viernes, 21 de marzo de 2014

Magdalena, atrapada en la locura procesal



En los años treinta, en la plaza militarizada de Oviedo, le exigieron sumariamente a Javier Bueno, Director de Avance, fianza  supermillonaria  porque sus encendidos editoriales habrían provocado una revolución con no sé qué cuantía de estragos. Bueno se limitó a señalar, que no llevaba consigo dinero suelto. Es una anécdota que me viene al magín cuando a mi querida Magdalena Álvarez le reclaman cantidades enloquecidas.

No dudo que todo eso de los EREs sureños es un abominable monstruo de varias cabezas, pero no concibo responsabilidad alguna, ni aún remota, de Magdalena, persona tan sería, estricta y ponderada, que no se habrá quedado con nada, que luego fue Ministra, buena Ministra, Parlamentaria Europea, buena Parlamentaria, y gestora del Banco Europeo de Inversión, buena y sobria Vicepresidenta Ejecutiva. ¿Es éste el instrumento que tienen algunos jueces para fiscalizar al Ejecutivo y al Legislativo disparando a bulto y por elevación? Luis Yáñez, compañero de ambos, me pregunta, y no sé responder con antecedentes que conozca, salvo el esperpento del legendario periodista, cómo se puede fijar una fianza tan descabellada y aberrante en un procedimiento cuya hipotética imputación ni tan siquiera es firme pues pende de un recurso. Y abracadabrante, como he escuchado a Iñaki Gabilondo, lo de que junto al que incumple una ley se procese al que la hizo porque otros la incumplieron.

Más bien creo que, puesto que lo ocurrido con los EREs andaluces no es cuestión baladí, debería de haber criterio rigoroso, decía Ortega, para acometer su reparación y no afectar a la rebatiña a quién se limitó a su función.

Durante décadas ha sido intriga mediática el contenido de los bolsos de la Reina de Inglaterra, de la Thatcher y hasta el anaranjado de la Sra. Merkel; el de la instructora de los EREs, dotado con ruedecitas, es ya castizo también. Se comenta que en plena modernización informática arrastra papel con pasión filosófica por Diógenes, pero para mí que lleva consigo un comecocos, o incluso una playstation, con una aplicación para sortear marcianos, digo, aforados, que en su particular guerra de las galaxias, no le explosionen, obligándola a cambiar la casilla de jugador, digo de ju(z)gador.

En aquellas calendas, Javier Bueno, fue salvajemente torturado para qué pagase una falta que ni tenía ni podía cuantificarse de esa forma en semejante procedimiento. Por fortuna, ya no estamos en los famosos métodos del llamado crimen de Cuenca y a Magdalena ya nadie pretende torturarla físicamente, pero no es desdeñable la tortura moral que padece y también la sufrida por los que nos consideramos sus amigos.

Espero, desde mi Brubru, que la Justicia con mayúscula, en la que sigo creyendo, lo ponga todo en su sitio pronto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias!
Ademas de ser un gran artículo rezuma cariño y amistad.
A estas alturas de mi vida hay cosas que valoro especialmente y es sentir cerca a los que considero a mis amigos,a las personas que respeto.Eso es lo que me qyuda a resistir y ,por que no decirlo,lo que me hace feliz.
Un fuerte abrazo
Magdalena

Anónimo dijo...

Y que la jueza termine su instrucción y deje de involucrar a inocentes junto a chorizos

Anónimo dijo...

Muy bueno, sobre todo, lo del bolso con ruedas y su contenido.Vitoria

Lazarillo dijo...

La cita de Javier Bueno me sirve para interesarme por unas notas biográficas sobre el periodista, que escribió usted con relación a un ensayo de Bueno. Dónde las puedo encontrar? Mi correo: [email protected]
Felix.