Los eurodiputados asturianos confían en repetir el exitoso caso de Tenneco
"Sin unidad no hay credibilidad", recalcan los parlamentarios El comercio de Avilés cierra filas en defensa de la fábrica
Avilés, F. L. J. 27.10.2018 | 01:14
Los eurodiputados asturianos (Ángela Vallina, a la izquierda; Tania González, a su lado, y Jonás Fernández, cuarto por la izquierda), con miembros del comité de empresa de Alcoa y otros dirigentes sindicales.MARA VILLAMUZA
El "modelo Tenneco", que contra pronóstico evitó el cierre anunciado en 2013 de una fábrica de amortiguadores en Gijón con 221 trabajadores, es el clavo ardiendo al que se agarran los eurodiputados asturianos para salvar ahora la factoría aluminera de Avilés. Jonás Fernández, del PSOE; Tania González, de Podemos; y Ángela Vallina, de IU, trasladaron ayer a los representantes sindicales de Alcoa su intención de ser el altavoz de sus reivindicaciones en Europa y, más concretamente, replicar el trabajo llevado a cabo en su día para evitar el cierre de Tenneco y confiar en que el final sea "igual k de feliz", en palabras de Jonás Fernández.
Ángela Vallina apeló a la "política con mayúscula" para gestionar un conflicto tan grave como el pretendido cierre de la fábrica avilesina de Alcoa, Tania González reclamó la fijación de un plazo para tantear a posibles compradores interesados en la planta y Fernández, con el asentimiento de las dos parlamentarias, subrayó la importancia de la "unidad de acción y el trabajo conjunto" para doblegar la voluntad de una multinacional "grande y poderosa".
Venta de camisetasMientras, se suceden las adhesiones a la lucha de la plantilla de Alcoa. La Unión de Comerciantes de Avilés, como hace tres días la Cámara de Comercio, dio ayer su respaldo a los trabajadores y a la construcción de un bloque social "que defienda el mantenimiento de la actividad industrial". Así mismo, se anuncia la venta de camisetas con el lema "Alcoa no se cierra", a partir del martes en una tienda del Parche.
Le defendí en los primeros setenta por un pequeño incidente fotografiando la cárcel de Oviedo de la que su padre, quiero recordar, había sido director, incluso puede que primer director en los años treinta.Esa de su padre funcionario debió de ser la razón de su nacimiento ovetense.Luego le traté en aquellas magnífiucas tertulias en la Galería TASSILI, de Toto Castañón, en Uría,5.Recuerdo tb que asistió a algunas de mis intervenciones públicas en Madrid:defensa de la familia Grimau,de Lauro Olmo y Pilar Enciso,fundación de AMIGOS DEL SAHARA...Tengo una xerigrafía suya colgada en casa.Tb.estuvo en Salinas
Manuel Calvo Abad (Oviedo, 1934), pintor y escultor, referencia inexcusable en la historia del arte europeo del siglo XX y un maestro de la abstracción geométrica, falleció la madrugada del pasado jueves en Madrid, adonde llegó siendo un niño y huyendo de la tragedia de la Guerra Civil y donde, con algunos paréntesis en París, Colombia y Brasil, había hecho su vida. Allí, en el crematorio del cementerio de la Almudena, lo despidió ayer su familia y sus allegados, con una bandera republicana cubriendo su ataúd y rodeado de sus obras, de cuadros y esculturas.
Sus amigos cuentan que Manuel Calvo siempre puso por delante sus convicciones políticas y personales; que fue un hombre "íntegro", incluso cuando sus ideas le perjudicaban y que, por eso, dejo pasar la posibilidad de tener mayor reconocimiento internacional y se mantuvo al margen del mercado, y durante muchos años ni siquiera tuvo galerista.
José de la Mano se encargaba de su obra desde hace apenas unos años y habla de él como alguien que "estuvo en momentos y escenarios trascendentales de la historia del arte contemporáneo". Fue amigo de los artistas del Equipo 57, convivió en París con los representantes de la abstración geométrica y estableció relaciones con los sudamericanos, a los que sirvió de introductor en Europa. Su galerista destaca, entre las exposiciones que el creador hizo a lo largo de sus últimos años, "El silencio. La pintura en blanco y negro de Manuel Calvo", en 2014, en la Fundación Oteiza, al que el ovetense conoció, y admiraba como artista y como persona. Eso hizo que aquella exposición fuera una de las más memorables para él.
Antes Manuel Calvo había presentado una retrospectiva en el Museo de Bellas Artes de Asturias, que mantiene expuesta su obra en la sala 24, en la segunda planta, incluido un cuadro de 1963 de la serie "No a la violencia". Alfonso Palacio, el director de la pinacoteca regional, lo considera "un artista clave del arte asturiano y muy relevante del tercer cuarto de siglo XX en España, que trascendió el ámbito nacional". Se inició en el fauvismo y el postcubismo, y entre 1957 y 1963 se puso a la cabeza del arte normativo español. Con la galerista francesa Denise René se colocó en el epicentro del arte europeo de los 60, hasta que rompió con ella cuando le hizo elegir entre figuración y abstracción.
Esa firmeza en sus convicciones, hizo que Manuel Calvo fuera visto por mucho como una personalidad singular, con todas sus consecuencias. A partir de 1963, el artista emprendió una segunda etapa, con tintes expresionistas y orientada al realismo social. Comenzó su vinculación al grupo de grabadores Estampa Popular, y a medida que se adentraba en la década de los 70 lo hacía más y más en el realismo.
La obra de Manuel Calvo está en el Museo de Arte Contemporaneo Reina Sofía. El centro ya contaba con una representación de su producción artística, que creció con la donación que él mismo hizo hace unos años y que forma parte de la exposición permanente.
El crítico de arte Luis Feás, que cultivo su amistad, lo considera "un histórico de la abstracción geométrica y el realismo social", que sacrificó su celebridad para mantener su integridad. "Su obra es fundamental, su trayectoria larga y consolidada", según Feás. El pasado mes de febrero, cuenta el crítico para dar mejor idea de su forma de ser, participó por primera vez en Arco y cuando supo que la dirección de la feria había retirado una polémica obra de Santiago Sierra comunicó su intención de descolgar las suyas, en un gesto de solidaridad con su colega.
Trabajó hasta el final, gozaba de buena salud y su muerto ha sorprendido a sus cinco hijos: Silvia, Manuel y José, de su primer matrimonio, y Aysha, del segundo. Hace solo unos días que comenzó a sentirse mal.
Manuel Calvo era hijo del director del matadero de Oviedo, fusilado durante la Guerra Civil. Su madre se lo llevó de Asturias con sus hermanos, se instalaron en Madrid y al crecer Manuel se interesó por la música. Su madre, con espíritu práctico, consideró que debía estudiar veterinaria, como su padre, pero no pasó del primer curso, y fue después cuando encontró su vocación definitiva en las artes plásticas.
Calvo siempre mantuvo su afecto por Asturias. El pintor Bernardo Sanjurjo no supo hasta ayer por la tarde de su fallecimiento y lo recordaba como "muy bohemio, muy liberal y particular". La noticia de su muerte lo "conmovió" y lo dejó "agitado". "Lo apreciaba mucho, por su forma de ser y por lo que hacía", se sinceró. Otro de sus amigos, el escultor Fernando Alba, habló de Calvo como de un "bohemio hasta las últimas consecuencias, por vocación y coyuntura, y no siempre la bohemia es gozosa". Artísticamente, siempre estuvo "en las vanguardias" y en lo personal fue "un luchador siempre".
“…cuadrúpedodios…” Zamora y Pérez de Urría,
Rafael.
Tenía que ocurrirme con la reedición de CrímenesLiterarios,
que complotaron Margarita Fernández/Isolina Cueli/Glyn Hambrook/Martín
Rodríguez/Francisco Arellano. Sableé primero cinco euros para completar los que
llevaba, me hice con el preciado libro y tomé taxi sin Scorsese aún a la vista.
Al llegar frente a casa, unas mujeres entradas en años, al menos más que los
excesivos míos, me pidieron entrevista, lapso en que coloqué el ejemplar encima
del coche que, tras abono de la carrera, se fue calle Santa Cruz abajo. De
inmediato I., amable vecino, llegó con perro encordado ofreciéndose a seguir el
trayecto del vehículo, con su proverbial ánimo solidario hacia mis penas y
limitaciones. Al poco regresó con el rictus facial de su pequeño gran
éxito:”Han pasado varios coches por encima pero, cuando ya desistía, el perro
tiró para señalar que el ejemplar, muy machacado, estaba en el bordillo de la
Escandalera”.
Yo acababa, una vez más, de sostener en el Club de
este periódico que Rafael Zamora, Marqués de Valero de Urría, es el ovetense
más fascinante del veinte, siglo en el que apenas vivió ocho años. Su obra lo
demuestra. Acepto liberalmente cualquier opinión que rebaje mi sincero
entusiasmo, siempre que se le haya leído; visto el magnífico retrato que le
hizo José Uría, en el Museo de Bellas Artes; y bien sabida su increíble
aventura de París a Oviedo, con Cuba de fondo, su musicología, su erudita
opción por la métrica de un tal Baudelaire, su ayuda a Clarín para españolear a
Zola, su empujón hacia el clasicismo a un muchacho llamado Ramón Pérez de Ayala
y su condición de, como quieren imponernos a decir, emprendedor.
En fin, mi afecto a los que reparan un olvido
histórico. Sin embargo, no habrá tertulia, ya se han ido para siempre
vetustenses que conocí y podrían mantener semejante debate idealizado, espiral
entre enciclopédico saber local y atractiva personalidad, Pedro Caravia, Diego
Santos, Carlos Canella, Tolivar, Antón Rubín, Palmita Villa,
Sebastián Miranda, Alfredo Quirós, Ricardo Cepeda, Gendín, I. Gracia, González
del Valle, Arturo Calzón, Laína y Juan Uría, Paulino Vicente, Neira, Luque,
el coxuBuylla, Luisón
San Miguel, Joaquín Turyc, Arturo Bigotes, Tito Miaja, L.R. Castellanos, Manzanares, Vaquero, Pajares, Alarcos,
Vallaure, Sabino Fernández, Josechu
Braga, Polo Argüelles, Julio Masip, José
Benito Buylla, Martínez Cachero...
Tenemos también topadizos personajes de un Oviedo frontera entre
realidad y ficción (AnitaOzores, Juan Guerra
Madrigal, LenaRivero…); Valero de Urría, ranchoaparte
en esa deliciosa fabada,
tuvo el seguimiento de los más conspicuos escritores pero faltaba darse él. Con
esta edición, con el copiador de casi mil cartas que guarda Margarita, su nuera
(por cierto, él mismo yerno de ÁlvaroMesía, el don
juan de Leopoldo Alas) y con la inédita versión de la Ilíada que
alguien se atreverá también a estudiar y publicar, me reafirmo en que no hubo
aquí tipo más fantástico. ¡Zamora acometió el griego homérico para superar la traducción
gala de Leconte de Lisle, gran detractor, luego arrepentido, de la Torre Eiffel!
Antonio Ortega y Fernández de la Granda, catedrático
de Química, mentor en La Habana de Guillermo Cabrera Infante, otro singular
personaje, tiene el relato de un perro, Ready,
que cruza meditativo la ciudad. Carlos Espina/Llibros del Pexe/Impronta rescató
ese pensador canino; el de mi amigo I. no menos oportuno, me devolvió CrímenesLiterarios,
pisado por el progreso que intuía, esfumado y hallado de nuevo por otro perro,
¡divinocuadrúpedo!, precisamente en lugar en que Rafael
Zamora pasaba a diario desde el Café Español, salida por Peso, hoy Librería
Polledo, hasta su domicilio y biblioteca personal de Uría, esquina a Fray
Ceferino.
Enrique Álvarez-Uría lo tiene claro. El cierre de las plantas de Alcoa en Avilés y La Coruña no se debe al precio de la energía, sino a la falta de una apuesta por modernizar sus instalaciones. Así lo explicó ayer el ingeniero de minas y consultor experto en energías renovables durante una conferencia titulada "La transición energética asturiana", ofrecida en el Club de Tenis por invitación expresa de la tertulia ciudadana L'Alderique.
El especialista aprovechó para abordar varios temas de rabiosa actualidad como la famosa "descarbonización", desmintiendo de antemano que la transición energética sea nada nuevo. "En Asturias llevamos ya años cerrando pozos mineros", destacó, al mismo tiempo que recordó el todavía predominio de esa energía en el panorama asturiano. "El carbón supone el 60% de la energía de la región", apuntó.
Álvarez-Uría también quiso desmentir los argumentos de Alcoa para poner fin a su actividad en la planta asturiana de Avilés. "Alcoa cierra por falta de inversiones, no por el precio de la energía", explicó, argumentando que la fábrica no es competitiva "porque está igual que cuando la visité como estudiante hace cincuenta años". A su juicio, se dedicaron los 1.000 millones de euros ahorrados por las ayudas estatales energéticas "en mejorar la cuenta de resultados".
Para el ingeniero, el carbón tendrá todavía peso en la región mientras resistan importantes industrias como Arcelor-Mittal o las térmicas de Aboño y Soto de Ribera. De todos modos, cree que la transición energética orientada a reducir emisiones de dióxido de carbono "es inevitable" y todo depende de los planes industriales. "De nada sirve buscar soluciones de unos años para ganar tiempo si no hay una planificación seria", indicó Álvarez-Uría.
Reindustrialización
A su juicio, el Principado tiene capacidad para iniciar una reindustrialización cimentada en sectores nuevos más modernos y sostenibles. "Asturias tiene vocación industrial y confío en que ello permita desarrollar un tejido generador de empleo estable, de calidad y cualificado", sostuvo el experto.
Como ejemplo, puso la existencia de empresas innovadoras en cuanto energías renovables, pero lamentó que no sean más. "Tenemos dos empresas punteras y con inversiones sería posible que ese número se incrementase", apuntó en tono optimista, como una sugerencia para recuperar los empleos perdidos en los últimos años por el decrecimiento de otros sectores.
De todos modos, considera que el sector eléctrico ha sido tradicional e, injustamente, el que ha soportado los recortes en emisiones. "Está pendiente la reducción de emisiones a través de cambios en el transporte, que nunca se ha tocado pese a que es el gran generador de los problemas ambientales en las ciudades", destacó Álvarez-Uría, preguntándose las razones por las no se realizaron hasta ahora inversiones más ambiciosas para generalizar el uso de los coches eléctricos.
Gijón recuerda al pintor Alejandro Mieres con un monolito en El Humedal
El artista, fallecido el pasado 20 de febrero, tiene en esa plaza su conocida obra "Cubo"
Gijón, J. L. Argüelles 26.10.2018 | 01:28
Alejandro Mieres.A. GONZÁLEZ
Los gijoneses no olvidan a Alejandro Mieres, uno de los artistas que estuvo en el engarce de la pintura asturiana de la segunda mitad del siglo XX con la modernidad. Fallecido el pasado 20 de febrero, a los noventa años, el Ayuntamiento de Gijón colocará en la plaza de El Humedal un monolito en recuerdo de este creador. Será el próximo 8 de noviembre, jueves.
No era infrecuente ver a Alejandro Mieres en El Humedal, a última hora de la mañana. Leía y fumaba. Eran dos de sus pasiones. Su hija, Marina Mieres, recordó ayer que el artista tenía un especial cariño a esa plaza. Un espacio que acoge una de las esculturas urbanas del creador: su "Cubo" luminoso.
La placa del monolito lucirá un texto de Alejandro Mieres, a quien gustaba escribir: versos, reflexiones... "El arte es un antiguo diálogo que el hombre establece", dice la primera línea. Un elaborado pensamiento sobre el artista, el tiempo y la eternidad.
Un bisnieto del pintor, Yoel Sánchez, que tiene poco más de dos años de edad, será el encargado de descubrir la bandera asturiana que cubrirá el monolito. Nacido en Astudillo (Palencia), Alejandro Mieres llegó a Gijón en 1960 como catedrático de Dibujo. Su huella y su obra permanecen
24 de Octubre del 2018 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)
Es de agradecer a Antonio Masip por recordarnos que estuvo una decena de años en Bruselas, donde conoció a un islandés que le contó sobre su isla, como también lo hizo un hijo que la visitó recientemente, y por su interesante artículo “Islandia, fascinación de una tierra no visitada”.
Me quedo con su extrañeza de que el territorio de Islandia (literalmente, tierra de hielo) se llame así, cuando allí cerca una enorme isla ártica se llama Groenlandia (tierra verde), y resucita la idea de que, al bautizarlas, intercambiaran sus nombres. Sin desechar en absoluto tal idea, se puede añadir que Islandia tiene poco de verde, con vegetación tipo tundra, sólo un 0,03% de bosques con predominio de matorrales, pues su suelo está constituido por 25 volcanes activos, el más famoso el Hekla, y el más infame el Laki, con sus cráteres, lava, cenizas volcánicas, basalto, piedra de todos los colores, arena y sedimentos generalmente de origen ígneo. También es la tierra de los 40 glaciares, algunos tan extensos como el Vatna, con 8.000 Km.² de superficie. La vegetación es escasa y rala, e inexistente en la gran meseta; la causa de esto es, aparte de las bajas temperaturas en el largo invierno, la naturaleza del suelo y del subsuelo. Parte del vegetal es heno, cereales, base del alimento de óvidos, y patatas, y una parte de los escasos cultivos se hacen en invernaderos que se mantienen templados gracias a la energía geotérmica, muy usada también para piscinas y para el calentamiento doméstico. Quizás un nombre más apropiado para esta isla fuera el de “tierra de fuego y hielo”, con el que se encabezan estas líneas.
En cuanto al sol de medianoche, aludido en el texto citado, sólo es posible verlo en la costa norte de la isla, que roza el círculo polar ártico, pero no en Reykjavic, con tres grados menos de latitud norte. En pleno solsticio de verano, en la capital sí puede verse una puesta del sol muy larga y particular, pues dura 15 minutos, 5 veces más que por aquí, y el sol, en su puesta, describe un arco muy abierto y prolongado, en forma de segmento circular. La noche es bastante clara y sólo dura dos o tres horas.
La bella capital nos recibe con la sorpresa de que la calle y la plaza principales se llamen Austur, y nos sentimos en la Escandalera. La excursión obligada es a las gigantescas piedras de Tingvellir, a la dorada cascada Gullfoss y al Gran Géiser, hoy quiescente, pero que en su esplendor lanzaba agua hirviendo a 60 m. de altura. Hoy hay que conformarse con el contiguo Strokkur, que sólo alcanza 20 m., con chorros cada 7 minutos de promedio, pero con una cadencia tan incierta que se le llama el mentiroso. Dicen que si un géiser se niega a funcionar hay que activarlo con jabón líquido y salir corriendo. La guía del grupo dice que los géiseres femeninos son los más virulentos. ¡Si ellas lo dicen!
Por su parte, Groenlandia es una enorme isla de hielo, pero su extremo Sur está a sólo 60º de latitud norte, igual que Oslo, lejos del Círculo Polar Ártico, así como una parte del territorio. Además, su costa sur-occidental está templada por las corrientes del Golfo, de forma que cuando el islandés Eric el Rojo, que no había visto hoja verde, colonizó esa costa, al ver que había sauces y álamos no tan pequeños como los de su patria, y una gran variedad de flora, no quiso ir más lejos ni explorar los hielos del norte con su clima polar, y pensó en llamarla “la tierra verde” y no Islandia, pues, además, tal nombre ya tenía dueño.
“Los mosquetes están construidos en
Oviedo, según los últimos adelantos…Con ellos se puede dar en el blanco”. Passuth, Laszlo, ”EL Dios de la lluvia llora sobre Méjico”
Perorando con la portada de “Una ciudad bajo la
lluvia” de Victoria R. Gil, en el Salón de Té del Campoamor, recordé al
grande AntonioAlonso, “Alonsín”, del que el Museo de Bellas Artes y la Fundación
Cajastur conservan valioso archivo.
Alonso disparó su cámara ante la maravillosa cúpula de
Del Busto, esquina entre Suárez de la Riva y Principado, antes de que una
readaptación, por llamarla de alguna manera, en los primeros ochenta,
destrozase beldad (ver pag.476 deLIBRO
DE OVIEDO de Ediciones Naranco.1974). Es la imagen difuminada, e ignoro si
intencionada, que Septem Ediciones/Marta Magadan ofrece, ángulo frontal, en trama
de lluvia eternizando quietud sin que se adivine si anterior o posterior al
estropicio del multicolor irradiado. Y es que la divina lluvia para Passuth y terca
para Cunqueiro, y aún más si orbayu, en G.Pavón, Borrow, Hutington, Ricardo Salmón
y Fulgencio Argüelles, iguala todo en esta ciudad, el presente y pasado que
cantaban Ana y Víctor Manuel, como la salpicadura de un charco que describiría la
nóbel canadiense Alice Munro. Si el charco fuese francisco incitaría a apasionada
rebusca, libresca y memorialista, en el poemario de Fernando Beltrán, creador además
del dardo/topónimo literario Lloviedo, atracción evocativa por sí mismo.
Alonso/Alonsín fue gran artista, apenas reconocido en
su Oviedo, que, además de retener viento y aguacero despiezado de Vetusta y los
cuadros de las exposiciones, derrochó otros rasgos de su genialidad en trato cotidiano.
Compartía estudio en la calle Fruela, 6 con otro genio plástico, también muy
nuestro, Carlos Sierra, sierense, orgullo de nuestra ciudad y de mi generación.
Alonsín y Sierra nos dan pruebas contenidas
mientras Victoria es eslabón de la diadema, palabra bélica prestada de Gerardo
Diego, biennovelada, para otros, Cachero dixit,
simplemente muy novelada, cuyas alhajas, o incrustaciones, han sido
(Lesage, Clarín, Ayala, Palacio, Jove, Medio, Pavón, Perec, Julia Ibarra, Quiñones,
Sara Suárez, José Avello…), son (Fernando Fonseca, Alfredo Bryce, Xuan Bello, Casaprima,
Monteserín, Francisco G.Orejas, Adolfo Camilo, Victoria misma…) y serán…
Una vez, visitando a Sierra, “Stillnes
and fury” (Calma y furia) en ciernes, me
sorprendió una voz no bien sincronizada que provenía de la dependencia contigua
que ocupaba Alonsín, ese
instante vacía penumbra. La vieja radio, sintonizada en la misma
longitud de frecuencia, hasta que las ondas cambiaron y el fotógrafo pasó a
escuchar cuando estaba, incluso cuando no, otra emisión, sin girar dial durante
la siguiente década y media.
El día que Alonsín murió, Carlos ya
se había trasladado a su nuevo estudio de El Pasaje, varios amigos nos
encontramos en el rellano de la escalera sobrecogidos porque la radio,¡¿o era
transistor?! , había desprogramado en un pitido exasperante de irrecuperable voz,
sincolatura artística en un piso cuyo
ambiente y vecindad eran Arte en estado puro, evaporado salvo espectros esfumados
en fotos. Supe de la misma que Alonsín
nunca se había apellidado Alonso, aunque lo asumiese con su aire sarcástico a George
Brassens, pícaros mostachos incluidos.¡Era
José Antonio Sánchez García!; ALONSO venía de su familia avilesina a la que
reconocía aprendizaje oficioso del que devinieron geniales mixturas angulares y/o encuadres que
pasarán la página del crono.
Victoria permanece entre esos restos quebradizos de
aquella onda inextinguible que me llega muy dentro desde que irrumpió en el
mundo de la escritura y de Oviedo por cuya obra le felicito efusivamente. Lo
afirmo no solo como su lector sino también por nuestros comunes carbayonismo e
incondicionalidad a sus ancestros, imanes evocativos imparables.
La simbiosis interdependiente, en espiral, de lluvia y
ciudad es inmutable, mientras el cambio climático no acabe con nos. En la adaptación
fílmica de “Aimez-vous Brahms?”, un personaje central de la dispersa Françoise
Sagan, encarnado por Ingrid Bergman, llega a creer que sus lágrimas se borrarían
con el automatismo parpadeante del limpia parabrisas. Nada así cabría en el
Oviedo/Lloviedo que resucita Victoria, anterior a los parabrisas, incluso a la popularización
desgarradora de la errática radiofonía alonsina. Autora y editora optan por
perpetuar goterones, sin remisión compasiva siglo y medio después aunque
proclamo: ¡bendito el cielo y sus descargas frecuentes, por fortuna casi
siempre benignas!
José Montero García presentaba a la simultánea aquella
misma tarde del Salón de Té/Septem/R.Gil en otro templo, también sacralizado en
librería, “De Victoria en Victoria”.
Ayer asistí, en Gijón, a la inauguración de la empresa de
magnesio de VAUSTE, vinculada a la antigua Tenneco que logró salir adelante tras un
complejísimo recorrido político y empresarial con decisiva intervención europea
que bien conocí.
Fue un acto muy emotivo para mí, invitado por unos viejos
amigos que me prestó mucho volver a ver. Belarmino Feito, presidente de FADE, y
el Consejero de INDUSTRIA, Isaac Pola, estuvieron muy bien en sus protocolarios
discursos de parabienes.
Me sorprendió, sin embargo, la escasa cobertura en medios de
los que ignoro su razón omisiva. Es, en cualquier caso, posible que la
coincidencia con el grave problema de ALCOA y otras noticias eclipsaran esta
que para mí, insisto, resultó conmovedora
"Los ciudadanos deben elegir si quieren destinar parte de sus ingresos a un nuevo pacto social. Yo creo en ese pacto”
El expresidente que logró la anexión a la UE sopesa los retos que plantea el Brexit, los errores de Europa en la gestión de la crisis y la creciente brecha de desigualdad
Felipe González (Sevilla, 1942) no es un político en activo, en el sentido tradicional de la palabra. Sigue siendo el presidente del Gobierno que más tiempo ha dirigido España (1982-1996), pero desde hace más de 20 años no participa en la ejecutiva de un partido, no se presenta a elecciones y no mantiene ningún cargo representativo. Sin embargo, sigue siendo un político en activo desde el punto de vista del pensamiento y de la curiosidad. Europa y España son el centro de sus cavilaciones y a lo largo de esta conversación, mantenida en su domicilio madrileño, se muestra mucho más preocupado por la primera que por la segunda. Afirma que le horroriza la estupidización de la política, las respuestas simples (que no hay que confundir con las sencillas) y la renuncia de los políticos a poner a la sociedad ante sus problemas. Cree firmemente en la necesidad de un nuevo pacto social y en que los ciudadanos estarán de acuerdo en destinar parte de su riqueza a esos objetivos. “Es la magia de la política”, apunta.
Pregunta. Se acercan las elecciones europeas y, en términos generales, hay dos propuestas. Una Unión Europea más integrada y una en la que exista un esqueleto único pero diferentes grupos donde se junten los países de acuerdo con sus intereses compartidos. ¿Qué opina?
Respuesta. Creo que lo simplista es ese mantra de más o menos Europa. Lo que hace falta es mejorar la calidad del funcionamiento de Europa y la manera más razonable es aplicar seriamente el principio de subsidiariedad. Es decir, hagamos juntos lo que podemos hacer mejor como europeos. Busquemos un núcleo, un esqueleto, como quiera llamarlo, que defina las políticas que marcan de verdad la vocación europeísta. El resto, podemos resetearlo. Hay cosas que tienen que permanecer en esa centralidad, y cosas que no tienen por qué estar en el aparato burocrático central europeo.
P. ¿No tenemos que llegar todos al mismo punto?
R. No tenemos por qué. La construcción europea, tal y como se concebía al principio, era una construcción por acumulación de lo que llamamos el acervo comunitario. Siempre que había una posibilidad de acuerdo se adoptaba y se iba sumando acervo. En ningún momento se ha planteado una revisión de ese mecanismo para intentar ganar eficacia en lo que usted llama el esqueleto. Pero eficacia es lo que tenemos que dar a ese centro, ahora que somos 27 y medio, si contamos a Reino Unido. Ahora la complejidad aconseja no seguir acumulando acervo, sino redefinir qué es lo que importa que se haga desde Bruselas, como símbolo, relegitimando, además, democráticamente aquello que se hace. Y averiguar qué elementos podemos ir devolviendo.
P. ¿Ayudaría esa decisión a resolver los problemas que plantean países como Hungría o Polonia?
“El Brexit a los no británicos nos plantea una pregunta dramática: ¿esto será una vacuna o será contagioso?”
R. No, a ellos les va a dar igual porque su deriva es distinta. Pero quizás hubiera ayudado a evitar el error del Brexit. Si se analizan con cuidado las quejas que hicieron triunfar el Brexit, son temores de una sociedad envejecida y están muy poco fundados. Y, sobre todo, se referían mucho más a políticas concretas que a elementos constitutivos de la Unión. El problema de Hungría o de Polonia es de otra naturaleza. Tiene que ver con lo que ahora llaman “democracias iliberales”. Es decir, que no respetan los fundamentos de la democracia representativa. Esos Gobiernos están vulnerando un elemento esencial del funcionamiento de la UE y de cada uno de los Estados miembros. Es incompatible con la Unión. Y no se resuelve con devolver una competencia u otra porque afecta a un problema esencial que define la democracia representativa y, en ese sentido, al mismo hecho de ser miembro de la UE.
P. ¿El verdadero esqueleto de la UE es la democracia liberal representativa?
R. Sin duda. Ese es uno de los elementos. Otro elemento constitutivo desde la propia fundación de la Unión es la economía social de mercado. En algún momento se ha dicho que la competitividad en la economía global se resentía por la dimensión social de la economía de mercado. Siempre he creído que es un error. Ahora vemos una especie de reacción que me da hasta apuro. Me da cierta vergüenza que desde Davos adviertan de que las desigualdades plantean problemas de sostenibilidad del modelo. ¿Ahora hacen una reflexión sobre lo que supone la dimensión social de la economía de mercado, sobre los elementos de redistribución más igualitaria que implica esa dimensión social?
P. Muchos ciudadanos, dicen algunas encuestas, vuelven a la idea del Estado nacional, porque creen que la UE no facilita sino que impide la redistribución, y que solo el Estado puede luchar contra la desigualdad. ¿Es eso así?
R. A veces ha ocurrido. La UE, a mi juicio, no ha sabido gestionar la crisis financiera y después económica y social de 2008. Creo que la respuesta fue equivocada. Se está corrigiendo, afortunadamente, pero se corrige tarde, mucho más tarde que en Estados Unidos. La Unión recurrió solo a medidas de política monetaria y, pese a la gravedad de la crisis, no fue capaz de dar un impulso a políticas anticíclicas.
P. Entonces, ¿la equivocación fue de la UE y los Estados habrían reaccionado mejor por su parte?
“La política convierte en mercancía a la persona y la economía de mercado se convierte en sociedad de mercado. ¿Es posible hacer política para limitar esa tendencia? Sí”
R. Tengo dudas. En aquel momento, algunos países, entre ellos España, ya habían agotado su capacidad de respuesta anticíclica. Y era la UE, en su conjunto, la que tenía margen de maniobra para hacer esas políticas con un Banco Europeo de Inversiones, por ejemplo.
P. ¿Fueron decisiones ideológicas?
R. Quiero creer que fueron convicciones equivocadas, pero convicciones. Más austeridad, creían que mejoraría la situación. Lo que pasó con Grecia es paradigmático. Tsipras cometió errores, pero cuando chocó con la realidad tuvo el coraje de gestionarla. Yo diría que él es uno de los grandes conversos de la política de confrontación. En fin, creo que nos equivocamos, que la Unión se equivocó.
P. ¿Fue la peor equivocación?
R. Nos equivocamos también al no predecir las consecuencias de la crisis en la inmigración y al no poner en marcha una política migratoria común. No digo que tengamos una política migratoria europea equivocada, digo que es aún peor: no tenemos una política común en absoluto. Es evidente que si tienes un espacio de libre circulación en la UE, la política migratoria tiene que ser también europea. Es imposible que respondas a un fenómeno migratorio extraordinario de manera parcial o desordenada, sin que te encuentres con un fenómeno nuevo de xenofobia y nacionalismo. Y ese desorden en las respuestas en mitad de una crisis hace crecer los movimientos antieuropeos o excluyentes en cada país, con mayor o menor fuerza.
P. ¿Es imposible que la UE tenga una política migratoria común?
“Cuando Tsipras chocó con la realidad tuvo el coraje de gestionarla. Es uno de los grandes conversos de la política de confrontación”
R. No, no lo creo. Es perfectamente posible hacerlo siempre que se tenga la visión necesaria. Si tú construyes un espacio público compartido, y dentro de ese espacio público hay principios de libertad de circulación de personas, de bienes y de servicios, si construyes ese espacio, no puedes imaginar una política diferenciada para el flujo de personas que llega a ese espacio. Tiene que ser la misma. Nos vemos en la inmensa contradicción que es desplegar fuerzas de la OTAN en el Mediterráneo para defendernos, no del ataque de Rusia o de no sé qué otra fuerza, sino de flujos migratorios.
P. ¿Esa ha sido la peor crisis en la UE?
R. La crisis migratoria me preocupa mucho. Pero hay también otra crisis que me inquieta: la del Brexit. Me inquieta mucho porque plantea a los no británicos una pregunta dramática: ¿esto será una vacuna o será contagioso? En principio, lo vemos como una vacuna, porque la respuesta ha mantenido unida a la UE frente a las pretensiones de Reino Unido, pero en el fondo se están produciendo fenómenos que están debilitando a la UE. Tenemos elementos de contagio por muchos sitios. Para colmo, la emergencia en EE UU de un liderazgo imprevisible y antieuropeo, como mínimo, cambia también el escenario de alianzas. De esta parte del Atlántico, comprendo que la reacción a ese fenómeno es extraordinariamente difícil. Pero lo cierto es que también está erosionando las bases de la Unión, porque hay que reconocer que el trumpismo tiene más de un alumno en la política europea. Cuándo van a llegar a ser esos alumnos lo suficientemente relevantes como para que cambien las relaciones de fuerza en la Unión, no lo sé.
“Tenemos que pactar con la sociedad, porque no se trata de improvisar una respuesta fiscal coyuntural”
P. Usted es un político con una experiencia muy larga, ¿es este el momento más peligroso que ha conocido?
R. No quiero dramatizar. Es peligroso porque los fundamentos de todo lo que hemos hecho —desarrollar una democracia representativa e ir construyendo un espacio supranacional— están en un momento de indefinición, y porque a la crisis de gobernanza se juntan muchos factores externos que están influyendo sobre ella, y muchos factores de futuro que empiezan también a hacerlo. Van a cambiar las relaciones industriales en el mundo sí o sí. Puede haber un repliegue defensivo, pero estos repliegues, si los vemos históricamente, están condenados al fracaso. El problema es si somos capaces de anticipar todo esto en nuestro debate. No para impedirlo, sino para intentar encauzarlo y para que ese tránsito histórico, que se acelera mucho más que la revolución industrial, tenga el mínimo de costes y el máximo de beneficios. Minimizar los costes es, sobre todo con una visión europea, intentar que nadie se quede en la cuneta por ese cambio que se nos viene encima.
P. Una parte de la población cree que ya está en la cuneta. ¿Hay grupos políticos con la fuerza necesaria para cambiar esa percepción?
R. Lo creen incluso cuando no lo están. En realidad, son estados de ánimo sobre qué les espera en el futuro. Y en muchísimos casos contradicen los datos de la realidad. Repito, el problema de fondo permanece: el modelo de economía financierizada e interdependiente de la globalización está creando mayor desigualdad. No es que el modelo no funcione en la crisis, es que el modelo, cuando crece, también es un modelo desigual. Y es responsabilidad de la política dar una respuesta a este hecho. Desde luego, es responsabilidad de la política progresista, si quiere, socialdemócrata. Pero cuando lo analizas desde el punto de vista de esos estados de ánimo, llegas a la conclusión de que el espacio público compartido que llamamos Unión Europea es, en términos relativos, el que tiene mejores condiciones de vida de todo el planeta. A pesar de todo. A pesar de todas las dificultades inocultables, a pesar de fenómenos que podríamos enumerar, de desigualdad, de precarización. Sin embargo, el estado de ánimo en Europa es el que estamos describiendo: el futuro va a ser mucho peor que el presente y que el pasado. En cambio, el estado de ánimo en Asia es que lo pasado fue mucho peor y que el futuro se abre con esperanza. ¿Eso es permanente? Los estados de ánimo son muy cambiantes.
P. Pero ¿qué provoca ese estado de ánimo en Europa? ¿La sensación que tienen algunos ciudadanos de que viven en democracias, digamos, capturadas?
R. Condicionadas. Claro, después hay que acercar el foco y ver qué pasa en cada sitio. Pero sí, democracias condicionadas por factores que los ciudadanos perciben que no dependen de su voto. Por eso es más grave el estado de ánimo en las democracias representativas que en las autocracias en general. Es grave que en las democracias se piense que mi destino no depende de mí, sino de factores externos, y que elija a quien elija esto no va a cambiar.
P. ¿Y es eso verdad?
“Es imposible que respondas a un fenómeno migratorio extraordinario de manera parcial, sin que te encuentres con un xenofobia”
R. No, no es verdad, pero da pie a que se expliquen cosas complejas con respuestas simples. Ojo, no respuestas que expliquen con sencillez los desafíos complejos, sino respuestas simples y, por tanto, demagógicas. Las respuestas simples que expresan Bolsonaro en Brasil o Trump en EE UU. Esa respuesta simple la vemos todos los días porque el debate político no solo se está banalizando, sino que está cayendo en una simplificación estupidizante como respuesta a problemas que son complejos. Pasa en nuestra casa, pasa en Europa y pasa en EE UU y en Brasil. Me acuerdo siempre del primer ministro sueco Olof Palme, que tenía la capacidad intelectual de explicar lo complejo de manera que se entendiera, pero nunca daba respuestas simples.
P. ¿Hay capacidad hoy de respuesta a eso?
R. Antes decía que tenemos cada vez más limitaciones para redistribuir. No digo que no se puedan superar esas limitaciones. Las señales de alarma sobre la sostenibilidad de un modelo como el actual, de crecientes desigualdades y, por tanto, de crecientes zonas de marginación, llegan incluso desde Davos. Pero allí no se preocupan, para ellos es simplemente un impulso técnico económico, no ético. Es una llamada de atención, digamos, tecnocrática. ¿La política puede actuar sobre eso? Claro. ¿Puede actuar sobre los mercados? Debe actuar sobre los mercados. Siempre he defendido que es peligroso confundir una economía de mercado con una sociedad de mercado. La sociedad de mercado, que convierte al ser humano en mercancía, es brutal. En la negociación del Brexit se nota mucho. Oiga, basamos la construcción europea en cuatro libertades: se mueven los servicios, las mercancías, los capitales y las personas. Se supone que la libertad de movimiento de esos factores es beneficiosa para las personas, pero la paradoja es que limita la libertad de las personas para ajustar los otros tres movimientos.
Por tanto, la política convierte en mercancía a la persona y la economía de mercado se convierte en sociedad de mercado. ¿Es posible hacer política para limitar esa tendencia a crear una sociedad de mercado? Sí lo es. ¿Hay que coordinarlo por lo menos en el ámbito europeo y hay que intentar darle gobernanza a la globalización para que no se provoquen las reacciones retardatarias de un fenómeno que seguirá avanzando? Es posible. ¿Es posible mejorar elementos de predistribución, no solo de distribución o redistribución? Sí, es posible. ¿Es posible mejorar las rentas salariales en el sentido amplio de la palabra, es posible retribuir más seriamente el talento y dar mejores oportunidades en la formación de ese talento y en la respuesta a la crisis? Sí. Eso sería uno de los elementos de predistribución. ¿Qué es lo que me angustia, con 76 años? Que esto no forma parte del debate. Lo que me preocupa es que, bueno, las personas notamos que estamos envejeciendo cuando miramos al suelo antes de poner el pie porque nos da miedo dónde pisamos. Miedo, resalto, miedo. Nos da miedo hacernos daño. Eso pasa con las sociedades.
P. Pero los que tienen que estar ahora mirando hacia abajo son los jóvenes, porque es su suelo el que está lleno de agujeros, ¿no?
R. Tiene razón desde un análisis muy racional, de culto puro a la razón. Pero esta no es una pulsión que dependa solo de un elemento racional. Los jóvenes tienen razones para estar preocupados y en rebeldía. Pero es difícil encontrar razones en un joven para tener miedo. No es una característica ligada a la juventud. Lo es el cabreo y el rechazo, eso era el 15-M. Si usted no me da respuestas, no me representa. Y después han llegado nuevas respuestas, y es curioso porque tienen una cierta tendencia a adquirir los peores vicios unidos a la simplificación. Por tanto, de nuevo cierran el horizonte y crean frustración, y los jóvenes dicen: “Me desentiendo de eso y busco la salida por donde sea”.
“El mantra de más o menos Europa es simplista. Lo que hace falta es mejorar la calidad de su funcionamiento”
P. Cuando usted ganó sus primeras elecciones, en 1982, le propuso a la sociedad un mensaje sencillo, modernizar España. No era una propuesta simple, pero era comprensible para los ciudadanos. ¿Qué se le podría decir ahora que fuera comprensible y asequible, aunque fuera complejo?
R. Bueno, hay muchos temas. Por ejemplo, ¿qué hacemos con la parte de redistributiva como misión del Estado? ¿Podríamos decirles a los ciudadanos que necesitamos dentro de dos años 14 puntos de producto bruto para mantener un sistema digno de pensiones? Son las simplificaciones de las respuestas lo que me aterra. Hay que encarar a la sociedad consigo misma, si quieres ser políticamente responsable. Es decir, necesitamos 14 puntos para pensiones y 10 puntos, mínimo, para un sistema sanitario como el que tenemos. Y deberíamos aspirar a tener entre 5 y 6 puntos como mínimo en educación. Y todavía no hemos hablado de cómo funciona la justicia, de cómo funciona la policía, de qué defensa queremos, de cuáles son los servicios generales.
P. ¿Cuál sería entonces el mensaje complejo, sencillamente formulado?
R. ¿Los ciudadanos españoles están dispuestos a comprometerse a detraer esas cantidades de la riqueza que generamos cada año para hacer esas políticas y sin perder eficacia? Los ciudadanos deben decidir si quieren destinar parte de sus ingresos a un nuevo pacto social. Yo creo en ese pacto. Hay que planteárselo y decir que sí. Tenemos que pactar con la sociedad, porque no se trata de improvisar una respuesta fiscal coyuntural a un elemento que es estructural. Se trata de analizar cuál es el problema estructuralmente y cuál es la respuesta permanente. Te puedes encontrar con la sorpresa de que los ciudadanos —y estoy hablando solo de ese aspecto pero hay otros muchos— te digan que no, que no están dispuestos a pagar, puede ser y tenemos que asumir las consecuencias. Pero yo creo que sí estarían dispuestos. Esa es un poco la magia de la política.
P. Quizás en su momento era más fácil plantear un pacto social porque los ciudadanos tenían más confianza en el sistema de democracia representativa.
“El miedo no es una característica ligada a la juventud. Lo es el cabreo y el rechazo, eso era el 15-M”
R. Todavía hoy creemos eso en España. Y eso nos lleva a otra reflexión. En América Latina a veces les cuesta entenderme cuando digo que no ideologicemos la democracia. La buena democracia no garantiza el buen gobierno, salvo a largo plazo. Lo que garantiza, y es muy importante viniendo de una dictadura, es que podemos echar al Gobierno que no nos gusta. A nadie le gusta que lo echen, ni fracasar, por tanto intenta corregir errores. Y eso, a la larga, permite no solo las alternancias en los Gobiernos con políticas diferenciadas, sino que ayuda a mejorar las prestaciones. Porque aunque alguien creyera que hay que acabar con el sistema nacional de salud, comprendería que la cohesión social en torno a ese tema es tan fuerte que le echarían si lleva a término su convicción.
P. Se han publicado recientemente varios libros sobre cómo mueren las democracias, no solo por golpes de Estado sino también por debilitamiento o pérdida de contenido.
R. Tenemos un retrato robot del golpe de Estado violento, rupturista y represor. Ahora es verdad que se da de manera distinta. ¿Qué es lo que ha hecho, por ejemplo, Maduro en Venezuela? Un golpe de Estado a partir de diciembre de 2015, cuando perdió las elecciones. El mismo diciembre, con la Asamblea ya saliente, deslegitimada, cambió las reglas del juego. Y ha ido completando ese golpe de Estado hasta el nombramiento de una pseudo Asamblea Constituyente, absolutamente monolítica, elegida por mecanismos casi de soviets, que vota a mano alzada lo que le dicen, por unanimidad. El círculo se cerró cuando esa propia Asamblea Constituyente convocó un proceso electoral trucado, para prolongar el poder de Maduro. Lo que ha hecho este señor es un golpe de Estado desarrollado en el tiempo.
P. ¿El debilitamiento de las instituciones es también un problema español?
“Si hacemos depender todo de lo que pase en Cataluña, estaremos en una especie de bucle melancólico”
R. Hay una cosa que está super probada, la validez de la Constitución que nos rige desde hace 40 años. Otra cosa es que nos movamos en esa cosa tan española de que las Constituciones o no se tocan o se liquidan. Pero estos 40 años han demostrado que es perfectamente posible convivir institucionalmente con esa Constitución, facilitando la alternancia entre propuestas que son completamente distintas. El debilitamiento institucional probablemente se aceleraría o acelerará, si no somos capaces de mantener un espíritu reformista y nos quedamos atrapados entre liquidacionistas e inmovilistas. Éstos últimos dicen que mientras exista un problema en Cataluña no debemos intentar reformar la Constitución. O que no hay consenso para intentar reformar el texto, aunque pueda parecer necesario e incluso evidente en algunos casos. Yo creo exactamente lo contrario. Tendríamos que poder ponernos de acuerdo en hacer las reformas que necesitemos, sin una dependencia directa de un desafío de una parte de Cataluña, que se expresa en el independentismo. Y, por cierto, menuda forma de golpe de Estado lo ocurrido en Cataluña, no el 1 de octubre, sino el 6 y 7 de septiembre.
P. ¿Es posible entonces plantear la reforma de la Constitución?
R. Mientras no salgamos de esta confusión, también en Cataluña, será muy difícil avanzar. Pero será peor si todo lo hacemos depender de eso y no se ponen de acuerdo las fuerzas políticas que creen en un buen funcionamiento de la democracia para proponer las reformas que necesitemos, que, al final, no serán las que proponga uno u otro, sino el fruto de una negociación. Si hacemos depender todo de lo que pase en Cataluña, estaremos en una especie de bucle melancólico, y simplemente siempre se irá encontrando un motivo, una excusa, para mantener la situación bloqueada.
P. ¿Cuándo debe un presidente convocar elecciones anticipadas?
R. Depende. En Europa disolver en los últimos seis meses del periodo no se considera una anticipo electoral. Otros creen que agotar una legislatura es llegar hasta el último día. Esa es una interpretación bastante dudosa. Cuando yo era presidente, ¿le daba importancia al Presupuesto? Sí, y pensaba que era la tarjeta de visita del Gobierno para el año. Recuerdo una conversación con Rajoy en la que le dije que en mis tiempos, tener o no presupuesto era decisivo. Ahora no, la prórroga es un mecanismo tan aplicable como obtener una mayoría. Quien tiene ese poder como presidente o presidenta del Gobierno, solo tiene que calcular si disuelve cuando cree que es mejor para los intereses generales o de otro tipo, o cuando no tiene más remedio que disolver.