Los esperaba cada tarde
Se han ido los estorninos
Los jardineros espantan
Valiéndose de cien ruidos
A los que parece temen
Tal su inocencia de niño
Ya comprendo tanta queja
Pero sin los pajaritos
Los cielos se nos escapan
Apenas sentidos ni oídos
Y mueren casi a la vez
Que esos gestos extrafinos
Frente a la música visual
De estorninos perdidos
6 comentarios:
Muy bonito...
Habrá que ponerle Música a los estorninos cantores! Ya lo hizo Mozart que tenía uno de mascota. Y Ernesto de Curtis que le pedía a las golondrinas que partían buscando primaveras que no se olvidaran de él.
J
Estrofas muy emotivas para los que nos gusta la naturaleza. Gracias.P
para que no se note la ausencia del coro de estorninos en Oviedo cantéis mucho esta nochevieja y todo 2016!
J
Te encuentro muy romántico. ¿Acaso son la fechas o el desencuentro en Ferraz?
P
23/2/2016
Entre la fronda francisca,iluminada por radiante sol del mediodía, aparece el brazo rojo de una máquina desbrozadora, que hace su trabajo sobre el ramaje en una suerte de sorpresivos colores.Es como el vuelo despistado de un estornino, tan acosados que están,que fuera de rama a rama,sin provenir del cielo sino del asfalto insinuado de un suelo que me consta pero no veo. El brazo rojo brillante,anaranjado,se transforma,a la altura del codo,en un extensible crema,un poco menos ancho.Apenas se ve la máquina manca que lo sostiene,puede que a la altura de La Rosaleda,con un efecto semejante al genial trucado del Teatro Negro de Praga.
Aquí y ahora,sin negrura ni sombra alguna,entre el verdín y el marrón grisáceo del Campo.Después,quizá llegada la hora laboral del almuerzo,la máquina se encoje y aquieta frente a mi mirada racheada. El efecto con el parón del vuelo pasa a ser de una nave extraterrestre,incrustada a media altura en la que parece instantánea espesa arboleda,o un simple nido gigante de las cigüeñas que el año pasado creí confundidamente haber visto.
Entre la fronda francisca,iluminada por radiante sol del mediodía, aparece el brazo rojo de una máquina desbrozadora, que hace su trabajo sobre el ramaje en una suerte de sorpresivos colores.Es como el vuelo despistado de un estornino, tan acosado que está por luces y ruidos de artificio,que fuera de rama a rama,sin provenir del cielo sino del asfalto insinuado de un suelo que me consta pero no veo. El brazo rojo brillante,anaranjado,se transforma,a la altura del codo,en un extensible crema,un poco menos ancho.Apenas se ve la máquina manca que lo sostiene,puede que a la altura de La Rosaleda,con un efecto semejante al genial trucado del Teatro Negro de Praga.Aquí y ahora,sin negrura ni sombra alguna,entre el verdín y el marrón grisáceo del Campo.
Después,quizá llegada la hora laboral del almuerzo,la máquina se encoje y aquieta frente a mi mirada racheada. El efecto con el parón del vuelo pasa a ser de una nave extraterrestre,incrustada a media altura en la que parece instantánea espesa arboleda,o un simple nido gigante de las cigüeñas que el año pasado creí confundidamente haber visto.
(23/2/2016
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