viernes, 7 de febrero de 2014
La luna en la sidra
Por un magnífico artículo/reportaje de María José Iglesias me entero que el trasiego, la amalgama perfecta entre los diversos toneles, por acidez o suavidad, ha de hacerse con la luna en cuarto menguante, fase en que los antepasados apreciaban su mejor instante prolongado de reposo. Lo creen y practican, desde tiempo inmemorial, en Sidra Cortina, y en todos los demás lagares, incluso antes de ser marcas industrializadas, en que lo hacían a calderaos.
Acepto, con solaz regocijo, la bondad y el sabor de la noticia y su atractivo tratamiento, mientras rememoro, por mi parte, la poda de las arboledas por los paisanos, optimizando la savia, bien acompasados con el poético y ensoñador satélite; tan paradójicos y equívocos todos esos ritmos astrológicos que en la dura lengua alemana evocan a la luna en masculino, der Mond, cuando tanto se canta en español su supuesta femineidad léxica y, a veces, conceptual.
Don Álvaro Cunqueiro, en su Mondoñedo, invocaba fenómenos mágicos del vino gallego, de la gastronomía cinegética y de la Santa Compaña. El gran escritor no debió morirse antes de pasar por Amandi, en Villaviciosa, para compenetrarse con esa espiral sidra/luna. En tierra lucense, efectivamente, hay quien sólo embotella sus caldos en plenilunio, cuidando el viento, pero esa búsqueda de la levedad visual del imán lunar es distinta, por ejemplo, a la del río sagrado para los hindúes del Ganges, donde se fueron las cenizas de Gandhi y del beatle George Harrison. Allí, los fieles se bañan y festejan reencarnaciones, saneando pecados generacionales, solo las noches sin luna alguna. Sucede en la confluencia con los ríos Yamuna y el virtual, ya inapreciable y mítico, Saraswati.
Creo en el quehacer y valor añadido de los lagareros astures, en la experiencia de La Proba de la calle Gascona, vetustense, y afrancesada que fue; también, de la manzana a la uva heroica y poco soleada, en la tradición incipiente-no sé si recobrada o de reciente cuño- de San Tiso que abre la temporada del vino de Cangas, y bien me sé, incluso aquí, en la francofonía bruselense, el arraigo del primer beaujolais, que de un vino mediocre han logrado todo un rito nacional galo. Algo de esa inspiración lunática decadente estaría también en “El Gaitero”, con la que se brindó -Jaime Peñafiel dixit- el natalicio de Don Felipe de Borbón hace cuarenta y seis años.
El ritmo lunar es definitivamente nuestro, gracias al surrealista trasiego sidrero, con intervención artesanal talentuda que no sucede con la terca monotonía horaria de las mareas. Cuando la luna se va escapando, la sidra atrapa sus restos, sin fatalismo, en las vendimias del sueño, que sobrecogían el movimiento sociopictórico de los André Breton, Magritte, Aurelio Suárez o Dalí, con la magia para espumas y culines, que saben mejor luego a la luz de la luna, aseguran los entendíos.
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5 comentarios:
Genial.Joaquín L.
Bonito.Saludos.Tintin
Qué bien escribes. Sólo unas líneas para decirte que me acuerdo de ti y de los tuyos y que espero que estési todos muy bien.
Un fuerte abrazo,
S
Las disquisiciones y discusiones lunáticas son curiosas para agricultores, marineros, nigromantes... . Todo el Cosmos es fuerza e interelación. Dicen que los del Eo estamos un poco pirados por los vendavales. No les falatará razón. A algunos nos basta cualquier ventolera y, a veces, susurro de una brisa. LL
Hola Antonio,
Me encantó tu manera de darle a la sidra ese aire de misticismo astral. Suerte con las elecciones! Abrazo desde Barcelona.
Román
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