Hemos podido ver la tremenda protesta del Ayuntamiento de Oviedo de recoger un poco (pero no del todo) la bandera azul de las estrellas europeas en razón al desaguisado político, jurídico y ético originado por desconocer decenas de años de leyes y normas de asilo por un pacto con Turquía para mercadear con el tráfico de personas, y hemos visto ayer esa misma bandera a media asta y un crespón negro en el Ayuntamiento de Gijón. Tremendas protestas institucionales que han tenido el rechazo explícito de la derecha, de la extrema derecha y del señor Masip.
El señor Masip ha sido eurodiputado muchos años y su pensión deriva directa y exponencialmente de esa circunstancia. También de la otra circunstancia derivada, los fondos de pensiones Sicav, y su constatada evasión de impuestos. O de otras significativas derivaciones de los votos emitidos, para que sus señorías no dejaran de viajar en primera clase o que sus salarios, en tiempos de crisis, no fueran congelados como al resto de la población.
No parece que sea ninguna maravilla ni siquiera extravagancia el que se recoja un poco o se simbolice un desacuerdo con un hecho tan gravísimo como las devoluciones de personas que huyen de la guerra o el mercadeo de vidas que incluye el espaldarazo al gobierno turco, en lo político y en los seis mil millones de euros comprometidos a cambio para seguir machacando, bombardeando, destruyendo personas, comunidades, aldeas en el Kurdistán, o metiendo en la cárcel a periodistas y académicos que se oponen a ese genocidio continuado.
La vergüenza europea que nos avergüenza a la mayoría tiene en el señor Masip elementos diferenciados, que respetamos, pero de ninguna manera compartimos, si además, en esa defensa de la famosa bandera y de otras banderas y simbologías va implícito el voto continuado en el PE (al parecer en contra de su opinión pero por obligación de su grupo político) a los favoritismos con Marruecos, pese a la ocupación ilegal, ilegítima y cruel del Sahara, y que estos días ha derivado en un insulto grandioso del gobierno marroquí a la ONU, a sus banderas y a su secretario general, sin que haya constancia de protesta alguna por este maltrato que pone de nuevo al Sahara a las puertas de la guerra de liberación.
Y si esa bandera azul con estrellas, que hunde sus valores en el Mediterráneo según la acertada campaña de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, ha servido también al señor Masip para viajar, por ejemplo, a Colombia, verificar elecciones presidenciales dándolas por ejemplares, cuando hasta los propios grupos paramilitares de extrema derecha han confesado sus prácticas de terror para conseguir votos para Uribe, razón por la cual la mitad de sus asesores están presos, incluidos su primo y su hermano, pero el señor Masip, contradiciendo la versión de otra misión asturiana, dio por buenas, arropó desde su escaño europarlamentario, y contribuyó a esconder, temporalmente, el terror de Estado que asola a aquel país desde hace 60 años.
Hay una ignominia que protagoniza la Unión Europea, y en vez de contribuir a darle la vuelta, con medidas efectivas, pero también simbólicas que señalan la irresponsabilidad de mandatarios europeos, Masip aprovecha para meter baza contra su oponente a la Alcaldía de Oviedo, tratando de meter dedo en el ojo, en vez de utilizar su experiencia jurídica, si fuera el caso, para iniciar un proceso judicial y criminal contra quienes, con bandera europea, inducen al traslado masivo y forzoso de personas, alimentan a nuevas mafias y se convierten ellos mismos en los mayores mafiosos del mundo, y vulneran escandalosamente toda la construcción europea de derechos y libertades.