El Ayuntamiento madrileño de Manuela Carmena ha vuelto a dar la campanada, en este caso navideña. Si primero fue que las madres limpiaran los colegios, que los universitarios adecentaran las calles y que los niños recogieran colillas, ayer saltó la noticia de que habría una Reina Maga en las cabalgatas de dos distritos capitalinos: Puente de Vallecas y San Blas-Canillejas. El asunto provocó una encendida polémica entre los grupos políticos municipales y entre los propios ciudadanos, unos a favor y otros en contra. Unos en pro de la integración de la mujer y la paridad y otros partidarios de mantener la tradición. Las redes ardían y la concejala de distrito de San Blas, Marta Gómez Lahoz, de Ahora Madrid, aclaró que no habría una Reina, sino una mujer disfrazada de Rey. Aún así, la polémica y las bromas no cesaron.
Lo que no saben muchos de los que ahora tanto se escandalizan es que la idea no es nueva ni la controversia tampoco:ya la patentó en 1987 Antonio Masip, entonces alcalde de Oviedo, junto a Covadonga Bertrand, quien, además de la Concejalía de Turismo, ocupaba también la presidencia de la Sociedad Ovetense de Festejos (SOF).
«En realidad, se le ocurrió a Covadonga», explicaba ayer Masip. Y él aceptó encantado la propuesta de que Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente tuviesen en la cabalgata de aquel 87 rompedor tres ayudantes femeninas. Una de ellas, hoy tan conocida como la abuela de la actual Reina de España: Menchu Álvarez del Valle, entonces locutora de Radio Cadena Española, a la que le correspondió el papel de Melchor con su poblada barba blanca. Las otras dos elegidas fueron Ana Sofía Noriega (también de Radio Cadena Española, que fue Gaspar) y María Alzira Rolland (Baltasar), una de las voces más populares de RNE, que recuerda que «aquello fue maravilloso».
La única preocupación de aquella jornada -rememoraba ayer Rolland- «era el problema de las voces, que además eran muy conocidas», por lo que, durante la recepción a los más pequeños en el Ayuntamiento, ella simuló «que estaba enferma para no hablar» y no descubrirse. Todo fue mímica.
«Nada que ver con Menchu y Ana Sofía, que hablaron por los codos, hablaron por ellas y por mí», se acuerda. Pero, mientras esa escena idílica tenía lugar, en las calles «se había montado un jaleo terrible» entre entusiastas de y detractores de las tres magas.
«Decían que no había derecho, que era robarles la ilusión a los niños. Unos decían que sí, otros que no y a mí me entrevistaron incluso desde Alemania. Pero lo cierto es que no pasó nada. Aquellos pequeños tenían unas caras de encanto increíbles sentados sobre nuestras rodillas. Estaban tan felices que no se enteraban de nada».
Como relata el colaborador de EL COMERCIO Manolo D. Abad, que entonces era apenas un crío -además de hijo de aquella Baltasara-, los de su generación vivieron aquella cabalgata «con entusiasmo y normalidad», sin ser conscientes «de la magnitud de la idea de Masip y de lo que suponía contar con mujeres para una actividad que se creía exclusiva de los hombres». Yeso,«a pesar de algunas voces que se alzaron contra la iniciativa», las de «esos mismos que siempre se oponen a cualquier innovación y llenan de tinieblas las luces del raciocinio».
«Y, a pesar de que todo salió a la perfección y de que se demostró que éramos bastante adelantados para la época, aquello no se hizo más», reflexiona el propio Masip, al que también llamaron de la tele para hablar sobre el fenómeno de las reinas de Oriente.
Y la historia que se repite ahora en Madrid, donde, según aseguró Marta Gómez Lahoz, «en ningún momento el Ayuntamiento ha querido cambiar la historia de los Reyes Magos». Una afirmación que fue contestada desde la oposición por la portavoz del PP, Esperanza Aguirre, siempre tan ocurrente, que aseveró que ella es «partidaria de la paridad, pero no de las paridas». Hoy, igual que hace casi tres décadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario