Oona: de O'Neill a Chaplin y Salinger al fondo
La afición al teatro cultivada en los Dominicos
27.08.2016 | 05:33
Oona: de O'Neill a Chaplin y Salinger al fondo
Antonio Masip Siempre agradeceré al Colegio de los Dominicos, en plena celebración centenaria, que me familiarizara con el teatro, la confesada pasión de mi padre, en cuyas representaciones colegiales se me esfumó el llamado miedo escénico, terapia impagable luego para el foro, los exámenes orales o pequeños mítines universitarios. En el colmo de la audacia, uno de aquellos curas -apenas les decíamos frailes- montó "La cuerda" de O'Neill para la que eligió a Gerardo, un compañero, en un exitoso casting, que daba a la perfección el tenebroso personaje. Desde entonces siempre me intrigó ese Nobel americano que, a través de su hija Oona había emparentado con Charles Chaplin, cuyo mito no dejaba de crecer en mi imaginación admirativa. Cuando prologué uno de los magníficos tomos sobre el Archivo Municipal de Oviedo, la autora, Palmira Villa, a punto de cumplir cien gloriosos años, me descubrió que, pese a que lo ocultase, una de mis referencias correspondía a la influencia del cómico genio de origen londinense.
Varios años después fatigaba yo el Paseo Charlot de Vevey, cantón de Vaud, donde representé profesionalmente a un capitalista asturfrancés en fallida negociación con una multinacional que allí tiene sede, como ya conté de forma pormenorizada en "Desde mi ventana". La empresa suiza puso a mi disposición coche, cuyo chófer, Sandro, lo había sido de Oona y los demás Chaplin. En nuestras conversaciones, Sandro, personaje a su vez de "Gold Gota", del excéntrico aristócrata J. L.Vilallonga, me aseguraría que "en la familia Chaplin estaban todos chiflados, salvo Carlos Saura y sus hijos".
Ahora, Fréderic Beigbeder, autor de "Oona y Salinger" me acerca a esta Oona, que solo conocía fugazmente a través de una de las obras de O'Neill, de Geraldine, su hija, y del tal Sandro.
No tenía, sin embargo, idea de que antes de casarse con uno de los mayores genios de todos los tiempos, Oona había tenido juvenil relación con Jerome D. Salinger, que pasa, a su vez, por otro talento incontestable de la Literatura, siendo su "El guardián entre el centeno", con título tan enigmático en español, obra de culto generalizado.
Chaplin, O'Neill, Salinger...con Oona de fondo...¡ye mucho!; ¡aunque bien siento que Beigbeder no esté como relator a la altura de sus personajes de ficciorealidad!