En la niñez, Sor Ángeles, de las llamadas
"Siervas de Jesús de la Caridad", que cuidaba las insomnes noches
enfermas de mi abuela, me convenció que la breve jaculatoria "Sagrado
Corazón de Jesús, ¡en vos confío!" producía automática indulgencia de 500
días, que podía aplicar a una de las ánimas a mi elección; poco después, al
llegar al Colegio de los Dominicos, había impresa, en seis líneas, una oración
al Nazareno, que otorgaba apenas "Cien días de indulgencia". En
seguida se me produjo una contradicción que nunca logré conciliar: en el tiempo
que silabeaba un indulto para una pena centenar, conseguía el equivalente a
varios miles, por más que conservo en igual un entrañable respeto a mis
preceptores escolares y a aquella bondadosa monjita.
La benéfica tranquilidad de
que en el aeropuerto de Ranón, también conocido como Santiago del Monte, con
tan buenos profesionales, no sucede nunca nada de particular, salvo el
alarmante descenso de operaciones, se me rompió el pasado jueves, 6 de Febrero,
cuando a mi regreso de Estrasburgo, vía Madrid, tuvimos un accidentado, mejor complicado,
aterrizaje. A la larga no muy distinto de lo que sucede cotidianamente en Nuevo
Sondica/Bilbao, en Funchal (Madeira) o en cualquier otro habitual de meteorología
revuelta, o cortedad de pista.
Rugía el viento y en la
oscuridad se distinguía un lejano incendio montañoso en forma de diadema
rojigualda que también era bien indicativo de un invernal viento sur, del que
habla Clarín en la segunda frase de La Regenta y debió asolar Oviedo en la
trágica Nochebuena de 1521 en que apenas resistió un solo edificio
civil, el bautizado luego como del Marqués de Santa Cruz de Marcenado, la
probable casa ficcional de la Regenta.
Todo, no obstante, parecía
normal hasta que tocamos tierra con cierto estruendo y un bote que nos dio un
respingo al pasaje. Quien me suele ayudar con el servicio de sillas de ruedas
me dijo luego que había quedado lívido viendo, a la altura del finger,
cómo el ala izquierda rozaba, ladeada, la pista, lo que no había apreciado
jamás en veinte años. Un bote como si la alargada y alada nave metálica fuese
un balón de goma en manos del pivot Pau Gasol, pues el comandante, con
peritos nervios de acero, subió el avión de nuevo a los aires. Dimos un par de
vueltas completas volviendo a ver el pequeño incendio en el mismo sitio. Apenas
recuperada la estabilidad el dicho comandante dijo que lo intentaría en
siete minutos y que de persistir el peligro de indomable viento racheado lo
conjuraría regresando a Madrid.
Con exquisita puntualidad, volvimos, en efecto, a
aproximarnos con parecido movimiento ventoso cuando justo antes de tocar tierra
fueron audibles dos voces que venían, me pareció, de atrás, "¡Volvamos a
Madrid!", que recogería la prensa al día siguiente, y otra, con marcado
acento sudamericano: "¡Alabado sea Dios!".
Ángel González, nuestro poeta por excelencia, contaba
cómo había despertado una mañana, tras una noche de copas en El Paraguas, en un
banco de la Catedral y que al oír los cánticos latinos de la misa de los Sres. Canónigos,
y apreciar sus casullas de ceremonial, creyó encontrarse en la entrada del
cielo. El famoso título novelístico de Hemingway, corresponde a otro poeta,
John Donne, preguntándose por quién dobla, en singular, la campana que doblaba
por él mismo. A mí no me ocurrió tanto pero la invocación a la piedad divina,
en supuesto pleno tránsito vital, de un convencido creyente, compañero de
pasaje, me recordó a Sor Ángeles y su forma más práctica y concisa de eludir el
fuego del Purgatorio, cuyas llamas no faltaron tampoco por un instante pues no
hubo incendio alguno confirmado en las inmediaciones.
En cualquier caso, nada del aeropuerto astur me es
ajeno; espero que tampoco a la autoridad que recorta pistas inopinadamente y
desincentiva vuelos para viajar los asturianos y recibir visitantes, que buena
falta harían. El muy genial Julio Gavito, que acaba de morir, emitía muchas
chanzas de nuestro paisanaje empresarial que se pierde en el Kennedy neoyorquino;
en cualquier caso, hay que volar y salir; para encontrar el sendero y quitarse
el pelo de la Dehesa ya están otras brújulas de las que aprender.
5 comentarios:
Me gusta, marcho uma semana a Tanzania con nieto mayor.C
Este me ha gustado, hasta me has provocado un cosquilleo en la boca del estòmago con ese aterrizaje peligroso. L
Bueno, lo importante es que Aena está considerando otras alternativas, pero creo que la que más papeletas tiene es la rellenar gastándose 4m.
Esa solución es como matar moscas a cañonazos, y ya sí que es una decisión política.
No gastar a lo tonto, como en tiempos precrisis.
Tuviste una toma corta debido a viento racheado pero eso ¡ no se soluciona con 150 m de pista!
Desde luego, el aeropuerto, que siempre ha sido de lo más beligerante, está con el hacha de guerra . En algunas cosas les doy la razón pero no en esta! El
¡Y no tiene que ver con el PP, sino con una interpretación sobre la frangibilidad de los elementos del radioaltímetro dentro de la normativa vigente!
Está muy bien.
Recuerdo algún vuelo también épico. Uno Madrid Alicante entre rayos y turbulencias en el que también me encomendé a todo el séquito celestial; un aterrizaje en Ranón idéntico al que cuentas, y un Asturias París con Air France, avión pequeño, que parecía juguete en manos de las caprichosas manos del mismísimo Dios Eolo.C.Ll
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