Las tierras lejanas, más allá del norte de Inglaterra, estaban fuera del Imperio Romano.
En el 122 el emperador Adriano comenzó la construcción de la muralla que popularmente lleva su nombre, cuyos vestigios son Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1987. La fortificación fronteriza tenía 117 km. y se terminó en diez años el 132.
Escocia es Alba en gaélico.
Durante mi mandato europeo, en los pasillos de Bruselas/Estrasburgo, David Martin, laborista escocés, me refirió, lo mismo que me había pronosticado Edward McMillan Scott, conservador, sobrino-nieto del legendario Lawrence de Arabia, Thomas Edward Lawrence, de que lo más probable sería que Escocia no votase por la secesión, para la convocatoria de Setiembre de 2014, "¡pero siempre existe el riesgo de que algo así suceda!"
Esos mismos antiguos colegas consideraban que, conscientes por puro realismo de la situación electoral, el Ministro Principal, Alex Salmond, y los suyos buscaban inicialmente una pregunta, o determinación política, que permitiera una mayor autonomía, "en la línea descentralizadora española". Habría sido para las fuentes de mis interlocutores David Cameron, en lo que llamamos "un órdago", quien impuso el todo o nada para hacer capotar el independentismo colocando a Salmond en la incomodidad de no poder rechazarlo, abocado, en cualquier caso, a una derrota cantada. De ser así resultaría puro mito que los escoceses pudieron preguntar lo que querían sino lo que les dejaron aprovechando su torpeza negociadora y su precipitación.
De un tiempo a esta parte se ha debatido mucho, sobremanera en la piel de toro, acerca de esa Escocia, el país que en 1707 con la Union Act se unió a Gales, Inglaterra e Irlanda para formar el Reino Unido (U.K). Era yo aún diputado europeo cuando oí, tres siglos después de la Union Act, a más de un colega liberal, "si Inglaterra se sale de la UE, nosotros, Glasgow, nos separaremos, eludiendo la City y la libra, para unirnos a Bruselas y ¡al euro!"
Ese tipo de declaraciones oficiosas en el hemiciclo parlamentario, que se pueden rastrear en las actas, y en pasillos aledaños fueron valoradas en España en sentidos diametralmente distintos. Por un lado, el Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde a la preocupación por el inminente Brexit al que se precipitaba errática, y hasta enloquecidamente, David Cameron, en una pirueta fatal, se salpimentaba con la pirueta circense de la autodeterminación escocesa. Esta fue enseguida, como no podía ser menos, acogida con simpatía desbordante por los llamados nacionalistas catalanes, para los que el fracasado, irresponsable y demasiado pasional Cameron pasó a ser ejemplo de tolerante demócrata.
Cuando Cameron se despidió de la NATO, en Varsovia, el Secretario de Estado americano, John Kerry, pidió un aplauso protocolario para el premier saliente, lo que fue seguido con un apenas audible, y muy frío, ruido de palmas por los Jefes de Gobierno y Ministros de AA.EE.. Todos los mandatarios estaban hartos en extraña unanimidad de la doble consulta que llevó a Cameron a la ruina política, sin descartar los múltiples perjuicios económicos y los riesgos de vertebración para todos los demás países y la UE.
Walter Scott, en el capítulo VII de Ivanhoe cuela una frase a masticar sea o no descontextualizada de tiempos pretéritos:"El pueblo de Inglaterra sufría profundamente ante un presente tan poco esperanzador, pero aún tenía más motivos para preocuparse por el futuro".
He escrito "consultas" pues en absoluto se trató en ninguno de los dos casos, Escocia y Brexit, de "referéndum" sobre acuerdos, o Tratados, negociados, como habían sido la incorporación a la UE y la antigua de Escocia al UK.
El separatismo catalán, no obstante ser muy consciente, pues lo contrario rayaría en la estupidez, de las abismales diferencias constitucionales, contractuales e históricas que separaban al llamado "procés" del proceso escocés, lleva jugando con esa consulta escocesa como un espantajo para utilizar dentro de España. No es tampoco descartable que se siga porfiando eternamente en favor de todas las sucesivas e hipotéticas consultas que sean precisas hasta que una, en el plazo y el siglo que sea, resulte lo que se busca con tanta pugnacidad, digna de mejores y constructivas causas. Es la misma tenacidad, propia de un cainita Goebbels en búsqueda de convertir la mentira en verdad por machacona repetición, la que practica el, por el volumen de su fechoría, mayor ladrón peninsular sosteniendo sin ruborizarse su divisa "España nos roba".
El problema desde el europeísmo es distinto aunque en la epidermis ambos nacionalismos, catalán y escocés, se declaren europeístas de raíz, dispuestos a no salirse de la UE en su desnortada ilusión de confirmar un desconocido derecho ¡automático! a nuevos Estados como miembros de iure de la UE.
Los profesores Jorge de Esteban ("Hacia la independencia de Cataluña".2013), Araceli Mangas("La secesión de territorios en un Estado miembro: efectos en el Derecho de la Unión Europea. The secession of territories in a member state: effects on the law of the European Union), Daniel Guerra Sesma ("Autodeterminación, secesión y derecho a decidir en el orden internacional. Los casos de Quebec, Escocia y Cataluña".2013) y Víctor Ferreras Comella("Cataluña y el derecho a decidir".2016) entre otros prestigiosos autores han desmenuzado el sinsentido del ultranacionalismo catalanista cuando invoca el inexistente derecho de autodeterminación de Cataluña.
La Asociación de Periodistas Europeos, que preside Miguel Ángel Aguilar, organiza unos interesantes debates sobre las pluralidades de España y Cataluña en los que, en 2013, se pronunciaron brillantemente los profesores José Álvarez Junco y Joaquín Coll para insistir en la preocupación por la situación explosiva de Cataluña asegurando que “vamos hacia un accidente insurreccional porque en lo relativo a nacionalismos hay mucha dinamita emocional”. En su ponencia, Coll citó largamente al poeta galo Paul Valèry como autor de la alerta “de los peligros de la historia en determinadas condiciones”. En definitiva para Coll, “el independentismo ha explotado la idea del expolio y de la afrenta y ahora se presenta como la pócima mágica que ilusiona”.
Volvamos a aquellas erráticas consultas británicas que han dado el resultado popular conocido: Secesión escocesa, no, y Brexit, sí.
Y ahora, por tiempo aún, la UE y el UK están forzados a encontrar un acuerdo de desenganche, que no se someterá a referéndum, ni a consulta, mientras que Londres, en principio al menos, logra mantener a Escocia en el UK.
En principio, pues,como era de esperar, el fenómeno nacionalista no suele disiparse por consulta alguna, ni en Edimburgo ni en Quebec ni en parte alguna del ancho mundo, que titulaba, aludiendo al despojo, el peruano Ciro Alegría. En esas condiciones, aprovechando la oportunidad del absurdo Brexit, sentido como una auténtica puñalada por miles de escoceses, estos exigen legítimamente nueva consulta. Estaba mal formulada la anterior pero, aunque la actual parece que la niega la Sra. May, no deja de tener coherencia que se lo exijan una vez modificadas esencialmente las condiciones que se presentaron, dentro de la UE, a los electores escoceses en Junio de 2014.
Los nacionalistas catalanes que tuvieron cierta momentánea decepción con aquel primer resultado consultivo, lejos de desanimarse han rehecho enseguida su argumentario. De Escocia aseguran nunca apoyaron el separatismo sino el simple proceso de consulta, por lo que se vuelven a alinear con todas las consultas que hagan falta. Sin embargo, cae de su peso que si el UK alcanza en los próximos meses ese Acuerdo de salida definitiva de la UE, Cataluña ya no puede utilizar, ni si quiera a efectos dialécticos, precedente alguno escocés para mantenerse como Estado independiente en la UE, en la que ya no estará el UK, por lo que de independizarse a su vez, Escocia sería ulteriormente a todas luces un nuevo Estado peticionario en la cola del registro bruselense. Se habría especulado en cualquier caso durante un tiempo con un supuesto derecho a mantenerse en la UE que no figura en textos comunitarios ni para Escocia ni para Cataluña ni para ningún otro como pretenden fantásticamente los portavoces del llamado Juntspelsí.
En Otelo, Shakespeare hace decir a Rodrigo, caballero veneciano, frente al siniestro Yago:"Pienso que no procedes de buena fe conmigo(...)No hay día que no me engañes(...) y a fe mía, que ya no tengo paciencia ni sufriré más, porque fuera ser necio"
Ramón Jáuregui, en El país que seremos (Turpial.2014, prólogo de Joaquín Almunia) sostiene que primero el acuerdo luego la consulta: "Una consulta aquí y ahora oculta los impredecibles efectos de una ruptura con España - y probablemente con Europa- de consecuencias incalculables para los ciudadanos (Por el contrario) un proceso de decisión (ha de asentarse) en la ley y la estabilidad".
Escocia puede o no separarse del UK por una nueva hipotética consulta pactada, un referéndum convocado por Su Majestad Británica o por quién corresponda en su derecho interno, pero, dentro o fuera de la UE, no debería desde la Generalitat ni desde Juntspelsí ni desde cualquier estamento reclamar como precedente a imponer una solución en España al triste contencioso en que se pudre el progreso de Cataluña. Los independentistas escoceses mantienen sus reivindicaciones soberanistas dando por sentada su vinculación a la Unión Europea. En ese europeísmo básico se extiende ampliamente el profesor A. López Basaguren, “La independencia de Escocia en la Unión Europea. Los efectos de la secesión de territorios en la UE entre política y derecho”, Teoría y Realidad Constitucional, núm. 33, 2014.
Escocia es tierra de leyenda, fértil para la imaginación de Conan Doyle, Scott, Foe, o Defoe, Wilde, Stevenson, Borges, nuestro Cunqueiro...la proliferación de la universalizada falda unisex, las gaitas, los penachos, las bebidas de alta graduación y marca, las rocas, neblinas, lagos, ríos, acantilados, mounstros y fantasmas.
Sin duda existe en la ensoñación y en la realidad; yo mismo he viajado a Edimburgo, conocido su colina hacia el Castillo, The Castle Hill, que me recordó el ovetense Naranco, constatado también cómo el mismo nombre del Hotel, New Caledonian, evoca las antiguas tribus indómitas, pero algunos deberían olvidar ese país, que no su rica historia, para su insolidario e impropio argumentario, excesivamente limitado, que habría dicho Sir J.H.Elliot. Éste eminente hispanista, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 1996, también ha comentado: "formamos parte de un mundo en el que todos estamos ligados unos con otros. También existe algo llamado generosidad; cualquier pueblo, si únicamente piensa en sí mismo y no es generoso con los otros, se perjudica a sí mismo".
Oviedo, 25 de Marzo de 2017. Aniversario del Tratado de Roma.