EL RUIDO DE LA CALLE
Cataluña, a la anarquía
Los de la CUP se han visto en secreto con Artur Mas y con algunos dirigentes de Esquerra. Los hijos de los chatarreros y los hijos de los evasores se están repartiendo la nonata República de Cataluña. Esto sí que es teatro pánico: los que piensan que la anarquía es el orden y la propiedad privada un robo están pactando con los nacionalistas de las sedes embargadas. Todo por la patria.
Anuncian que entre los días 6 y 7 de noviembre habrá una declaración solemne de independencia, antes de la investidura del nuevo 'president', que no será -al parecer- Artur Mas. Los de la CUP -postodo, objetores, okupas, antisistema, insumisos- están dispuestos a aprobar la salida del maratón con la meta más allá del horizonte, donde la utopía. Son pocos, pero tienen mucho sentido del humor. Empezaron como castellanohablantes y acabaron como pancatalanistas. Se han tirado de cabeza en el sistema para devorarlo.
"Yo, como Macià, Companys y Pujol -confiesa Antonio Baños, dirigente antilíder- tardé bastante tiempo en hacerme 'indepe'". Antonio Baños fue 'esqueleteador' y 'puchelón' en Los Carradine, un grupo punk-pop que cantaba: "Cuando llega mayo las chicas cambian de color, como dijo Charles Denner en la 'peli' de Truffaut".
Este periodista, que degeneró en político, es divertido y vacilón. "No está aquí por los 'selfies' -dice un colega que le hizo una entrevista-. Cuando el liderazgo de lo nuestro parece estar en manos de las marujas de Facebook, de los comisarios políticos de blog y los 'ciudadanistas' post-15M, Baños está aún en el pupitre rayado de la vieja escuela, con las rodillas peladas y afilando el tirachinas".
Tienen el culo tostado de la silla eléctrica y se disponen a hacer posible el nacimiento de una nación con sus enemigos de clase, con los hijos de los patronos de las fábricas donde trabajaban sus padres. La madre de Baños se llamaba Llibertat. No sé como se clasificará él mismo; a mí me parece un libertario de libro, no de los de la bomba y el puñal, sino de los post-anarcos. Siguen negando el Estado, con una visión utópica e irrealizable de la política. No llevan monos de milicianos, ni creen que las iglesias que más iluminan son las que más arden, pero sí sueñan con una Cataluña lejos de la puta España. Los anarquistas buscan la felicidad de la tierra y son capaces de sacrificar su vida para lograr la perfección.
La de la CUP libertaria sería la lectura más positiva. La otra sería la de una pandilla de psicópatas antieuropeos, una secta más de las que surgen en la UE, como bandas de payasos, 'liguistas', xenófobos, termitas del único edificio que hay en el mundo donde se defienden los derechos humanos y el Estado del Bienestar. En España, el anarquismo -la idea- ha tenido raíces profundas, especialmente en Cataluña. En este momento de incertidumbre, cuando los partidos están desacreditados, bañándose en ideologías bamboleantes, triunfan las fábulas de la felicidad de los vegetarianos. Lo malo de la anarquía en Barcelona es que suele terminar en semanas trágicas.