Esta semana, en una Venezuela peligrosa que hace equilibrios y milagros sobre una cuerda floja entre la tierra clara y misericordiosa de la libertad y la dictadura definitiva, el poeta Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930) ha salido a leer poemas a las calles de Caracas. El escritor más influyente de ese país y otros amigos suyos, compañeros de la poesía o la música, eligieron los versos y las canciones para ir bien armados y sin escudos a la guerra con silenciador que sufre su país.
El poeta de Cuadernos del destierro, Intemperie y Falsas maniobras y su esmirriado ejército de artistas salieron a leer y a cantar en bares, restaurantes, parques y centros culturales de la capital bajo el lema Poesía, música y ciudad, en medio de la atmósfera de violencia, miedo inducido, persecución, asesinatos y acoso que despliega el gobierno de Nicolás Maduro en las vísperas de la elecciones presidenciales que se celebrarán el domingo que viene.
Cadenas no es un militante del antichavismo, ni un anticomunista profesional. Es un intelectual lúcido que, en su juventud, en 1952, tuvo que irse al exilio a la isla de Trinidad, perseguido por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Es alguien que opina y participa en la vida política de su país sin aspavientos, discreto, con el mismo poderío silencioso de la palabra que ha marcado a las nuevas generaciones de poetas venezolanos, y lo ha convertido en un personaje eterno en la primera fila de la poesía en español.
El autor de Derrota, uno de los poemas clásicos de la literatura de Venezuela, es también profesor, ensayista y traductor. Su presencia en el país donde nació no es del agrado de las autoridades porque Cadenas aprendió desde temprano a decir lo que piensa y, lo que es peor para los funcionarios, a escribirlo bien y a publicarlo.
Su trascendencia no radica, por supuesto, en su actividad política. Le llega directamente porque hace una poesía cuidada y perfecta, pero sin destilar, enamorada o pretendiente de la filosofía y que recuerda, allá muy lejos, los arpegios del cuatro venezolano.
Así lo ven los lectores de poesía de América Latina. Y los críticos y académicos de Venezuela porque le entregaron, en tiempos pasados, todas las medallas y pergaminos concebidos para los escritores del patio que fueron más allá de la promesa. Como el gran poeta que es, lo aprecian también las instituciones culturales y sus colegas de México y España, que le han concedido algunos de sus más importantes premios literarios.
Cadenas salió a leer este fin de semana con su pequeña tropa porque quiere que la vida cambie y se niega amanecer todos los días en una Venezuela de la que los jóvenes tienen que irse a otras tierras a buscar "algo más que un certero tiro, una ominosa discriminación, un insulto en cadena".
El poeta necesita que se borre del mapa ese país enfermo que él describió en su pieza ¿Dónde está Venezuela? Comparto con los lectores de EL MUNDO unos versos de ese poema: "Lo que queda aquí,/ rodeado por Colombia, Brasil y Guyana/ frente a ese hermoso e imponente mar Caribe./ Esto,/ este corral al norte de América del Sur./ Esta republiqueta de vivos, sicarios y malhechores./ Esto/ que ya no es un país sino una parodia de República Bananera./ Esto no es Venezuela./ Este pozo de plomo y sangre, este luto en gerundio, este llanto que no cesa, no es el país del que nos canta el 'Gloria al Bravo Pueblo'./ Esto, este solar de mansas colas de hambruna/ no es la tierra que parió a héroes independentistas./ Esto no es más que la república bolivariana de Venezuela. Así con minúsculas . Disminuida y empobrecida,/ Ensombrecida, envilecida y triste".
1 comentario:
Efectivamente.C
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