Compañeros y compañeras
Gracias, compañero Secretario General, por la
invitación a perorar sobre el instante europeo, junto a personas tan
cualificadas y amigas, autoridades encomiables que son Paz Andrés y Leopoldo
Tolivar.
Esta Agrupación está saliendo de un sueño
ensimismado, largo y excesivo.
Lo celebro; a la vez que te lo agradezco Secretario
General, a ti, a la Ejecutiva y a todos los comprometidos en tan loable
objetivo.
Estamos ante una Conferencia Política abierta, que es tanto como decir
que nuestro periodo de reflexión se aproxima a una reformulación de nuestro pensamiento, adaptado a los requisitos de
la nueva hora.
Lo dice Ángel González, nuestro gran poeta y
amigo, en los versos que nos cedió para la entrada de esta Casa del Pueblo.
Se precisan palabras nuevas antes de que sea
tarde.
Hemos estado hablando hasta el hartazgo de que
Europa era la solución, jamás el problema.
Nos guiaban, de consuno, Ortega y Felipe
González.
Y llevaban razón.
Lo dice muy bien Ricardo García Cárcel en “La
herencia del pasado”, pues el ánimo por normalizarse con Europa de la sociedad
española hizo más por la democracia y la libertad que todas las organizaciones
clandestinas españolas.
Y os lo asegura quien desde muy temprana edad
ha trabajado todos los días de su vida por esa ansia de democracia y libertad.
Un compañero vuestro que ha visto vivir, y hasta morir, a cientos de militantes
y luchadores admirables.
Lo decimos Pablo Sánchez y yo mismo en nuestro
"Europeos pero incorrectos”: "Felipe
González tiene muy claro, como Ortega y otros regeneracionistas, que Europa es
la solución, aunque las condiciones de entrada no van a ser ventajosas para
nuestras frutas y hortalizas. Jacques Delors, un ministro de economía más bien
gris de François Mitterrand, va a dar un impulso sin precedentes a la agenda
europea desde la Presidencia de la Comisión. Jacques Delors, siguiendo los
principios de Schuman, va a plantearse dos grandes proyectos concretos que
mejoren la vida de los ciudadanos europeos y en dos mandatos, lo que lleva
Barroso por ahora, va a dar el salto de gigante que supone pasar de un mercado
común defectuoso a un mercado interior más sencillo y de una sistema monetario
europeo (en torno al ecu) al nacimiento del euro en una unión económica y
monetaria en ciernes perfilada en el Tratado de Maastricht de 1992. Delors, al
contrario que Barroso, no va a dejarse doblegar por los intereses nacionales y
va valerse de su prestigio para defender el interés comunitario. Barroso, en cambio,
cuya elección apoyamos los socialistas españoles como baluarte de los intereses
de la Europa del sur, va a presidir una Comisión débil que pierde su autoridad
y su fuerza de tanto plegarse a las demandas de los gobiernos y es ninguneada
repetidamente, hasta el punto de que Alemania, seguida por Francia, se permite
amenazarle con su desaparición y la supervisión desde Berlín de las políticas
europeas."
Estamos en completa crisis.
Hace unos días leí, en la prensa local, una
declaración de José María Maravall, preocupado porque la crisis política es aún mayor que la
gravísima económica.
Claro que sí.
Ni Ortega ni el Felipe de 1982 hubieran podido
predecir lo que está ocurriendo y la atribución social de tantos ciudadanos
libres con Europa de muchos de los problemas que nos acechan.
Tuvimos razón todos en España identificando
Europa con la solución; porque Europa
era la solución para una España exhausta por la falta de libertades.
Pero nuestro error
es que sigamos identificando aquella Europa idílica de la libertad formal con
los nuevos retos de la globalización y la crisis total que sufrimos.
La receta ya no es, ni puede ser la misma.
El mundo ha cambiado.
Entre 1939 y 1941 el escritor judío austriaco
Stefan Zweig escribió sus memorias que se publicaron bajo el título de “El
mundo de ayer”. En ellas hace un recorrido por la sofisticada Viena de su
infancia; la Viena de Klimt, de Freud, de Mahler. Retrata también la crónica
del ocaso de aquel mundo que creía firmemente en el Progreso; en el imparable
avance de la Humanidad.
Un mundo de recuerdos que, para Zweig, ya no
existía. Había sido borrado de la Historia por la barbarie. Tal vez por eso, en
un último esfuerzo, trataba de atrapar al genio europeo que creía
moribundo para que, al igual que el efrit, el Genio de las Mil y
Una Noches, permaneciese discretamente agazapado en la lámpara a la espera de
ser llamado de nuevo. De una nueva oportunidad. Con un guiño de complicidad
subtitula su obra “Memorias de un europeo”. Un europeo que nunca quiso
dejar de serlo. Se suicidó en 1942 convencido de la victoria del Eje.
Creo que, como vivió la generación de Zweig y
otras muchas anteriores, estamos ante un momento en que sabemos que hemos
dejado atrás un mundo. Ahora es ya un mundo de ayer. Un mundo que
no existe.
Un mundo que no volverá.
Y, al igual que ocurre en el caso de Zweig,
eso nos produce una mezcla de melancolía y miedo. Miedo que se transforma en
punzante angustia cuando contemplamos, y sufrimos, las consecuencias que está
teniendo este cambio sobre el modelo productivo y nuestro sistema económico
basado en el consumo y en una expectativa de crecimiento permanente.
Sin embargo una de las conclusiones que pueden
extraerse es que, a diferencia de lo que creía el autor austriaco, Europa no
sucumbió a su viaje al final de la noche totalitaria. Antes al contrario, fue
capaz de sobreponerse. Y lo hizo de forma heroica.
Cómo no recordar el Berlín de Germania
Anno Zero o la Città Aperta que era la Roma de
Rossellini.
Europa fue capaz de fundar un proyecto
político que cristalizó en la Unión Europea, que ha traído paz al continente y
al mundo, y prosperidad a los pueblos. Una utopía que ha conseguido equilibrar
la protección de los derechos individuales y colectivos. Un éxito. Pero un
proyecto inacabado, que debe avanzar.
No debemos caer en la desesperanza de Zweig,
aunque la zozobra ambiental anime a ello...
Dante ya nos advirtió que el abandono de toda
esperanza es la máxima que enmarca las puertas del Infierno.
Uno de los aspectos que se pueden comprobar en
el Mundo de Ayer es que, pese que se trate de una búsqueda de
un tiempo perdido, nos es posible apreciar una constante melodía europea en
la que nos reconocemos. Ideas y valores que identificamos como europeos y que
sabemos presentes. Al igual que en la Scheherezade de Rimski-Kórsakov, pese a
los paisajes extraños o las exóticas aventuras de los personajes, las voces del
Sultán o de la Princesa nos resultan siempre reconocibles.
En este sustrato europeo, fruto de una cultura
común, la fraternidad ocupa una posición destacada.
Es importante. Porque este es, en mi opinión,
el tiempo de la solidaridad.
No de una simple solidaridad de hecho a
la que aludía la Declaración Schuman que condujo a un protagonismo excesivo a
los mercados. Sin duda ha sido este exceso el que, en parte, nos ha enredado en
la situación en la que ahora nos encontramos. Hablo de una solidaridad más
profunda entendida, como dice la Real Academia, como la adhesión a la causa
o a la empresa de otros. Una causa, una empresa que no es sino Europa. Y
que, mediante la adhesión, hacemos nuestra.
Esta solidaridad está en nuestra identidad
como socialistas y es lo que, en mi opinión, determinará que Europa sea capaz
de afianzarse no ya como una entidad cultural sino como un actor político al
mundo del siglo XXI. Y no olvidemos que, sin caer en el proselitismo, que lo
que Europa representa merece ser escuchado en el mundo que viene. Sin temor a
equivocarme creo que, como Zweig, es imprescindible que lo sea.
Debe destacarse especialmente la perspectiva
intergeneracional de esta fraternidad.
Es por todo ello que los socialistas no
podemos consumirnos siendo los meros comparsas de esa Europa absorbida por los
mercaderes.
Alguno sabe, sin duda, de la carta que
personalmente entregué a Ángela Merkel, acusándole expresamente de su nefasto
papel de Shylock, el mercader shakesperiano de Venecia, reclamando el precio de
su usura, la libra de carne más cerca del corazón.
Al denostar, como incluso llegó a decir premonitoriamente
el canciller Kohl, padrino de la Merkel, "Una Europa alemana" cuando
ha de ser una "Alemania europeizada", hemos, no obstante, de tomar
todo lo positivo que aporta ese gran país al conjunto y no solo como el país
más rico y poblado.
Ahí están los logros en participación social
Ese diálogo social y sindical que se está
quebrando en España y que es clave para evitar la inestabilidad social.
Modelo alemán, y europeo, que no es el del
Reino Unido ni el de los Estados Unidos.
Por eso hay que tener mucho cuidado cuando
crece exponencialmente el antigermanismo, que no ocurra como pasó otrora con el
“Yanquis, go home!” que las
diferencias con la política alemana, que no con Alemania, nada tienen que ver
con aquel imperialismo, déspota y nada dialogante precisamente.
Ha llegado, en cualquier caso, la hora de que
un cierto baile festivo haya terminado.
Los socialistas, y más ampliamente los
socialdemócratas y los progresistas, tenemos que jugar nuestro papel de
siempre, ponernos a la cabeza del descontento de los depauperizados.
Hacerlo con clarividencia, tacto político,
pero radicalidad y lealtad a nuestros orígenes y a nuestra razón de ser,
críticos y militantes consecuentes.
Y en ese momento nos encontramos con que
nuestros yerros políticos nos han desprestigiado ante nuestros pueblos y no se
escucha nuestra voz. Ni poco ni mucho.
No es audible.
Todos habréis tenido esa experiencia en que
vuestros habituales círculos de influencia. Rubalcaba ha pedido que escuchemos
y que si escuchamos bien no nos va a gustar lo que oiremos de nosotros mismos
Él mismo Alfredo Pérez Rubalcaba viene
diciendo desde ha mucho que los recortes no son la solución, que sin
crecimiento, sin políticas de crecimiento, los recortes auguran más crisis y
empobrecimiento.
Y ahora todo el mundo lo dice, incluso ya
sectores de la patronal y de la más rancia derecha, pero nadie reconoce que
alguien lo dijo muy clarito, porque no se nos oye.
Hemos perdido la credibilidad necesaria para
que un político pueda compenetrarse en el liderazgo social.
Y no hay otra política que encarar los
recortes y a su mayor exponente de política antisocial, la Señora Merkel, la
usurera que reclama el ahogamiento de los países del Sur de Europa para que
paguen a sus bancos que prestaron irresponsablemente su dinero, fomentando la
burbuja inmobiliaria y otros males hoy detectados pero que nosotros mismos no
tuvimos el valor de pinchar.
Recortes y recortes; y los bancos
privados que prestaron a Grecia a manos llenas no tienen deudas, o no las van a
tener del deudor griego, pero se la han traspasado a la Banca Pública y a los
sacrificios en algún caso insufribles. Portugal es también, como le he oído
decir a Rubalcaba, también el paradigma del ejemplo paneuropeo.
Y es que la política sigue teniendo mucho de
maniqueísmo. Se está como falderos de la Merkel -lo ha dicho claramente hace
unos días Salvador Garriga, él (leamos ellos) está a favor de la Merkel sin
lugar a vacilación- o estamos a favor de otra Europa, que sin desdeñar sus
valores de libertad y de cultura, cambie de tercio, en contra de los recortes, al
menos de ciertos recortes que nos hunden, y en pro del crecimiento.
Rubalcaba fue el primero en decirlo en el
páramo, insisto.
Y ahora Francois Hollande afronta un frente
dentro de la UE, que no es ninguna quimera y que ha de pulirse.
Anteayer mismo estuve con Moscovici, el
Ministro de Economía francés, en el Parlamento europeo, al que, por cierto,
bien conozco como compañero del grupo en la legislatura anterior.
Esta mi reflexión ya la expuse, dentro del
partido, a los compañeros de las Juventudes de Oviedo y a los de Langreo que
tuvieron a bien invitarme a perorar estos días pasados sobre esta misma
cuestión
Como dice muy bien Enrique Barón en su libro, "Más
Europa, ¡unida!", el Parlamento en el que hago armas políticas en la
representación que habéis tenido a bien encargarme, es una "escuela de
ciudadanía compartida". Y yo quiero aprovechar la Conferencia política,
vuestra invitación y la recta final de la legislatura para aportar un grano,
que no hace granero, como digo en la primera página de "Europeos, Pero
Incorrectos", que apoya al compañero en la búsqueda de una alternativa
definitiva, que dejando el servilismo al mercado y a los mercaderes, nos
convierta en acicates para una gran transformación en la salida prevista para
junio del 2014. Para entonces hemos de estar al frente de la gran marea de
descontento que acabamos de constatar por doquier; también en Italia,
escuchando para ello, humildemente a los que sufren como debimos hacer siempre.
En Italia salvo castigos como el de
Monti, no se ha estado contra Europa, sino que se vota con la espada encima, en
el pecho, de la crisis.
Nos corresponde desbrozar el camino.
Nos es exigible la clarividencia para sacar a
Europa adelante, haciendo frente con un programa y un liderazgo.
Y en cuanto a este, parece que el nuestro será
el del actual Presidente del PE, Martin Schulz, con unas formulaciones muy
contrarias a la política Comisión Europea/Barroso/Merkel.
El más reciente pronunciamiento de un
parlamentario popular en Asturias, es que ellos siguen a Merkel (Garriga, dixit).
Evidente, querido Watson.
Es la tradicional dialéctica. Los españoles
deberán ver con quien han de estar, pero ojo también nosotros mismos cuál es la
aportación, pues he hablado de Schulz, pero, desde aquí, desde mi Agrupación,
digo desde ya, que no podremos aceptar al amigo Martin si tras las decisivas
elecciones alemanas de Septiembre se produjera el más mínimo atisbo, que espero
que no, de resolver la gobernabilidad de ese gran país con un Grosse Koalition que algunos propugnan.
Espero que esto esté claro. Nada de
mamporreros en la reconstrucción de una Europa solidaria
El liderazgo socialista y socialdemócrata
europeo debería ir, entonces, por otros derroteros, quizá Paul N. Rammussen, el
danés que conocemos bien y que no se entregará.
Gracias, compañeros.