de 2010

Verano occidental



Iñaki Uriarte (Vila Matas, Muñoz Molina y García Martín lo están valorando como una de las revelaciones del año editorial) se sorprende, en sus habituales viajes familiares entre Avilés y Bilbao, de que llamemos «Oriente» a la que, en efecto, es Asturias oriental. Por puro contraste, Occidente lo forman los concejos que hay de Grado al Eo.

Este verano, aún sin finiquitar, he asistido en Occidente a acontecimientos culturales de extraordinaria calidad en géneros diversos. Su repercusión en los medios ha sido, sin embargo, escasa o nula. Poco que ver con las polémicas tan incomprensibles para mí de dónde actúan Fito o la Pantoja.

La primera cita fue en Navia, en el ya décimo Festival «Horacio Icasto», del que es alma Juan Coloma, intérprete exquisito que sorprende a cada actuación. Esta vez, el programa fue un auténtico lujo, con una Big Band, increíble para reunir en fecha agosteña, con algunos de sus miembros en la gira de Paco de Lucía o en programas de difusión televisiva. Los artistas se entregaron como resulta inimaginable para una única actuación de apenas un programa, cuya grabación pasa a ser pieza de culto, incluyendo adaptaciones que Icasto estrenó de pegadizas músicas regionales.

El occidente astur existe con brillo propio. Algo de eso dijo Manolo Linares, nuestro gran artista plástico, en la presentación.

También estuve en el homenaje a César Montaña, el escultor veigueño, con el que compartía mesa en «Amigos del Eo», asociación que aún existe, pese a las irreparables bajas de Gamallo Fierros, Cándido Sanjurjo, Cándido Riesgo, Manolo Avello, Lago, Egidio y Daniel Cortezón, sus entrañables mantenedores. Vegadeo tiene también en Legazpi y en Fega -y Castropol en Bernardo Sanjurjo- una fuerte expresión artística de vanguardia y calidad. Como muy bien dijo Elena Lechman, la viuda de Montaña, Vegadeo ha de ser conocido en Madrid más por su arte, su nuevo museo y sus obras en cada uno de sus doce puentes, que aun por la vecindad, en efecto acrisolada y meritoria, del Taramundi de la Rectoral y la cuchillería, y, añadiría yo, de «Los Arándanos», en Los Almallos, y otros templos gastronómicos occidentales, como Vega de Villar, Casa Vicente y Peñalba.

Y, por último, el increíble Festival Internacional de Música Clásica de Ribadeo, en torno al pianista Leopoldo Erice Calvo Sotelo, que cada año se vuelca trayendo unos programas sorprendentes.

Erice ha logrado enganchar a un escogido grupo de vecinos que, siguiendo el ejemplo de otros festivales internacionales, se comprometen invitando a sus casas a los artistas participantes. Esto revela la madurez del pueblo ribadense, que se une a las mejores tradiciones vecinales centroeuropeas. Que el Eo cuente con un artista tan comprometido y afín es una maravilla de este verano occidental.

Sí, Iñaki, occidental de ¡Occidente!

sábado, 14 de agosto de 2010

Cernuda/Castropol/75 años



Hace 75 años (agosto de 1935) el poeta Luis Cernuda se identificaba con el paisaje y el paisanaje de la ría del Eo. Sus itinerarios se pueden seguir en el libro que sobre la Biblioteca de Castropol hizo Xabier Fernández-Coronado para KRK.

Por “En la costa de Santiniebla”, que Cernuda escribiría en plena guerra civil, sabemos la impresión que el Occidente astur causaba en el poeta, que se sentía en la Estigia, mítica laguna entre la vida y la muerte. No sé si ese magnífico texto, entre descriptivo y ensoñador, fue conocido de la empresa que, por encargo de Pedro Piñera, acuñó la feliz calificación turística de Paraíso Natural, pero no cabe duda de que, para uno de los mejores poetas de todos los tiempos, en el Eo hay frontera edénica. En el mismo mundo de la poesía y la narrativa, Pepe Caballero Bonald, por el contrario, hace equivaler “estigia” a infernal, mientras que para Cernuda es el borde de la tranquilidad sobrenatural. El sevillano fue un adelantado del tal Paraíso Natural de la propaganda, que los asturianos deberíamos cuidar mejor. Así habría que evitar hoy el hacha asesina de las agónicas construcciones que amenazan Castropol, al que el escritor veía ya como “pájaro enfermo sobre oscura colina que avanza hacia el mar”.

En Santiniebla el poeta imagina también los crímenes que estarían sucediendo, con paseos y sacas nocturnas. La información que le llegaba era, no obstante, referida en conjunto a la retaguardia de la llamada zona nacional y, en absoluto, a noticia del propio Castropol, donde la negra muerte, en efecto, acaeció desde el primer instante de la ocupación militar pero a plena luz pues se hizo matar a los derrotados resistentes, en el centro urbano, a presencia del cura párroco, como supuesta réplica a la baja de un suboficial en el inmediato combate de San Juan de Moldes. En cierto modo, lo sucedido terriblemente en la realidad no se compadece con la ficción que sirve para lo que Vargas Llosa, Vizenzey y muchos más, llaman “verdad de la mentira literaria”.

La crisis social y bélica que vivía España en los años treinta no impidió al poeta testimoniar la belleza del Eo. Al esplendor de esa geografía tampoco fueron indiferentes ni Ángel González, quizá uno de los mejores autores de la segunda mitad del pasado siglo, ni Julien Gracq, el más reputado escritor francés contemporáneo. Gracq lo anota en sus cuadernos; no así, mi querido Ángel, cuyas impresiones escuché personalmente.

Cernuda despierta la primera de sus mañanas eotas en el desaparecido Hotel Guerra, a la derecha de la entrada cuesta del pueblo, oyendo a lo lejos la Sonata a Kreuzer de Beethoven. Semejante frase del relato es símbolo del ambiente cultural castropolense de antaño. La ilustrada familia Loriente y la Biblioteca Circulante hacían conmemoraciones del “Sordo genial”, como solía decir Fernando Argenta en sus radiofónicos “Clásicos populares”, tristemente finalizados. Lástima que la Asociación Asturgalaica de Amigos del País, que prepara para pronto los números 4 y 5 de su revista “Campo del Tablado”, atraviese momentánea inactividad pues pasa este aniversario de Cernuda sin el debido recuerdo a su huella asturiana.

sábado, 7 de agosto de 2010

Bonitada en Tapia

Siempre con Sabino Fernández


Oportuno que La Granda haya dedicado un curso al General Fernández Campo. Doble acierto que, además, se superase la mera hagiografía del que pasa, como dijo Nicolás Redondo, a la Historia por su «Ni está ni se le espera». Pero, Sabino, por su carácter y posición privilegiada fue mucho más, como señaló Pedro Sabando, y seguirá siendo estudiado con la distancia de la pátina temporal. Lo resaltó José Manuel Otero y yo habría añadido algo de su amor y apoyo incondicionales a Asturias y a Oviedo.

Pedro de Silva desarrolló su conocido planteamiento: ¿era Sabino, tan leal al Rey, monárquico? El valor palpitante de esa duda razonable reside en que el ex Presidente asturiano ya lo insinuaba en vida del General, sin ser contradicho ni reafirmado. Hubo otras heterodoxias frente al asumido acervo colectivo. Rodolfo Martín Villa, que terminó con una evocación sublime, diseccionó varias discrepancias que mantiene con los escritos legados por el General, siendo emocionante la atención al quite, desde el coso mismo, de María Teresa Álvarez, escritora y viuda del cerebro gris de la Jefatura del Estado, en nombre de la opinión de su marido.

El ex ministro y antiguo delegado nacional del SEU sostuvo una posición muy escéptica y decepcionada hacia militares y servicios secretos. Para Martín Villa, Adolfo Suárez jamás habría dado garantía alguna de que no se legalizaría el Partido Comunista. Muy interesante también sus valoraciones de las biografías de los generales Gutiérrez Mellado y Pita da Veiga y De Santiago, supuestos envés y reveses de lealtad a la democracia. Fue también expresivo sobre el núcleo del Consejo de Ministros que optó por recurrir la sentencia de primera instancia del 23-F pero, lo mismo que otros participantes, dejó sin despejar secretos que todavía planean. Pienso que no se comprende que Francisco Laína, al frente, por unas horas, del llamado «Gobierno de subsecretarios», no haya dado todavía una versión amplia.

En otro orden, valoro como trascendente la digresión, introducida por la ponencia de José Miguel Ortí Bordás, del progresivo distanciamiento representativo del sistema electoral de listas bloqueadas, el mandato imperativo de los diputados, los privilegios nacionalistas e, incluso, el abuso -no compartido, en otro quite, por la ex ministra Ana Pastor- reglamentario del voto ponderado en la mesa del Congreso y en la Junta de portavoces. Sobre la perdida idoneidad de las listas bloqueadas a más de treinta años de sancionada la Constitución, ya he escuchado personalmente alternativas a Felipe González, a Miguel Herrero, a Peces Barba y a otros que, en cuanto se serene la política española y se vuelva a los grandes consensos, este de la reforma del sistema de sufragio debería de ser primordial. Ortí lo abordó, en La Granda, e hizo un guiño a Fernando Suárez que algo debió de alegar en el seno mismo del PP. Es, en cualquier caso, lamentable que la bandera de una socialmente sentida reforma del sistema electoral se deje al ruido mediático exclusivo de formaciones minoritarias como el Partido Comunista, o, ahora, la UPyD, que arguyen su evidente marginación proporcional cuando, a mi juicio, la necesaria reforma debería acercar más el diputado al elector en circunscripciones pequeñas y ahí los partidos pequeños ya no estarían tan de acuerdo. Para mí, en cualquier caso, es -o sería- un paso atrás dificultar el voto de los españoles de la diáspora.

Perorar sobre Sabino Fernández Campo da para mucho y ha de dar para mucho más.