El Rector
"Un hombre,/el único,frente a la sola ruina,/corona un túmulo de escombros..."
Angeles González Fuentes,"Sales de PLATA".
Pedro de Silva es muchos Pedro de Silva.Alfonso Iglesias le cantaba con un humorístico octasílabo,"Un presidente que silva",y Gustavo Bueno,en el madrileño Círculo de Bellas Artes, con un rotundo"no robó".Ahora,autor de Teatro,antes poeta,novelista y columnista cotidiano.
Mucho sentí inasistir a la presentación de El Rector. La biblioteca universitaria, cuyo incendio tanto dolió a Don Leopoldo Alas Argüelles, era marco pintiparado para la rehabilitación histórica y moral de esta personalidad.
El texto es magnífico.No sé si será representado pero mantiene clásicos recursos para animar la mejor carpintería teatral,con un par de alternativas de montaje. Los libros,tan consustanciales al personaje, están en escena, salvo,claro,en la contrastada sobriedad carcelaria, en los bajos de la Diputación,donde se hizo un juicio, tan alejado del Derecho,y en el siniestro despacho/comedor episcopal salmantino del Generalísimo Franco, asesorado por un antiguo amigo íntimo de García Lorca, Martínez Fuset, llamado "Fusta"en El Rector.
El género teatral es, en cualquier caso,simple carcasa del mensaje moral que se contiene en las frases hagiográficas y emotivas de Don Benjamin Ortiz,el canónigo,que bien conocí,y que se han filtrado oralmente de generación en generación, "Mataron a un santo", y en cuya valoración más precisa de que Leopoldo Alas "no hizo nada malo"insiste de nuevo Pedro de Silva.Se resalta la presencia maléfica del pegajoso viento sur, de la segunda frase de La Regenta y de las grandes catástrofes de Vetusta.
Las pretensiones del autor no van más allá de esa ágil envoltura ni de la fijación para siempre de tan importante mensaje.No hay aportaciones novedosas ni se buscan en la conocida biografía de Alas que quizá vengan en la esperada tesis doctoral que prepara Francisco Galera.Pero esa autolimitación investigadora es también grandeza que se dirige a excitar, con su propia memoria social,la conciencia colectiva de Oviedo y de su Universidad.Todos sabíamos lo que sucedió pero El Rector se afana en actualizarnos su lacerante tragedia,no solo, que también, en su heroicidad, sino por la vacilación pusilánime de algunos, y la falsaria y aberrante seguridad del enfervorizado público asistente a la vista oral del ilegítimo proceso. Sin desdeñar tampoco la crueldad ilimitada de un dictador que odiaba a Vetusta/Oviedo,manifiesta desde que,habiendo tenido su primer domicilio en una pensión de la calle Rosal,con el acceso en cota menos uno de la acera,quiso,por parecerle poco,que sus biógrafos oficiales le situaran únicamente en un Hotel con pretensiones,El Parìs,de la central Uría.
El Rector,bien editado por Losada, es un documento histórico y artístico muy útil para comprender lo que aquí ocurrió,o sigue ocurriendo,pues, como gustaba expresar Faulkner,usuario,tal Pedro,de todos los diversos géneros literarios:El pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado.