PRODIGIOS DEL EO
TRES PRINCESAS MORAS SE TOPAN CON L'HOME MARÍN CUANDO CELEBRABAN EL CUMPLE DE AIDA.
"-No me maravillaría de nada deso-replicó don Quijote-porque,si bien te acuerdas, la otra vez que aquí estuvimos te dije yo que todo cuanto aquí sucedía eran cosas de encantamiento, y no sería mucho que ahora fuese lo mismo",Don Quijote, cap.XXXVI
Otro verano. La misma luz; los mismos río, ría y ribera. La clave, no obstante, en saber si somos también los mismos o es solo distinta la visión de iguales portentos.
Ante la llegada de las amigas de Aida, Elo sacó la terquedad que yo creía antaño de exclusiva patente de los que descendemos del Aragón baturro; está, sin embargo, ya claro que en el céltico Valle del Alto Narcea no nos dejan atrás.
Mi mujer estaba empeñada en que fatigáramos toda clase de sortilegios para que, con eficaces advocaciones, y hasta ex votos, los delfines y las no menos saltarinas perseidas adelantaran unos días sus prodigios. Aida quería reservar el evento de nuevo para García Martín, casual beneficiario la temporada pasada; la convencimos, sin embargo, de que si la presencia de cetáceos era solo probable, al albur de la temperatura del agua y de la memoria conservada en la manada de antigua senda pesquera, la visita de perseidas estaba programada muy antes del afamado pronosticador Nostradamus. Alguien dijo que profeta viene lejanamente de poeta y, a firmamento despejado de nieblas y otros velos y otras gasas, los metéreos despiezados de Perseo no fallan en su baile periódico desde los astrónomos chinos contemporáneos a Cristo para acá. Sucede en cuanto Ribadeo y Castropol apagan farolas en las noches próximas a San Lorenzo, supuesto motivador por su martirio, con la tradicional apropiación de ídolos y simbología paganos, de un amplísimo coro silente de plañideras celestes.
¡Qué menos prodigio para saludar a Noemí, Noelia e Isabel, con la reverencia de su merced!
García Martin dejó publicado: Añado a mi interminable testamento, tan repleto de maravillas, los delfines (...), de Figueras, que han abandonado su ruta habitual para venir a saludarme y anunciarme algún prodigio"
Aquellos chinos son ahora, sigilosos y comunistas ellos, el gran banquero de Occidente y de nuestra decadencia, pero generaciones arriba creyeron aprender, paciencia, ocio y sapiencia al unísono, en la contemplación del cielo.
¿Qué harían los chinos en el Londres romanizado de los siglos II-IV, como consideran recientes y controvertidos descubrimientos (Seres, el pueblo de la seda, les decían en Britannia)?¿Y el marino ovetense cuyo nombre habría aparecido,según Pepe Fernandez Buelta, en la muralla escocesa de Adriano?
Así las cosas lo preparamos todo con la mesura de los buenos anfitriones para ellas tres y la inminencia estival agosteña de delfines/perseidas. Chus Quirós, maestro del diseño y la armonía, nos recomendaba acondicionar un cuarto aprovechando la inclinación de la pradería con el exclusivo fin de que hipotéticos huéspedes se penetrasen con la ría, sus bordes y su fondo. En la nunca acondicionada Quirós'room habría que dejar unos prismáticos para ver lejanías y cambios de luz y de color. Recuerdo que José Antonio Mases, tan buen escritor, atribuía algo mágico a los prismáticos en una narración breve. A mí me regaló unos el antiguo gobierno comunista de la RDA que quería hacer un Planetario en Oviedo. En lugar de devolver la dádiva se la pasé al servicio de bomberos donde podría ser útil, como me recomendó el siempre riguroso Luis Arce, secretario municipal.
A la hora de la verdad habíamos hecho ayunos y penitenciales sacrificios siguiendo los impuestos por Alfonso VI para que El Cid y compañía descerrajasen el Arca Santa de la Catedral ovetense, llegada de larga escala en el legendario Monsacro, en cuya imagen, avasalladora para celtas, godos y templarios, volcó Carlinos Sierra minuciosas pinceladas de arte y genio.
Nunca estuvo tan actualizado el Monsacro como ahora con Sierra y su incidente con el cuadro que hacía en Latores, que se hacen incluso marchas desde la Catedral al Monsacro. "Los paisajes si no se les ponen atención o verbo no existen como sucedió con el Sena de los impresionistas, Monet, Seurat...La Toscana de Boticelli y Piero de la Francesca, Giorgone, de los fondos de los cuadros italianos, Fray Angélico...Puedo decir que siendo Piñole de Gijón, fue único pero insuficiente, personaje aislado. La lírica del paisaje la tiene Piñole, mientras que en Evaristo Valle son los personajes con el paisaje elemento de la composición. Con Evaristo Valle desaparece el anterior claroscuro; los colores son planos, áreas de color. El paisaje estaba en Castilla, mundo seco y mesetario. Vaquero habrá nacido aquí pero es castellano. Sorolla no pudo con Asturias, que siempre quedó en el paisaje de segundas. La potencia de Sorolla daba entidad al pueblo mediterráneo; aquí no se creó la raíz de lo "asturiano" que, con estar tan cerca, no es León ni Galicia. La escuela de China es lo más cercano como elemento fugaz de realidad mutante en la fusión cielo/tierra. Las brumas es un filtro de la rotundidad del color y una forma de desaparecer o diluir haciéndolo evanescente" me cuenta divagando el pintor.
Incluso en el pequeño pueblo vecino de Tol aplaudieron la idea de recordar al Campeador que hace mil años falló el pleito de la autonomía campesina ante los señorones y los abades de las tierras de Entrerríos, o Entrambasaguas, así llamadas las limitáneas del Eo, o del Eo/Navia, también conocidas luengos siglos atrás Honor del Suarón. La sentencia sigue incumplida tras el reciente auge de la equívoca leche desnatada y su no menor errático europeísmo ecológico.
Hubimos no obstante de interrumpir la inquieta espera/desespera de portentos por el inoportuno traspié de Maribel en Cibuyo, chez Molin, herida de codo en triple rotura, que obligó a trasladarnos a Cangas, con parada reparadora en la carta típica tinetense de Emburria, en El Crucero/Rodical, para volver casi llegada la noche.
Con tanto ajetreo, o por lo que fuera, los delfines no cumplieron la ansiada cita y temíamos que las perseidas tampoco, indispuesto el ánimo para competir frente a los inefables fuegos de artificio, que ya tienen aquel con la estupidez de trasladar El Carmen de Julio a Agosto, asustando la pacífica naturaleza nocturna y las estrellas, más huidizas que fugaces.
El fantasma vive por doquier y lo hace mejor en las aburridas invernadas de As Figueiras. Es, en cualquier caso, viajero infatigable de la Vía Láctea, constelación que nos vio nacer, crecer y nos verá morir, sin que, a la recíproca, apenas la veamos de forma continua, siempre a escondidas de la incierta luz diurna. Dudosa luz del día, titulaba Fernando Arrabal al que sigo desde pretéritos tiempos universitarios, cuando, pese al páramo cultural, se había colado en Primer Acto, de José Monleón, y en Índice, de Juan Fernández Figueroa, con un extraordinario número del Grupo PÁNICO...
Entre roedores y nosotros, bien informados por Google, - ¡gracias José, Álvaro, Julia... por vuestros saberes tecnológicos!- ya lo habíamos espantado, pero regresó sabiéndose sin ratos ni devoradoras lampreas, cuyos efectos depredadores describen Torrente Ballester y Antolín S.Presedo en el curso del Mandeo/Betanzos e, incluso, libre de nos, que estábamos lejos.
Ni corto ni perezoso se encaramó donde solía: entre baldas de libros que atesoro siguiendo inveterada costumbre generacional mientras apenas nadie lee.
El trasgu suele ser analfabeto; también lo fue Sócrates, modelo axiológico de intelectual ético, nada fantasmal precisamente. Letrado o no el trasgu habría eludido pícaramente la cicuta. El recinto, -Casa Blanca, Raya Azul-, camuflaje de mar, entorno y horizonte, se prestaba a escapista sedentaria soledad.
Cansinos, borgeano avant la lettre, que, tal personaje fantástico, pudo no haber existido nunca en encarnadura mortal, se enjoyaba de libros polvorientos y candelabros conceptuales; Michel de Montaigne se encerraba en su torre bordelesa dejando simplemente que la vida pasara mientras dibujaba sus ensayos en redondilla caligrafía y vista profunda y cansada; el florentino Nicolás de Maquiavelo, despedido o cesante del servicio, vestía gala para escribir, vespertinos, sus póstumos consejos principescos y don Rodrigo se dolía de carecer tan siquiera de una almena habiendo sido Rey visigodo de España. ¡Y qué decir de la greguería de Gómez de la Serna: en el Medievo las almenas tenían dentistas, tras la resplandeciente mandíbula rescatada hogaño del Castillo y la Torre vigía de Pardo Donlebún en el muelle de Figueras!
Dueño del espacio, el trasgu trancó la puerta que quedó clausurada e infranqueable.
José Carlos del Rey me remite las imágenes de una larga colección de candados antiguos de pesos y filigranas deslumbrantes que no creo los trasgos acarreen consigo.
Luego, al oír ruidos turbadores, manteniendo constante prieto pestillo, abrió una ventana para fuir alero y canalón abajo con el zumbido de sus orígenes abisales hacia su refugio habitual entre los magos, las alineadas y sumergidas cuevas de ostras sin perla y la cunqueirana Santa Compaña de la ría y la Searila.
Alero y canalón, y hasta poste de sombrilla, para deslizarse presto pues los castaños y el abedul, que hubieran sido quizá de naturaleza idónea para el salto gatuno de un trasgu, dan a fachada lateral; árboles, en cualquier caso, testigos de la afición a pintarrajear de Luchy, no la Tantamount en Contrapunto de l Huxley ni de Agatha Cristie en El tren de las 4,50 ni Prestleay en alguna parte de la maravillosa biblioteca de mi padre sino otra apellidada Balaustrada, y/o Covi, no la Covichi de García Pavón, sino Balaustrada Camino, hermana de Luchy. Mis apasionadas grafiteras una vez claman que me vaya y, otras, no sé si en palmaria contradicción, firman que aprenda para el futuro de su supuesta experiencia eota que a mí me faltaría.
Los dondiego con expansiva flor amarillenta, los sobrios sanjuaninos, los pinos menudos y las hortensias cubrieron, multicolores, la veredita y el vericueto de oblicua retirada. A un lado, la rodaja arbórea de versos angélicos; al otro, la pétrea roseta de viejo molín, evocadora de los ancestros de Elo, y el pararrayos de mi abuelo en trama de pescador salmonero con pipa que jamás habría mordido él en su Santurce o en su Salinas, de donde lo traje.
Jaime Gil de Biedma escribió de Áspero Mundo, libro que se conmemora en el corte de negrillo de la plataforma:Todavía hoy sigue pareciéndome un libro favorito; ha envejecido y no ha pasado, es de su época y la trasciende. Las tonalidades de entonces, el sabor de estar vivo y desear joven en aquellos años, perduran en esos poemas con toda su intensidad y con toda su nitidez.(...)En cuanto amigo y en cuanto lector, agradezco sobre todo la sólida capacidad de simpatía humana que he encontrado siempre en él y en sus poemas.
En los mismos párrafos Jaime hacía protesta de común amistad con Carlos Bousoño, "asturiano y amigo de siempre" de Ángel.
Por miedo a las descargas, que me metió Jaime, esta vez no Gil sino mi hermano, he derribado el previsto pedestal para pararrayos alegórico del pescador familiar.
Río arriba, en San Tirso de Abres, pesqué de chaval un par de esos salmones emulando al abuelo. Siempre me causó misteriosa intriga que la pesca fuese a cucharilla, nombre harto curioso para la trampa óptica a truchas, reos y salmones que giraba tal peonza diminuta, luminosa y maravíllente.
Los celtas tenían al salmón por "ser sagrado". En el río irlandés Bandon, Bandan en gaélico, hay un pequeño puerto fluvial, Kill Mac Salmon, sagrado lugar del hijo del salmón.
Aunque mucho me ha interesado todo Hemingway, muchas vueltas le he dado a su viejo pescador caribeño en lucha por preservar a su pez llegando a la orilla solo con la raspa de su trofeo.
Orbayaba o barruzaba, según, con la obstinación que asumía, condescendiente, Cunqueiro.
En la terraza, las lagartijas, mejor recibidas que los ratones, reptaban escurridizas en cuanto, muy poco luego, picaba sol. Elvira Lindo cuenta, en "Noches sin dormir", cómo las ratas blancas de un laboratorio neoyorkino se cogen por el rabo que no se separa del cuerpo. Catherine Deneuve entregó, impasible, a un ratoncito el terrón de azúcar de su té para que se largara lejos con su abalorio.
Encargué a mi nieto Álvaro, Abu, el seguimiento en la red del lenguaje ratonil que evitase los sustos de su abuela, incompatible absoluta con presencia roedora y sus mínimas huellas, cuya hostilidad exageraba. Minimizar sus efectos depredadores, reales o supuestos, era fundamental para estabilizar, y hasta permitir, nuestro veraneo. Abu lo tenía claro.
Las lagartijas de la terraza son verdes y pardas de tamaños diversos.
Lorca canta al lagarto y la lagarta, "¡con delantalitos blancos!". El colmo, pues, imaginarse esos delantalitos, de tanto ritmo poético.
¿Y hubo alguna vez lagartijas de pecho y panza blanca?
La confusión, en los meandros de la memoria, es grande con el verde de las lagartijas pues otros niños, mayores ya hogaño, que fueron niños de pueblo y prau, y yo mismo hasta ahora siempre me las encontraba parduzcas.
Verdes lagartos, o marrones como siempre en diminutas lagartijas, vale,¿pero de dónde sacó Lorca el blanco genial de su poemilla? José, Álvaro y Julia, y pronto Lucio, me han de ayudar en la búsqueda de nuevas lagartijas estridentes que aclaren la cuestión.
Las abejas y las mariposas de línea azul se esfumaron de nosotros por preocupantes aguijones provenientes de alejadas latitudes afroamericanas. Ya nunca volveré a tener, ni de nada serviría, un cazamariposas para enseñar las correrías a mis nietos. El artilugio se queda en "el país de nunca jamás" de mi "De Oviedo a Salinas por el Eo", fijado para siempre, altar de mis localidades de preferencia, en la delicia secular ayestina de "Helena o el mar del verano".
Las culebras son, a veces, palabras mayores, que anidan en uno de los linderos de la finca. Mi sobrino Jaime es especialista en toda clase de bichos y se cuenta que una de sus exóticas culebras se le escapó en Majadahonda con pánico familiar.
Escribió Pepe Hierro:
"...La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje
los objetos que duermen en la playa..."
Y Tagore:
El mismo río de vida que circula por
mis venas noche y día, circula por las
venas del mundo y canta, en lo hondo,
con pulso musical.
Y es una vida idéntica a la mía la que a
través del polvo de la tierra alza su
verde alegría en innúmeras briznas de
hierba, y estalla en olas tiernas y
furiosas de hojas y flores.
Mi oído no alcanza los grillos que haberlos haylos. ¿Será posible que haya quien los entrene para campeonatos y apuestas en Shanghai?
Barras de redondo acero inoxidable, que me buscaron Jorge y su mujer, la inolvidable Ángeles, mejor que maromas, alivian mi discapacidad facilitando también seguramente las llegada y salida del espectro.
Un bar restorán de Besullo, sin duda por influencia de Alejandro Casona, se llama Trasgu cuya cocina destaca, Pucheros del paraíso, Ana Paz Paredes.
El perro de un vagabundo, Josín Lazcano, enfermo terminal, con un proyecto de arte alternativo (CajaLata) se llama Trasgu. Su pintoresco dueño buscó, y consiguió enseguida, entregar a su "trasgu" a quien debe cuidarle bien, antes de morirse tranquilo para que le sobreviviese confortablemente.
La escritora Mari Luz Pontón, en hermoso relato, ve al trasgu utilizando la ¡manzorga!, o mano izquierda, que, en efecto, pudo quedar afuracada del saltu. Para Chus Neira, al que tanto quise, la grafía asturiana era manzurza sin la g que da Mari Luz.
Don Diego Torres Villarroel, extravagante y talentudo personaje dieciochesco en el que reparó Borges, que fue catedrático salmantino de matemáticas, ignorándolo todo de las Ciencias Exactas y disintiendo de Newton, según su propia fabulación, recomendó a una condesa madrileña que se mudase a la calle del Pez ¡para huir de un trasgu!. Marco y Cristina, y José, su primogénito, vivieron en esa misma Pez, supuestamente libre de trasgos. Pérez de Ayala les había precedido en la calle y se mudaron luego a Sainz de Baranda, donde vivió antes Alejo Carpentier. En Sainz de Baranda la familia creció con Abu y Julia, y en Narváez se uniría Lucio.
Aunque Constantino Cabal cree que los trasgos no son exclusivos de Asturias, parece, sin embargo, que nuestra tierra es su solar natural.
En cualquier caso, estamos en la ribera, a menos de cien metros de la ficción y a doscientos de la vida.
El texto sociopolítico quizá más afamado de la Historia, tras El sermón de la Montaña, "El manifiesto comunista" de Marx y Engels, empieza con una invocación al fantasma que recorre Europa...
José María Gironella, Los fantasmas de mi cerebro, consideraba que Cristo medía 1,85 metros y tenía el hombro derecho más bajo que el izquierdo, a causa de su oficio de carpintero...
Según el Papa Ratzinger mientras Jesús pronunciaba las bienaventuranzas en la colina corría una grata brisa, lo que no imagino en la biblioteca londinense que frecuentaban los clásicos socialistas.
"y esta brisa que riza mi alegría" es verso de Gabriel Celaya, que le tradujeron al vasco. Visité al poeta en su penúltimo ingreso de la Clínica Ruber y se reía por cómo sonaría él mismo en una lengua que desconocía por completo.
Montaña y brisa.
Lejos, muy lejos y alto, el Mondigo, del que resultaba inimaginable el popular dicho de "Cando o Mondigo pon o capelo, todal-as veyas tembran, ou mexan, de medo"
Pérez de Ayala usa montañuela que a mí me suena a arcaísmo.
El trasgu es conocido por aquí, en tierra pixota o figuéirola, como l'home marin, generador de vientos maléficos y recurso para pedagógica disciplina de infantes díscolos y demasiado consentidos. En Tapia da rótulo a un chigre de marineros que le respetan callando blasfemias.
Hay visionarios que describen al tal home marín con "dientes verdosos, cuerpo cubierto de escamas, viscoso, mitad hombre y mitad pez, rompedor caprichoso de redes y aparejos bien cosidos, que se mueve con igual facilidad en tierra y mar". Los no duchos en mitología costera astur a veces confunden los trasgos con murciélagos despistados, esperteyos o nóctulos, que silvan su vuelo de veloces moscardones gigantes evitando muradas. En la sesión académica de fin de curso del Colegio Público Aurelio Menéndez de San Antolín nos interrumpió uno de esos murciélagos escapado sin duda de dónde vienen los trasgos.
Gonzalo Torrente Ballester, al que un día acompañé buscando la casa, probablemente desaparecida, donde pasó un tiempo de su juventud en el ovetense barrio de Santullano/San Julián de los Prados, cita expresamente los trasgos: toda su maldad consiste en gastar bromas pesadas. Don Gonzalo sufrió en el Hotel de la Reconquista una salmonelosis, sin duda algo fantasmal. Fue una tarde en la que Arafat y Rabin, también huéspedes, pero previsores de sus fatales destinos, no quisieron probar bocado.
La grafía y fonología más usada en Galicia, que se erige frente a mi casa, es, no obstante, trasnos y las trastadas se llaman trasnadas. M.L.Pontón da por bueno trasno para el bable occidental, pero yo me sigo quedando con trasgu y home marín.
En "Desde mi ventana" doy cuenta de mi encuentro, en el Biltmore de Coral Gables, afamado "hotel de fantasmas", con Bill Murray, ghostbuster/cazafantasma por excelencia.
En alguna otra parte escribí también cómo, en la madrileña Casa de América/Palacio de Linares, que da a la Cibeles, escenario de Berlanga, almorcé con Nicolás Sarkozy, cuando era Ministro del Interior, al que a punto estuve de contar la leyenda de los fantasmas emisores, allí mismo, de ruidos que apasionaban la búsqueda de aficionados a la ufología. A tiempo me detuve, con cambio de tercio de la charla, en las reuniones semanales que mantenía con Manolo Díaz en Neuilly, temiendo falta de diplomacia de mi parte dada la frecuencia por la consideración social de "fantasma" a mi vecino de mantel.
Sarko se elevaba con tacones todavía de moda entre los nobles de la corte de Luis XIV, pronto la suya,"la del grandeur". Carlos Fuentes, que fue embajador mexicano en París, me trasladó varias sabrosas anécdotas de De Gaulle y su altura física de gigante que probablemente hayan influido en Sarkozy, sucedáneo sucesor empequeñecido; fantasma sin la grandeza del General. No entiendo muy bien, con lo que me cuesta a mí andar, el afán equilibrista de tantas féminas subidas a zancos y suplementos.
José, nieto mío, ha escrito, lustro atrás, delicioso relato sobre el apasionante hallazgo por su hermano Álvaro de "Una momia egipcia" en las imaginadas cavidades del tesón o arenal que emerge puntual junto a casa. "Noelia" fue también otro maravilloso cuento, inolvidable, de Aida adolescente y ya feminista para dar un vuelco al Noe bíblico con segundo diluvio universal.
L'Home marín, un trasgu aseado por ría y río.
"Home petit, cargat de puñetas" insinuaba Jordi Pujol de sí mismo, con sentido del humor y la empatía de aquel memorable aforismo regio de "tranquilo, Jordi, tranquilo" del 23-F antes de que supiéramos las trapacerías muy honorables del trespercent.
La ría mayor que el río. Siempre la güerta mayor que el güerto, Julio Concepción dixit.
Para Le Clézio los aztecas fueron los primeros surrealistas. Compañero de claustro profesoral en Alburquerque no creo que Ángel haya instruido al Nobel francés en leyendas astures de trasgos que mucho tienen de revolvines, traviesos e inanes seguidores de André Breton.
Con ayuda del desfacedor de escrituras inversas y cuneiformes, endemoniados exorcismos, versículos sacrílegos, metamorfeados encantamientos y bálsamos chamánicos, procedente de Vegadeo, subido a metálicas traviesas de peldaños varios y, al menos, tres metros, terminó el hechizo, entre satánico y artúrico. La puerta respondía, leal al fin, abriéndose en la normalidad recuperada.
Normalidad sí, aunque ni delfines ni perseidas, al entender el mensaje astral, vendrán a nuestros suplicantes requiebros cuando Setiembre y García Martín, perdido de momento en Praga por junto a un tal Kafka, la menos topadiza Marina Tsvietáieva y el río Moldava, sin duda pleno de otras fábulas vampirizadas del "poema épico a la arquitectura" que penetraba Rilke en la capital checa.
El bisabuelo Floro quería que sus nietas, Carmenchu y Lelé, se adentraran en algunos de los prodigios que le hacían feliz: la escritura inversa de caracteres arábigos y el rayo verde de sus tiempos en Santurce, fenómeno que les animó a hallar en la costa portuguesa de Figueira da Foz.
Cuando notó cerca La Dama del Alba, don Floro plantó un limonero para que yo, biznieto mayor, y quizá Cris y Jaime, y puede que Mari Carmen, que vinieron pronto, lo viéramos crecer con su memoria, bien a sabiendas que resultaría difícil de cuidar con el viento del mar demasiado próximo. María José, mi prima, que no conoció al bisabuelo, pero sí la estela, diminuta como él, del limonero ha dejado plantado otro para Violeta, su creativa hija. Mucho me prestaban "Peter, Paul and Mary", con su "But the fruit of the poor lemon is impossible to eat"
Diego Suárez Infiesta, pariente lejano, que ha profundizado en nuestra común genealogía de la parte de Lucía, mi abuela materna, me confirma la afición a los nombres grecolatinos de una amplia rama familiar. También me informa de antepasados colaterales que ocupaban cargos en sociedades que promovían el esperanto. Tuvo que ser curioso el contraste entre los abuelos Antonio y Lucía; él con su padre entusiasta del árabe y ella con los suyos en el forzado clasicismo de la tradición grecolatina y la momentánea histórica emergencia del esperanto. La presión lingüística fue proverbial en tío Julio Masip Acevedo, que dominaba una quincena de idiomas, vivos o muertos. En los orígenes de las instituciones europeístas se replantearía la posibilidad de resucitar el latín, y aún el esperanto como lenguas comunes que superasen la nueva Babel en la que estuve sumergido una decena de años.
Borges, para Steiner "de prodigioso talento lingüista" aludió varias veces a Acevedo, el apellido de su madre, que fue también el de mi abuela paterna: "Puede que Acevedo sea un apellido judío portugués, pero también puede que no...La palabra acevedo, por supuesto, significa un tipo de árbol; no es una palabra especialmente judía, aunque muchos judíos se llaman Acevedo. No lo sé..." Borges hablaba ocho idiomas, muchos pero menos que Julio, con el que compartía segundo apellido.
Aida se llevó luego a Noemí, Noelia e Isabel en aventurera y azarosa búsqueda por el triángulo eoto de las Bermudas: Ribadeo/Castropol/Figueras, mismo recorrido, entonces a remo, hecho por García Lorca y sus barraquistas, donde todavía suelen encallar y despiojarse, en quijotesco encantamiento, barcos normandos y otros varios corsarios arboricidas de pabellones de conveniencia. Isabel temió que, siguiendo también las hazañas del Muy Ilustre Señor don Quijote, el desayuno hubiera convertido su corazón en mantequilla, propicia a derretirse, reproche que Sancho Panza recibía con resignación característica. Impecable las pastillas mantequeras naviegas de Reny Picot surcando todos los aires en el catering de cualquier compañía aérea que conmueven el corazón de los asturianos que las tropiezan. Emilio Alarcos, siempre humorista, pronunciaba en francés, dirigiéndose a Paco: Monsieur Renée Picot d'Anleóo...
"¡Que cante niña Isabel, grita la marinería!" fraseaban Carlos Cano y todos los que la copla y la habanera han dicho, pero no hubo tal: ni la nave ni la voz de Aida, demasiado tempranera para sus habituales cantarinos, ni si quiera el tenue tableteo del motor rompieron las breves olas. La mención de la Searila transforma, según arraigada creencia, las aguas que se oscurecen de tinta.
Ay niña Isabel //Que si al agua se van tus suspiros ...
S., un amigo, me escribe al blog:"agárrate, yo vi una nutria en el muelle figuerense, de noche, mientras los niños pescaban".
- No hay de momento prodigio inhabitual, me asegura el patrón de la lancha de paso/paseo.
Jaime, ingeniero naval, y María, mi sobrina aeronáutica, me tienen que explicar los múltiples efectos de la cavitacion y sus burbujas.
Carpe diem.
Yo creo que fue todo cosa del fantasma, trasgu, home marín o parentela, en línea al buñuelesco "Ángel exterminador". Si bien, recalcitrante demócrata, admito y respeto discrepancias. El fantasma, probablemente de distinta estirpe política, no será de nuestro talante ni opinión social. En cualquier caso, no quisiera provocar enojo mayor ante la obligada perspectiva hospitalaria a nuevos invitados. Nacho Gracia mantenía que la etnia del trasgu sabe latín, dispuesta a extasiar con las divinas palabras del sacristán valleinclanesco.
"Todo en el aire es pájaro" habría escrito un Guillén excesivo; si en el Hudson notas una lancha navegar sin piloto lo atribuyes enseguida a magia robótica, con fronteras abarrotadas de ciencia y progreso innovador; en cambio en el Eo, desde que Casona imaginó barca sin pescador, Gonzalo Moure galerna en El Risón, Alfredo Conde el sangriento final del Marqués de Sargadelos y Cernuda las múltiples desapariciones de Santiniebla, todo es cosa de trasgos desportillados y/o zambullidos, dramas morales, deudas antiguas, linchamientos, traiciones sin cura ni perdón y amores y desamores infinitos.
Al fondo vasallo de la ría, los coches revolotean haces de luz orientando fantasmas perseguidos de espanto en la orilla, donde la Searila mojaba sus pies y aún la mata de pelo que su amante conservó, húmeda en hornacina, junto al corazón, que sigue ahí, en todo su romanticismo icónico, a la vera del río; la bruxa Clara de Rueda, a su vez, rebajaba enfriándolas sus pociones abrasivas; Julien Gracq describía desaparecidos naranjos en esos bordes fluviales y el vagabundo celano, proveniente del Miño, pescó en el Eo, quizá a marea alta y sin fango como ensueño a Concha y Julián Ariza. El personaje, o el mismo Camilo José, había platicado poco antes con Álvaro Cunqueiro pero no se enteró de mucho más. García Baena, contra el que preferí a Ángel para el Príncipe de Asturias, cuestionaba en cuál de las orillas se encontraba el poeta, metáfora de las dos orillas que tanto utilizó en política su otro paisano cordobés, ex alcalde y ex califa, de rancios ecos e indudable y discutida personalidad.
En Canarias guardan museísticamente un rizo de Tristana, de Galdós; a su vez, la cabellera de Berenice, desaparecida de un templo egipcio, que un personaje de Henry Morton Robinson vio también en la mar océana entrando en Nueva York, se sigue contando que reapareció en siete estrellas consteladas; la melena de la Searila, cortada en el sepulcro por su amante no tiene aún siglos de mito, aunque va para mucho más. Siguiendo arraigada tradición, Jesús Evaristo Casariego menta la fábula de las xanas, que peinaban, con peiniquines de coral, sus cabellos de oro al borde de las fuentes.
"Ardiente mar", oxímoron eoto de Juan Ramón Jiménez.
Nuestro Pérez de Ayala, de no menor pasta poética y cultista, hablaba de "la región de la húmeda niebla de oro" lo que, en determinados anocheceres eotos, es más verdad que metáfora, cuando Ribadeo, desaparecido en la neblina, enciende sus áureas luminarias urbanas. El juez Alejandro Sela, desde Viladevelle, veía, lo mismo que nosotros, "acorde de amarillos" incluso antes de la luz alógena, predominante hogaño en tardes mágicas. La pureza de lo dorado tiene, para Sela, un contrapunto líquido, lengua de plata.
Mediavilla vuelve sobre parecida imagen caleidoscópica: el aire se llenó de cenizas que ascendieron de manera que el sol dejó de brillar quedando reducido a un círculo opalescente.
Ernst Jünger, decano de los escritores europeos, con el que Aida y yo mantuvimos animado encuentro, buscaba el campo para renovar sus grises.
Vicente Loriente Cancio, en el BIDEA, destaca la visión de Sela, juez/testigo, pintor, escritor, cuando el Eo y el Occidente eran menos conocidos.
El fondo fantasmal no es ajeno tampoco a Tigre Juan, la segunda obra en el crono de la exquisita nómina de la bien novelada que decían Alarcos/Cachero/Manolo Avello/Juan Benito,o Bendito para Bryce Echenique.
Mucho me impresionó en el parisino Orsay un lienzo de Monet con la bruma sobre el Támesis y la House of Parliment. No menos sobrecogido estuve por otro más conocido de Van Gogh. ¿Será posible que Claude Monet y el holandés de la oreja cortada, no conocieran nunca la Ría del Eo? Más triste que se lo haya perdido el ovetense Luis Fernández. No así Bernardo Sanjurjo, en la Ensenada de la Linera, y César Montaña, Luis Fega y Legazpi al fondo veigueño, y aún Piñole y tía Lelé Hidalgo que montaron el caballete en mi mismo solar de la Atalaya de San Román. Caso reciente y aparte el tapiego Miguel Galano, recogedor inigualable de estas brumas, desde la Galea y otras esquinas.
Poco más arriba, en la azotea superpuesta del cambio rasante de la ladera, chispean también los indicativos de molinos aerogeneradores, gigantes de esta Mancha verde, llamada y premiada como Los Oscos, a cuya calma beldad sin ventarrón ni armatostes es comprensible rendirse, en riesgoso ataque de panteísta stendalismo.
Dejad hablar al viento//Somos agua, somos ríos, auroras, atardeceres; reclama desde el cercano Cadavedo mi amigo Miguel en conocido e intenso verso. Otro poeta, ahora galardonado con el Nobel y antes premio Principe de Asturias, Bob Dylan, deja musicalizado para siempre: la respuesta, amigo mío, está flotando en el viento...
Sin olvidar a Onetti:
Dejemos que el viento hable a borbotones
En los días de lucha tensada
En los días de dudas sonoras
En los balcones de la casa solitaria
Y en el cariño de los nidos.
Dejad hablar al viento.
Hay un verso de Yeats archirrepetido (out of the murderous innocence//of the sea: fuera de la asesina inocencia del mar) que va con la calma eota fuera del peligro de la mar abierta.
José Antonio Alvarez Castrillón, culto cronista oficial de Los Oscos, se pregunta si la energía así obtenida fuese tan rentable por qué no está colocada, v.g., en El Sueve. En cualquier caso, los parques eólicos ganan en su desaparición nocturna. Todo moderadamente pues la energía hay que obtenerla de alguna parte y esta forma, llamada limpia, no dejará secuelas irreparables cuando los chatarreros se lo lleven todo y otras alternativas surjan en el imparable progreso.
Ensenada abajo se hicieron las horcas de la Invencible, pulverizadas luego por los elementos: "abandonado por la mano de Dios, se consideraba en El Escorial el Rey Felipe II" a juicio de Michelet.
A nuestro lado, el actual astillero. Más allá la paradisiaca, en léxico borgeano, biblioteca de Pérez de Castro, enfrente de la legendaria castropolina, circulante, de Loriente, que, tal la norafricana de Alejandría, conserva inextinguible aroma popular.
Los sones de una orquesta de aves migrantes son señal de que l'home marín roza la lámina de agua.
Esa mezclilla de ruidos y espumas diversas me trae constantemente la divina omnipresencia de Neptuno. A la vista de un insólito fósil marino oí por primera vez en Pinos Altos, Salinas, una elíptica referencia a los neptunianos que todo lo explicaban desde el dios de las aguas, contrarios a los plutonianos de astrales explosiones volcánicas, incluidas las queridas perseidas de supuesto desconsolado llanto. Supongo que la clásica espiral geológica neptunianos/plutonianos es el sofisma de tantas disyuntivas vacuas; no sé si desde aquel entonces, pero desde ahora, a sabiendas de su palmario reduccionismo, incluso de su planteamiento absurdo, ¡yerro en la pregunta no tanto en la respuesta!, abrazo en la contemplación del Eo la causa mítica neptuniana, sus soles, lunas, grisuras y un largo poema tranquilón, hecho de agua, tal la sonrisa amorosa de Neruda.
BRUXAS
Fernández-Arias Campoamor, Díaz Fernández y Vargas Vidal llaman la atención sobre As Campas, donde habitaba Clara de Rueda, eficaz adivinadora/profetisa y sanadora de cualquier desdicha. Su fama le venía de hierbas, bebedizos y del desembrujo de un inestable arrebato de amor. Clara no se mojaba con lluvia y sin paraguas, ni le manchaban los barros de los caminos que jamás ensuciaban sus madreñas, relucientes los domingos en misa hiciera el tiempo que hiciera.
Víctor Botas, en Rosa/Rosae, su novela latina rescatada por Paulina y G.Martin, escribe, referido a una vieja hechicera de Tarquinia:
-(...)periódicamente le prepara un mejunje a base de abrótano y jugo de mastuerzo, con el cual debe Léntulo rociarse las partes durante siete noches sin luna, siete veces cada noche, y luego, antes de que el potingue se le seque sobre la piel, se golpea con un ramo de ortigas verdes las pelotas.
Vitín leía apasionadamente a Petrarca, a Borges, a los latinos, sin que me lo dijese ni por mi parte sospechara su excelente poesía. A cambio algo sabía yo, silenciosa y simultáneamente, de esa Tarquinia por Margarita Duras, escritora y militante sobre la que vuelve la memoria póstuma de Jorge Semprún, testigo, digno y cualificado, del XX.
No conocimos ni a Clara ni a una ayudante heredera de éxitos menores ni a otra colega de la tapiega Porcía. En torno a esta última sigue flotando la duda popular sobre si su espíritu influye todavía en la inusitada frecuencia de relámpagos, o si los sigue todavía atrayendo el mineral de hierro del carguero holandés Valkenburg, naufragado a finales de los veinte cuando se dirigía al Puerto de Rotterdam. Hay, no obstante, unanimidad en que los rayos vienen del infierno, jamás del cielo.
Porcia sin la tilde de playa y río era el nombre de la mujer de Bruto, el principal asesino de Julio Cesar. Shakespeare le hace reclamar su capacidad para guardar el secreto de la tormentosa conspiración entre infierno y cielo, o viceversa.
J.L.R.Vigil, estudioso importante, se extiende en las facetas de herejes y hechiceras de las bruxas, perseguidas por la Inquisición, que no parecen de la tipología readaptada a la nueva época de Clara y las suyas.
Tampoco conocí el cercano e inutilizado lavadero de Arroxo, así denominado por la tierra rojiza, el pequeño arroyo o el arrojo heroico del fortín medieval, o por todo a la vez. Al lavadero surtía una fuente milagrera en la que se apareció San Romanín, sacralizado mucho después en nombre compartido de puente, obra colosal del ingeniero Ignacio Arango, de la gloriosa estirpe de politécnicos/renacentistas de los Cabrera, Madariaga, Echegaray, Fernández-Casado, Benet...Siguiendo a José Luis Mediavilla, el puente toma del hombro a Ribadeo, abrazándolo en círculo mágico, collar recién estrenado de la Ría.
Antes se usaron otros puentes.
Los antiguos caminantes santiaguinos pasaban la ría por Abres; en los primeros días de la guerra civil espontáneos republicanos planearon volar el Puente de Vegadeo pero se produjo un sabotaje del sabotaje. Mi abuelo Antonio y Luis, su chófer, pasaron el puente veigueño el 20 de Julio de 1936, mientras Aranda ultimaba la ocupación rebelde de Oviedo. El abuelo se encontraría con las tropas alzadas que venían de Lugo a las que previno que no encontrarían resistencia hasta Asturias, aunque en Ribadeo hubo un Comité de Guerra que pudiera no conocer.
El Puente de los Santos, autoría de Nacho, imagen que tanto me acompaña, lo ve Paco Rodriguez integrado en el paisaje aunque no lo toleraban Gamallo ni los no menos queridos hermanos Lombardero. Tuvo significada oposición, redoblada en el desdoblamiento, pero nadie hubiera pensado en sabotaje alguno, ni el frustrado de la incivil guerra ni en el del remoto río Kwai del cine yanqui, cuya pegadiza música silbada nos absorbió un tiempo de la adolescencia.
Un grupo de chicas británicas, caminantes, amochiladas, bastón en ristre, llegaron hasta casa preguntando por el paso.
Gerardo Entrena que fue Subsecretario de Obras Públicas en el momento del Puente quedó tan prendado de su Panorama desde el Puente, que diría de otra opuesta dramática manera Arthur Miller, que se ha convertido en adicto con su familia a la zona, tan distinta de Granada, su Granada. Gerardo penetró también en el redescubierto paisanaje: los Guerra, el quijotesco barbero Pestaña...
La fuente encantada me lleva a la de tío Enrique Hidalgo, Cambroña, en la Isla/Colunga, con la correspondiente leyenda de tres lindas muchachas sumidas bajo las aguas cristalinas que antes las habían fascinado.
VOLAR EN CÍRCULOS
¡Cuidado!, no lo fiemos todo al experto cósmico da Veiga, curandero hogaño de emergencias, trancas y escaleras, pues toma alarmantes vacaciones.
Lo que Noemí, Noelia e Isabel, como las tres hermosas princesas moras de Washington Irving en la granadina Alhambra, tardaron apenas un santiamén en resolver se nos puede eternizar con otros huéspedes, que ni la presencia de los de Tol, el arréglalotodo espíritu del Cid y su salta cerrojos para Divinos Candados de Cegatos Resplandores, el Carmen, desubicado de su fecha tradicional, el sagrado chosco adobado de Casa Emburria, consuelo de paladares, miradas y barrigas, y/o el merlin, violinista entejado, de la escala plateada veigueña, nos liberen del embrujamiento no ya por delfines sino de cerraduras herméticas en las mismísimos postigos, o fauces traseras, del Paraíso Natural, sin San Pedro que nos abra otra vez.
Para entonces las risas y sonrisas talismanes de las moras, los nardos de flor e inteligencia lorquianos, se guardarán tal los dondiego dispuestos a abrirse con la atardecida. Les asignaremos para hacerlas imperecederas, despojándolas de su proverbial algarabía, almenados muros de As Figueras, garantía gestual probada contra inesperados acechos de brujería eota y sus corresponsales fantasmas, merodeadores de la ría, del sepulcro poemado de la Searila, al recodo de Piantón, de la tumba profanada del industrioso Antonio Raymundo Ybáñez... Por allí moran aún las ánimas de encomenderos, los publicanos evangélicos, condenados a arrastrarse a puertas de un paraíso que por sus muchos pecados recaudatorios no alcanzan picaporte. También cuchichea la cercanía de El Esquilo con un taimado y discreto gánster, superviviente de San Valentín, histórico tiroteo chicagüense. José Francés, del que me hablaba María Zambrano en Ginebra, rodeada de gatos, sostuvo, en su magnífica "Madre Asturias", que los ahogados siguen en las playas, dispuestos a reaparecer vivos con la resaca. A sensu contrario, o complementario, Mediavilla evoca en Castroniebla, que llama Moure, a hombres todavía no nacidos que se reúnen para homenajearnos.
Puede que Noemí, Noelia e Isabel se parezcan como tres gotas de agua a las hermosas Zayda, Zorayda y Zorahayda del romántico hispanista neoyorkino, con nombres tan próximos al de mi hija. No en vano la grafía zigzageante, casi onomatopéyica, de la Z, ceta, no es sino N inclinada sobre pedestal firme y horizontal siendo la l isabelina mayúscula la mejor representación de la escala alta traída de Vegadeo en refuerzo contra la fechoría puertabloqueante de l'home marín.
En la coplilla, que me recuerda Alejandro Duque Amusco, el gran especialista en nuestro Bousoño, son tres moriscas jienenses de apelaciones rítmicas distintas:
Tres morillas me enamoran
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Poco que ver con la no menos legendaria Lela Zoraida, argelina y cervantina, receptora de otra de las varias derivaciones literarias de la genuina Aida.
En cualquier caso, descontada su evidente común hermosura y su torre/almena prisión de cerrares sobrenaturales, no me atreví a preguntarles la edad exacta no fuera a ser que, como las hijas de sultán y bella cristiana, coincidiendo también con la leyenda granadina, Noemí, Noelia e Isabel apenas se llevaran entre ellas unos escasos minutos de natalicio.
John le Carré cuenta el caso de una fabulosa mujer que reclama en Camboya, justo antes de la entrada de los jemeres rojos, pasaporte francés para cuatrillizos con los nombres improvisados de Lundi, Mardi, Mercredi y Jeudi.
El famoso novelista de grandes éxitos policiacos nació en la bahía de Poole, donde pasé un par de veranos, y luego mi mujer, mis hijos y alguno de mis nietos. Esa bahía poblada de veleros mucho me recuerda la ría eota. En Poole, Spur Hill Avenue, tuve de vecina la familia del Mayor Towsend, de abrupto noviazgo con la Princesa Margarita cuando los chismes rosas se reducían a las casas reales británica, iraní y monegasca que, con otros protagonistas, duraron luego muchos años hasta el gran suceso de Diana en el túnel parisino de Alma. En los condados de Dorset (Poole) y Hamsphire (Bournemouth) se hablaba mucho del Lago Ness al Norte de la isla. El monstruo del Ness era de alguna manera pariente en su común celtismo, no sé si próximo o, más probablemente, lejano, de nuestro l'home marín, mucho más dúctil, ubicuo y volador.
"Volar en círculos" es las memorias de David Cornwell, John Le Carré.
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CUMPLE EN EL RISÓN
De las tierras castellanas de don Quijote y del Señorío de Iniesta, llegó, risueña donde las haya, doña Ana, dispuesta a entrar, con su mágico palíndromo, en las claves eotas del home marín. Nada inalcanzable para quien vino desde viñedos y tierras historiadas hasta nos en bendita sorpresa.
Norma, "proveniente de una constelación austral"; Amaya, "luz brillante para el Imperio del Sol naciente", indómita veneración de los vascones y un siempre anudado recuerdo para Eloina; Pilar, de apelativo fundacional, sostén de los suyos, y los bíblicos Daniel y Marcos contemplaron también su cuota parte de los prodigios coincidiendo con el cumple de AIDA, fosforescente estrella de una galaxia que disputa nombradía con este asteroide edénico, llamado El Risón.
Es Venta, posada o mesón náutico, cuyo embarcadero se alcanza en vela latina atravesando la Estigia, sus mareas y tesones, y la vista de tres cisnes, difusos, atípicos, exóticos, inesperados y negros, especie que llevaba veinte años sin ser vista por la ría, signos para Nassim Nicholas Taleb, en su best-seller, de improbabilidad, impredecibilidad e imprevisibilidad. Trío de patitos feos, en evocación de Hans Christian Anderssen, que contra Taleb, profesor americanolibanés, no son precisamente imposibles, pues los fotografía, en su blog, Enrique Sampedro, joven ornitólogo eoto. Rubén Darío, que se quedó en el Nalón, sin llegar hasta aquí, elevó a verso la presencia del cisne negro, que anuncia siempre el día.
El Risón, en su naturaleza asteroide, orbita entre Marte y Júpiter, y tiene calidad gastronómica jamás imaginada por Antoine de Saint Exupéry para su Principito. La nómina de asteroides rocosos llega a 26.000 sin que seamos capaces de saber si El Risón se encuentra en esa ancha contabilidad, o en un apéndice a cargo del home marín. Quizá lo compruebe, en el futuro, Lucio, el pequeñajo, tan avispado él. Dicen, en cualquier caso, los sabios que, por encima de nos, pasan apenas dos mil, algunos de tamaño aproximado a El Risón, ideal para dar cuenta de moluscos, crustáceos y lubinas salvajes.
¿Cómo han concurrido en tan corto espacio otras casas de comidas tan exquisitas:Peñalba, Vicente, Los Arándanos, Fumarel...?
Aunque afectada la ría toda por la degradación del ecosistema global llamado Antropoceno, la alteración de biodiversidad puede resultar menor que otras zonas. La ausencia de plásticos y escorias industriosas opera a favor al reducirse la letanía de los efluvios de la pasta eucalital papelera a la otra ría hermana de la que apenas son recuerdo sin estigma el acarreo empacado desde Porcillán en buque diario.
Estamos en un extremo de Asturias, región de la que eran oriundos, con familia en Salas, según Carlos Rodríguez su biógrafo, y/o, según una personal investigación de campo que hice años ha, en Piedras Blancas, popularmente llamada Piedras, Luis y Walter Alvarez, físico y geólogo. Los Álvarez, padre e hijo, descubrieron el fin de los dinosaurios por un tremendo impacto de cuyo cráter, pedregoso y blanquecino, pudo desprenderse El Risón. Moure vio, o se imaginó que es lo mismo, la llegada hasta allí, en la tormenta y por el canal, de leños y otros peligros procedentes de Abradeo (topónimo literario, fusión de Abres y Eo/Vegadeo) salvado El Risón mismo por la altísima marea.
Cuando reapareció en Estados Unidos Elisabeth Craig, a la que está dedicada por Céline "Viaje al fin de la noche", obra cumbre de la Literatura, esta danzarina, amante del novelista, se sorprendió de que su antiguo novio fuera un declarado antisemita al ser judío su íntimo amigo, el doctor español Álvarez, le pétit Alvares. Desde que lo supe relacioné caprichosamente en el mismo tronco familiar a estos Álvarez, asturamericanos, ¿y por qué no El Risón y el cercano home marin?
Ana y Noemí (Iniesta/Perú) se liaron al remo del bote danielesco girando sobre sí mismas en tris de chapuzón sin que supiéramos- son de tierra adentro, junto al Cardiel y el Piura, tan diferentes al prodigioso Eo- si sabían nadar. Torpe maniobra que bajo el puente de Piantón/Suarón, en curva y apenas altura, ví ha tiempo a Paco Rodriguez y Avelino Martínez, mientras Pérez de Castro daba muestras de destreza sin que los años mermasen sus facultades de lobo marino.
El Piura, río de Noemí, lo es también de La Casa Verde de Vargas Llosa, y el Cabriel de Ana está en el Patrimonio paisajista de la Humanidad en el que debería constar el Eo sin mediar papeleo.
Veremos si el l'home marin sigue en cavernas acechantes para tiempos futuros o desaparece tal los dinosaurios, la bruxa Clara y/o la línea de costa por el desmedido crecimiento del mar.
El mesonero argentino ofrece de postre típico requesón. Aida, germanista en auge, no sabía que en la primera traducción española, que leí en la insólita biblioteca de mi padre, de "Madre Coraje y sus hijos", Bertolt Brecht llama Requesón a uno de sus personajes, que pasó a Cara de queso en palabras de Amelia de la Torre para la legendaria versión de José Tamayo.
Diego, inquieto
timonel primerizo
del Cielo azul
al Paraíso
De oca a oca
Candela y Rocío.
Ajenos benditos
A tanto prodigio
Que guardan
en recordatorio
De Aida, su cumple
¡Y el Eo casi dormido!
El trasgu, por lo demás, vaga por la ría desde tiempo inmemorial.
Ay, es solo ¡l'home marin!
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EL NIÑO DEL PELO VERDE
Bien recuerdo la película de J. Losey, "El niño de pelo verde".
La dieron en una matinal de domingo en el ovetense Real Cinema, de la plaza Longoria Carvajal. Era promovida por el Cine Club de la Alianza Francesa, que conducía Juan Cueto. Al día siguiente, por la tarde, en las dependencias de la Alianza, en la calle Santa Cruz, nos reuníamos para hacer comentarios.
Losey era autor de culto por sí mismo y por la persecución del enloquecido senador McCarthy tras la que hubo de exiliarse a Inglaterra. La película es inglesa por escenario y argumento pero anterior al exilio inglés del autor.
La vimos en versión original y no era fácil de seguir para mí pero aún me resuenan las palabras del protagonista sobre su "green hair". El pelo de color se le había puesto inopinadamente una noche y se vio en el espejo al despertarse.
En una escena trata de lavarse, y frotarse, la cabeza en el grifo del lavabo para que desapareciese el color pero resulta inútil.
Debía de ser una cinta de mucho mensaje antibelicista que trataba de alguna rebeldía o al menos eso buscábamos en todo el ciclo del Cine Club.
Ahora resulta que Thomas, un crío inglés, como el de Losey, que hace intercambio con mi nieto mayor, apareció una mañana eota con el pelo completamente verde. Yo bien sabía que era muy rubio y el recuerdo de aquella película resultaba inevitable.
La ría del Eo con sus prodigios produjo el sorprendente tinte verde en la playita junto a casa.
No hay guerra próxima ni si quiera bosque verde del argumento, pese a lo que Losey y su personaje se me aparecieron.
Cristina, mi nuera, se asustó: demasiado joven no conocía la peli de Losey; tampoco Losey, ya en el otro mundo, a Thomas, al que hubiera llevado a su rodaje.
Al irse Thomas a su país, a José le diagnosticaron escarlatina.
A mi nieto no se le puso el pelo verde como a su amigo, pero, ¿y si su espalda llena de puntitos rojos se le subiera a los cabellos? Mucho me hubiera prestado un inopinado chaval pelirrojo, simultáneo al huésped verde.
No sé, está claro que José se apasiona con la natación, el surf de Peñaronda, la vela...No parece en principio que le afecte al pelo. No obstante, ya en Madrid le he preguntado si se ha visto la cabeza en el espejo por si el fenómeno de Thomas/Eo hubiera quizá producido, retardado, el prodigio de otro color. El de su tocayo Joseph Losey era "colour by technicolour" como rezaban los títulos de crédito.
¿Quien sabe?
UN CAÑÓN PARA EL MARQUÉS DE LA RÍA
A la memoria me vienen también inolvidables amigos ribereños: Gamallo, Del Pino, Cándido Riesgo, Luis Estrada…
Conocí a don Leopoldo Calvo Sotelo y Bustelo una tarde del verano de 1982. En Vegadeo celebraban una regata de traineras. Al Presidente del Gobierno le acompañaba su cuñado, Rafael del Pino, viejo amigo de mi familia materna ya desde el Ribadeo de 1936. Conmigo, Consejero de Cultura entonces del primer gobierno autónomo asturiano, venían de un viaje por el Occidente, Emilio Martínez Mata y Avelino Martínez, con cuyos asesoramientos intentaba yo montar los servicios regionales de Deporte y Educación respectivamente. Recuerdo también al Alcalde Álvarez Linera y al Presidente del Club de Remo, Vicente Loriente. Emilio, hoy ilustre cervantista, comentó que la imagen que teníamos de Leopoldo de persona seria, en absoluto dado ni siquiera a la sonrisa, se evaporó enseguida hablándonos de cosas del río y de la ría.
A estas alturas, fallecido Leopoldo, nadie puede poner en cuestión su bonhomía, su cultura y su sentido del humor.
Le recuerdo en una de las últimas comidas de Anleo. Allí, Francisco Rodríguez, propietario de Reny Picot, nos reunía anualmente a un amplio grupo de amigos, por lo general de veraneo en el Occidente Astur. Con la inveterada costumbre española de hablar a los postres, -muy a diferencia de Centroeuropa donde los discursos son siempre en los inicios-, a las palabras del anfitrión sucedían las de Leopoldo, como invitado de mayor rango histórico en el que de forma tácita todos delegábamos.
Aquella tarde agosteña, el ex presidente se erigió en representante de la Xunta, comisionado para indagar si, como sostiene Dámaso Alonso, desde el Eo hasta al río Frejulfe se habla un dialecto gallego. No solamente era cómica su autorepresentación del Gobierno de coalición de izquierdas de la Xunta, que me parece se acababa de estrenar, sino que los reunidos a la vera de la fábrica y del Castillo de Anleo no teníamos precisamente mucha representatividad para semejante prueba fonética. Pero Leopoldo lo decía todo con tal serenidad un humor desbordante: “Comprendan lo que les digo, he de informar y concluir si las hablas de esta franja están dentro del sistemalingüístico galaico, desde una perspectiva sincrónico-diacrónica”. Pienso incluso que pudo haber quien creyese que ciertamente estaba cumpliendo tan pintoresco mandato del socialista Emilio Pérez Touriño para un estudio de campo filológico.
La afición a las jerigonzas locales le venía a Calvo Sotelo de familia. Su padre fija bien giros vernáculos en la novela “Ribanova” y su tío, Joaquín, académico de la española, se detuvo ampliamente en detalles antropológicos. De ese Calvo Sotelo, de tanto éxito como autor de “La Muralla”, recuerdo, en la época de la televisión en blanco y negro, cómo refería la tristeza de una mujer a cuyo nieto se le había, “en la ría del Eo”, estrellado el cometa con el que jugaba:”esparapapillousele o papaventos”. Si en alguna parte el seguimiento de la lengua apasiona ha de ser ahí, en uno de los puntos más notables no ya del “Paraíso natural” sino del Paraíso terrenal mismo. Uno de los mejores poetas de todos los tiempos, Luis Cernuda, da cuenta de cómo escuchaba, en el hotel Guerra de Santiniebla (Castropol) a las mujeres ribadenses que iban al mercado, en madreñas, a la vez que oía también de un gramófono la Sonata a Kreuzer a lo lejos. A Leopoldo Calvo Sotelo y Bustelo le habrán ocurrido situaciones de ese mismo tenor, viviendo como vivía junto a su pueblo y, a la vez, bien enraizado en los clásicos musicales.
Otra tarde, un amigo guasón me dijo que había encontrado en un anticuario a miembros de la familia Calvo Sotelo- Ibáñez Martín tanteando la compra de un cañón. El chamarilero, del que conozco sus dotes comerciales y sus ocurrencias, sostenía muy crédulamente que se podía preparar para que funcionase. Como quiera que la notable casona del ex-presidente se levanta enfrente mismo de mi ventana, por medio la ría, que Don Leopoldo, con su título nobiliario, contra el criterio astur llamaba de Ribadeo, y que hace tiempo en ese mismo lado, en el Forte de San Damián, había un cañón orientado contra Asturias o, según épocas, contra los piratas ingleses, escribí en mis notas íntimas que debía estar ojo avizor por si montaban una cureña. Sin guasa y por si acaso…
Escrito ya lo anterior en mi diario, me decidí a disipar dudas hablando con Leopoldo que me confirmó la posesión de un cañón que pudiera funcionar malamente:
-Lo dejaron los nacionales abandonado al principio de la guerra, después de hacer dos o tres disparos contra el Castillo de San Román.
-“No se llamaba de San Román sino de Arroxo”, precisó al quite José Luis Pérez de Castro, que mostró, una vez más, su autoridad como el mejor coleccionista de todo lo asturiano:
-“Sí hubo tales impactos en la vecina Ermita de San Román, junto a la casa de Antonio. Tengo las fotografías de los agujeros”.
Total: tanto historicismo me mosqueó y me presenté en el anticuario para comprar el cañoncito que, disparase o no, debía apuntar al revés.
Ni Leopoldo ni yo, que tantas protestas de paz hicimos en política, probamos nunca nuestros artilugios como aburridos señores de vetustas hazañas bélicas. Sin embargo, hubo un día, hace poco, ya fallecido Leopoldo, que tomé cierto respeto a mi propia arma. Y es que la fusilería dialéctica sobre cuestiones lingüísticas fue creciendo hasta límites preocupantes. Y no tanto entre socarrones ribereños como entre políticos invisibles a la búsqueda de imposiciones académicas de laboratorio. La edición occidental del periódico venía esa mañana con violenta polémica entre dos corresponsales sobre la diferencia de “las isoglosas”, “la ausencia de geada” y no sé qué lío con una “intervocálica”. Un tercer comentarista aseguraba que la batalla podía llegar a las manos y que era mayor “que la gota fría que había descargado recientemente”.Me acordé enseguida de la intervención de Leopoldo inspeccionando las riberas del Frejulfe y del Anleo. ¿Y si alguien lo tomaba en serio, entraba en mi finca, demasiado abierta, y le daba por intentar un disparo contra la otra orilla? ¿Cómo inutilizar definitivamente, pues, mi cañón, en la prudencia de que “las armas las carga el diablo”? Además el mindoniense genial, don Álvaro Cunqueiro, previene varias veces en sus obras sobre gentes que deambulan por esos mismos pagos guardando en su magín deudas antiguas de generación en generación.
Hice un viaje hasta Figueras con el exclusivo propósito de pulverizar el cañoncito de marras.
Resultó, sin embargo, que me lo encontré destrozado, con restos fuera de su soporte.
Al parecer, versión que aceptó la Compañía de Seguros sin rechistar, un rayo había atravesado el percutor.
El perito se extendió en su informe sobre los aditamentos y postizos de una pieza genuina que jamás hubiera sido concebida para montar sin su toma de tierra.
El experto asegurador escribió lo que supo, que debía ser bastante, sobre las provocaciones al aparato eléctrico de las tormentas. Muchos no la contaron; otros, tal Benjamín Franklyn o la viejecita expresiva de Joaquín Calvo Sotelo, sí nos legaron sus experiencias de cometas.
Nadie, sin embargo, puede asegurarme si desde el cielo alguno de sus habitantes recién llegados, no en vano ingeniero para más señas, orientó el rayo fatídico con intenciones y resultados pacifistas, adelantándose cautelarmente a mis buenos propósitos.
La ría sonríe; Leopoldo también, con gesto celestial, pero muy próximo por lo que se ve.
(Del libro homenaje a Leopoldo Calvo Sotelo del Ayuntamiento de Ribadeo)
PÉREZ PRIETO y GAMALLO ANTE EL EO
"(...)miro el agua siempre como él me dijo:con respeto y emoción"
Julio Llamazares,"Distintas formas de mirar el agua".
Claudín Pérez Prieto, personaje fabuloso, que apenas nadie recuerda ya en su Ribadeo, al volver de largo exilio caribeño se percató de una nueva tonalidad cromática de la Ría del Eo.
-No hay nada parecido en el mundo.
El tramo entre Abres y Vegadeo, antes de hermanarse con El Suarón, es también inigualable.
Sin duda Claudín tenía razones para expresarse con autoritas.
Algunos reclamaron a Dionisio Gamallo Fierros para apostillar lo que Claudín pontificaba acercándose al borde del agua con cierta perspectiva en determinados días y soles. Para Cunqueiro, "desde remotos siglos,uno de los grandes ocios humanos es contemplar estrellas", Gamallo, los Pérez Prieto y demás buenos ribereños también daban categoría celeste al transcurrir del Eo.
La cruel guerra había separado a ambos genios ribadenses que volvieron a unirse en visión personalísima y heterodoxa de su ría.
Cada cuál, a su indómita manera, esperaba, por primavera, el regreso de los delfines.
Los domingos Claudín no faltaba en el Puerto de Porcillán; Dionisio, sin embargo, pese a autodenominarse "Varón de Porcillán" en sus tarjetas de visita, era precisamente el tiempo dominical, el que no bajaba del Cantón donde velaba la salida a misa de su madre, momento, marcado por el preciso reloj "lombardero" de Santa María del Campo, antes del excesivo campanilleo pregrabado.
Dionisio, erudito donde los haya, lleno de paquetes, remitidos a la alejada estafeta de Castropol, burlaba durante la misa la orden de la jefa que no quería ni un libro más en el domicilio común.
-¡Ay, Dionisín!,..¡qué desgracia, hijo mío, el día que aprendiste a leer!
Si Claudio y Dionisio no coincidían festivos de guardar, sí tenían misma parroquia durante la semana.
Claudio se fue a su tumba de Vilaselán sin revelar la auténtica colatura eota; Dionisio dejó, sin embargo, escrito:"Dividir en dos mis cenizas/Una parte vaya a Tí, madre,que aún me brizas"; la otra para la Ría, a cuyo cielo el incrédulo Perez Prieto llegaría algo antes.
Los versos de Dionisio, legados para cumplir discretamente al anochecer, que en espíritu podían ser de Claudín, concluían: Ya en el regazo de la Ría... siente / mi nada como el dulce rumoreo / con que crecí en tu vientre.
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CUNQUEIRO Y MERLIN, El Impostor
Mondoñedo ha tenido el acierto de sentar en bronce, en uno de los bancos de la plaza de su Catedral, al no menos suyo Alvaro Cunqueiro, que realmente colocó la ciudad obispal en el mundo de las literaturas española y gallega.
Una tarde que peregriné hasta allí, debía de notárseme mucho el afecto hacia lo que representaba aquella estatua que pronto merodeó, dando vueltas, alrededor de don Álvaro y mío, un individuo de corta estatura que aún se agachaba doblando el espinazo y andando a saltitos. Pese a lo insólito y cómico de la situación me quedé tan callado como mi ilustre compañero de asiento. Pronto el extraño hombrecillo me habló, con fuerte acento gallego:"Soy el mago Merlin de Cunqueiro. Fui su amigo e inspirador. ". El Obispo me odia y me ha excomulgado. Yo era librero pero me han boicoteado por vestirme un carnaval. Resisto aquí, al lado de él y sigo vendiendo estampitas de Santa Rita. Desde que murió Cunqueiro, yo mantengo su espíritu y el Obispo no puede conmigo."Después me condujo a su antigua librería, allí mismo, donde ya no le quedaban libros a la venta sino estampas y algunas invocaciones a la Santa Compaña, envueltas en granos de anís. Por algún lado decía guardar, pero no lo encontraba, el decreto que le impedía acceder a los sacramentos. Él seguía hablándome de sus particulares devociones a varias santas y de impresos de indulgencias parciales.
En la frente le sobresalían levemente dos cuernos. Esa faz cornúpeta era la prueba, a juicio del escritor Gonzalo Moure, que le conoce, de cómo tendía su cuerpo realmente a parecerse al mago que asumía ser.
Horas después, aquella misma tarde, en el Cantón de Ribadeo, donde ahora precisamente se levanta su estatuilla, le conté el sucedido al cunqueirista por antonomasia, Dionisio Gamallo Fierros, que me atajó próximo a la irritación:"Sí, el librero Montero. Es un impostor. No se hable más".
No sé si Dionisio, en definitiva, me aclaraba redundantemente lo que era un mago o que en su país de meigas y faunos hay magos auténticos para que otros caigan en la impostura.
Alguien ha escrito, y escribió bien:"la literatura es una larga lucha de redundancia en redundancia hasta la redundancia final".
(De mi libro CON VISTAS AL NARANCO. Septem ediciones)
Pepe Caballero (Bonald) sostiene que la narración sin el humor de la tipología de Cunqueiro/Cervantes sería solo sermón.
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DELFINES Y ECLIPSE LUNAR
"Con la esperanza de un prodigio improbable",Pedro de Silva
¡Qué hermosa última de La Nueva España en Agosto/18/2015: "¡Orbayu estelar sobre los Picos"!
García Pavón, de la nómina de la bien novelada, se sorprendía que en Oviedo (Lloviedo, para el poeta Fernando Beltrán) no "lloviese sino orbayase". Lo mismo tenía que ser con las "lágrimas de San Lorenzo". Pude cazarlas en la desembocadura del Eo, que compite como pórtico de excelencia con el Naranjo de Bulnes y afines picotas sureñas; esta vez la entrada oeste al Paraíso.
Mi hija llegaba del Norte de Alemania donde sus compañeros de la Universidad de Bremen la aleccionaron de la inminente revuelta estelar. Los turistas y astrofísicos que subieron al refugio de Áliva se encontraron con espectaculares "fuegos artificiales"que eran simplemente naturales, desprendidos de un cometa prodigioso de orbital zigzag errático. Aida y yo vimos lo que las absorbentes, y en cierto modo cegadoras luminarias de Ribadeo, enfrente nuestra, nos permitían.
Pero prestó mucho, tanto como la posterior llegada de delfines. Estos llevaban años años desaparecidos,invocados por mí íntimamente, muy poco antes, al glosar a Dionisio Gamallo y Claudín Perez Prieto, que todas las temporadas los esperaban al borde de la ría. JL García Martin, personalidad exquisita, al toparse con estos delfines eotos recordaba que los padres de Antonio Machado, cuyo heterónimo, Mairena, era tapiego de Casariego, iniciaron su amor divisando delfines en el Guadalquivir.
En un soneto de exaltación al Eo, dedicado a Pérez de Castro, Jesús Evaristo Casariego, en los cincuenta, escribe un verso enigmático por imposible belicismo hogaño: " el delfín a tus hombres se rendía". Imposible, desde luego tras la contribución a nuestra cercanía y amistad humana de tantas películas y lamentables actuaciones circenses. Elo y yo recordamos mucho un encuentro con esos delfines, arroas los llamaban allí, en las aguas de la playa coruñesa de Carnota.
Otra imagen sobresaliente, pues no hay dos sin tres, cuyo prodigio, en el que repararon antes, entre audaces metáforas y fantasías, Casona y Conrad, era solo torpeza humana: el Kelly, un barco inglés, quedó varado, transversal al curso fluvial, como sucedió en el Támesis con el que se inicia "El corazón de las tinieblas", pieza maestra del relato.
Aquí, en mi Eo, también el gran varado era de pabellón británico, entre arenas y mareas de un tesón incontrolado.
Hace años, Ángel González y otros amigos (Loli Lucio, Juan Benito, Máximo Aza, Susana Ribera) vinieron a buscarnos a Eloina y a mí, en Salinas, con la pretensión de ver semejante lluvia de estrellas en Pinos Altos, San Cristóbal u otra altura circundante. Tercas nubes nos desbarataron el firmamento, mientras el whisky "nos subía a los tobillos"que decía el poeta.
Ahora se anuncia para el 28 de Setiembre eclipse total de Luna.
Evaporados para la vista de la maravilla, aquellos amigos, idos y/o lejanos, bien guarnecidos en la memoria, espero contemplar el tránsito momentáneo a duermevela lunar desde el sitio donde las perseidas, los delfines y el buque anclado sin ancla, me acaban de ser propicios. También hubo quien divisó una nutria.
En ese mismo lugar, tiempo ha, ví también a Marte, engrandecido de su pequeñez visual, disputar el predominio de la noche al satélite blanco plata.
El Eo, de Gamallo, de los Pėrez Prieto, de Cándido Riesgo, seguirá maridando ría y perseidas, cuando vuelva a tocar. La presencia de cetáceos, como este verano, ya es coincidencia mayor.
Habrá mezcolanza con otros prodigios, probables o improbables, que la metereología no es nunca segura en estos pagos cuando comienzan "el otoño y otras luces", que titulaba el llorado Ángel. El poeta, en su Áspero Mundo, nunca disfrutó, sin embargo, "lágrimas de San Lorenzo", al menos tras aquel intento fallido de Salinas, que no sé si en su Alburquerque, donde un verso y un día,"¡y no era sueño!, la nieve ardía".
"Ardiente mar", oxímoron eoto de Juan Ramón Jiménez.
(Columna sabatina de La Nueva España/blog www.antoniomasip.net)
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DUELO A ORILLAS DEL EO
DUELO A ORILLAS DEL KO
La zona de Figueras-Castropol es de lo más bonito de Asturias, que es tanto como decir del ancho mundo. Para encontrar un paisaje que pueda competir con el que se ve situándose simplemente en el puente de los Santos y mirando hacia el sur, habría que adentrarse en lugares lejanos, quizá en algunas cataratas de América o África o en estuarios del norte escandinavo, cuando hay luz infinita, o en la dulzura mítica del Oriente. Los renombrados parajes suizos de ben inclinar la cerviz ante la ría del Eo. y lo mismo las misteriosas Hébridas Exteriores, al norte escocés, o lo mejor de las recónditas Maldivas.
Una visión maravillosa de ese trozo edénico es la habitual a cualquier hora y desde cualquier ángulo y temporada. No obstante, hay momentos en que la misma imagen de la lámina de agua se supera a sí misma en una desconcertante proliferación de lo que los ribereños tiaman Jumaregos, más espectaculares que los geisers nórdicos y los bufones llaniscos. Son fenómenos que se producen muy circunstancialmente en invierno, mejor en la anteprimavera, determinados días, cuando el vendaval, subiendo la marea, arran ca a la cresta de las olas una finísima nube de la que obtiene una inmensa imagen próxima a la humareda. Se diría que el agua estu viese ardiendo desde Vegadeo a la Punta de la Cruz. En ocasiones veraniegas surge, en zig-zag «el rayo verde» que. algunos privile giados han logrado captar y, sin embargo, jamás fotografiaron.
Es inconmensurable también tomar en esa misma ría. paraje de dioses, la barca de paseo y aprovechar el horario de la marea para dirigirse hacia Vegadeo y Abres. A la izquierda llaman primero la
atención las construcciones art Hornean de Peñalba. el Palacio de los Pardo Donlebún. el núcleo habitacional de pescadores, resguar dado del nordeste, el impacto de rectángulos verdes del astillero, a la derecha la Torre estriada de los Moreno, encajonada entre tanta construcción última. Te diriges directo a un horizonte de montes de plomo garcilorquianos. En los fondos, ha ido desapareciendo el amarillo arena de los tesones de la bajamar pero se diría que se re cupera en las riberas con el color de los nabales, las tierras de labra dío, los tojales. las folgueiras secas, próximas a los pinos y alejadas de los eucaliptos que predominan incluso en una playa que tomó nombre de desaparecidos «carbayíos». el barro, las mimosas y has ta las margaritas. De color muy próximo están las frecuentes cuevas de raposos en acantilados de arenisca, los restos de los caleiros u hornos de cal... Dejas a un lado la ensenada del mar pequeño en la que hay huellas de un antiguo molino de mareas, de La Linera don de se fabricaron las horcas de la derrotada Armada Invencible, y de Vilavedelle mientras cruzas pequeñas embarcaciones de vela latina, en forma de majestuoso triángulo, y de vela mística, como un trape cio, superas Castropol. que fue en dos ocasiones capital de Asturias, imagen espectacular de pueblo blanco, con su característica y leve torre cuadrangular. su casino, que se insinúa entre la arboleda, sus casas señoriales, como la blanca de Montenegro, y. a la altura de Vegadeo. cuando el cauce se hace estrecho, te topas con otro río, el Suarón. que para el vagabundaje de Julien Gracq. y aún más de Ca milo J. Cela, «se divierte en hacer el papel de espejo de los campos de bien medida decoración». Las marismas, las bandas de gaviotas de alas aliladas y los cormoranes salen al encuentro. Vas, sin perder el Eo. de repente, a un ambiente casi tropical, amazónico... con la ventaja de no tener calor insoportable, ni mosquitos ni amenazantes cocodrilos... Después vienen lianas, juncos, eucaliptos de nuevo y constantemente, abedules, avellanos, robledales. Hay ramas corta-
das por el filo del cuchillo hídrico. Está frente a ti el aliciente de la pincelada de alguna manzana flotando, desprendida más del bode gón cromático de un maestro flamenco que de un árbol autóctono, o el de divisar una pareja de patos de cara blanca a los que el fin del frío ha despistado. A la altura de Abres, en plena quietud, te puedes dar con nutrias y otras especies, por cuya supervivencia se teme. Antes de seguir adelante, conviene conocer bien el fatídico instante en que la inmensa fuerza de los astros se dispone a variar el sentido de su dirección, para evitar embarrancar. Sin duda hubo alguna vez relojes, de los que da cuenta Halldór Laxness, el Nobel islandés, en El concierto de los peces, que señalaban las mareas y las fases de la luna, que pienso ayudarían a unir en un mismo instante todo el partido de un crepúsculo de luces diversas al compás del silencio y las primeras estrellas. Son los contrastes donde, según el verso del poeta valdesano, el río «cambia de sexo y se convierte en ría». Cabe, aunque no siempre, coincidir con el momento en que el nor deste se duerme y el celaje predomina.
Si el paisaje es de altísima calidad, también el paisanaje. Josep Pía, al que suele contradecir Gracia Noriega, caracterizaba el norte por su tranquilidad cuando lo normal hasta entonces era considerar a los andaluces, y en cierto modo a los isleños de las Pitusas y. sobre todo, de las Afortunadas, como consustancial y tópicamente lentos y pacíficos. La proverbial retranca de los gallegos es todavía más aguda si cabe en la ribera de la marina que tierra adentro. Aquí hay, sin embargo, menos dudas acerca de si suben o bajan pues, salvo el absurdo urbanístico que han armado en Ribadeo, con una concentración de edificabilidad excesiva, no existen muchas esca leras en las que te puedas encontrar a nadie. Ese dicho definitorio de supuesta galleguidad ha operado con éxito en La Coruña, ciudad que odiaba el personaje Pascual Duarte, o en Vigo, o mejor en los rascacielos del mundo americano que es donde cabe toparse con un
gallego genuino y ejerciente. En esta vega no hay escaleras. Úni camente en las bajadas a los puertos de Figueras y de Porciilán. A lo más. la expresión más definitoria de recelo indagador está en las miradas detrás de los visillos de Castropol. que te observan hasta que se percatan de que les has visto.
La lucha por el dominio de la ría entre eoarios— cotos, diría Dámaso Alonso—, asturianos y gallegos, que se ha manifestado en importantes pleitos de jurisdicción, desde tiempos ancestrales, tie ne últimamente una derivada inquietante. Es la soterrada respuesta que las dos orillas se dan con motivo del desplazamiento de la arena a un lado o a otro. Alegan que un ente eufemístico denominado Me dio ambiente no permite venderla y llevarla lejos. Así el colmo es que la draga que contrata Galicia extrae los áridos y los deposita en Asturias; cuando a la semana siguiente toca aligerar el suelo astu riano lo devuelve, en la mayor impunidad, a su lugar originario.
José Luis Pérez de Castro, director del Instituto de Estudios Asturianos, probablemente el mejor bibliólilo de España, ha vivido aquí centenares de anécdotas que definen la especificidad de este insólito lugar. Me contaba una tarde en la baranda de su casa, ocu pada de libros y magníficos objetos de sus diversas colecciones, lo que le venía de suceder con un ribereño al que había avisado de la muerte de un amigo, vecino común. «Mañana —le habría di cho José Luis— le vengo a recoger con el coche para el entierro. Esté. pues, preparado». Diez minutos antes de la hora prevista se encontraba, en efecto. José Luis ante la huerta de la casa. El hom bre, no obstante, se hallaba sin arreglar. No se había afeitado y su indumentaria seguía siendo la del día anterior, poco adecuada para asistir a la despedida. No parecía en absoluto que hubiera la menor intención de participar de manera alguna en las pompas fúnebres.
José Luis le espetó que si se tenía que mudar no llegarían a la hora. La réplica, en tono grave, fue clarividente:
«Sabe, don José Luis, me he preguntado por qué yo voy a tener la deferencia de asistir al entierro y en cambio el difunto ya no la va tener conmigo. Tampoco con usted. Perdóneme. No voy. Por usted no decido».
No todas las almas del Eo tienen anchura y generosidad en ar monía con el paisaje.
Dionisio Gamallo Fierros, varón de Porcillán. formuló la con ciliación del hombre y el medio:
En pie de Guerra póngase el paisaje Los vendavales barran la amenaza.
("Cuentos y cuervos".Llibros de El Pexe.2005)
DE CARONTE A ANLEO
En el examen de acceso a la Escuela Oficial de Periodismo- sería 1963, convocatoria arriba o abajo- una de las preguntas cuya respuesta era difícil para el general de los examinandos no enchufados y con la que cabía suspender la prueba, dado el corporativo numerus clausus, producía cierta perplejidad: "¿cuál es el problema de la Plaza de toros de Las Ventas, Madrid?". A mí, que amagaba sin presentarme, se me antojó como respuesta imaginativa, "Que es ligeramente ovalada". Nadie podría probarlo ni asegurar que la circunferencia del coso fuera perfecta.
Ha pasado medio siglo y me entero de que la órbita del satélite Caronte sobre Plutón es precisa y ligeramente ovalada.
En aquellas calendas del rockandroll ni se sabía, sin embargo, de la existencia de semejante cuerpo celeste, bautizado mucho después, Charon en inglés, y apenas casi nada de un Plutón del que las enciclopedias escolares daban como el onceno y último planeta en conocerse. Listín convencional que ha crecido y/o menguado.
Caronte o Charon está llena de intriga con un océano subterráneo, probablemente en proceso de congelación, que pudo ser el agua, (H2O, para la ciencia) que tanto, dicen, explicaría.
¡Hasta veintinueve veces más hay entre Plutón y el Sol que de este a la tierra!
Si Plutón y Caronte no estuvieran tan lejos para nuestra vista quizá apareciesen en las noches agosteñas como hace un par de años vinieron hasta nosotros, muy apreciables, dos lunas por su aspecto, Júpiter y Marte. Así los contemplamos al fondo de la ría del Eo, que llegué a imaginar las estelas de Dámaso Alonso y Luis Cernuda, poetas que, en lo personal, se repelían y se dijeron de todo, pero que se encontraron con fría cordialidad en el desaparecido Hotel Guerra, de Castropol, en el año 35 del pasado siglo.
El espectáculo jupiterino, ya mediada la segunda decena del XXI, sigue induciendo a la Santa Compaña de don Álvaro Cunqueiro, casi en puertas de su Mondoñedo, por encima de la aldea lucense de Ove, que alguno vio origen del topónimo Oviedo.
Cunqueiro es homenajeado por Francisco Rodríguez en el Palacio rehabilitado de Anleo, colocando un retrato de Álvaro Delgado entre la exquisita y magnífica nómina de una veintena de lienzos con lo más granado y/o terrible del siglo XX.
Caronte, invisible también en la mitología, ayuda a pasar la laguna de la Estigia, en la línea frontera del Paraíso.
Y en ese borde paradisiaco natural, expresamente llamada también Estigia, enmarcaba Cernuda al río y la ría del Eo.¡Con qué recalcitrante insistencia pretenden obligarnos a denominarla Ría de Ribadeo,sesudos ribereños de los que se mofaba Dionisio Gamallo Fierros, ahora de centenario, para el que tampoco era anatema que, en tolerable reduccionismo, hubiese partidarios de apelarla Ría de Abres.
Los exámenes de periodismo antes de que hubiera una carrera reglada eran hilarantes en su rebuscada extrañeza y, tras haber estampillado a tantos por méritos políticos nacionalsindicalistas, se volvían exigentes hasta lo inimaginable con centenares de jóvenes, deseosos de una profesión y de un carnet a los que se intuía renovado prestigio y futuro. La espiral de mitología y astronomía es, por el contrario, moneda corriente, de aprobación general, pero la coincidencia en el Eo de la Estigia no es más casual y divina que el Paraíso mismo en su borde astur.
La mixtura de mar océana no se congela entre Ribadeo y Figueras y Castropol ni de Anleo a Navia o El Espín; para semejante mágica glaciación hay que llegar a Caronte y eso está, de momento, muy lejos.
En Anleo, chez Paco Rodriguez y Reny Picot se queda el siglo XX de Álvaro Delgado entre paredes levantadas en el trece, el dieciocho y el veintiuno.
INSTANTE EN QUE ICASTO ENTRÓ EN EL CIELO
En Navia, 5/8/2013, se produjo el delirio cuando Ara Malikian dedicó a Horacio Icasto, que da nombre al Festival agosteño naviego, las Estaciones de Piazzola. Fue tras colocar Juan Coloma, Justo García y Teresa Calderón en un atril de la Iglesia un clavel y un gran libro de fuertes pastas con la fotografía del pianista argentino.
No me gusta propalar situaciones equívocas, entre la magia y el milagro, pero lo cierto y verdad, es que la vibración de un acorde de viola, violín o de los chelos, pues me perdí en la inmensidad del corazón, el libro y la faz de Horacio levantaron vuelo solitos cayendo al suelo. Supimos de esa forma sobrenatural, con golpe, tenue y seco, que nuestro admirado artista finiquitaba en una clínica madrileña, para entrar en el cielo de Navia.
(Del blog y La Nueva España.2013)
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