Graciano García (Moreda, 1939) es presidente vitalicio de la Fundación Princesa de Asturias y del grupo editorial que inició hace 35 años en el salón de su casa, con una empleada, un teléfono y una máquina de escribir. Ahora tiene 90 empleados en Asturias, Madrid y otras regiones y representaciones en toda Iberoamérica. Está compuesto por los sellos Nobel, Paraninfo (Universidad), Mundi-Prensa (Agricultura), Alfa Centauro (Informática) y Everest, de la que han comprado marca, parte del fondo y derechos.
-Son editoriales de la formación desde la infancia a la Universidad. Tenemos 2.200 autores, realizamos el 20% de las ventas por internet, facturamos más de 8 millones de euros e imprimimos medio millón de ejemplares al año. Este hemos crecido un 14 por ciento.
- ¿Cómo se encuentra?
-Muy mejorado después del primer y único achaque importante que he vivido. Lo confirman los médicos. Sufrí un ictus leve en febrero de 2018. Según los médicos, tuve mucha suerte. Pasé quince días en el HUCA, un lujo gestionado por equipos médicos de primera línea y con una enfermería ejemplar.
- ¿Cómo le afectó?
-Nunca perdí las funciones fundamentales, el impulso creativo ni la ilusión por vivir. Tuve que reciclar el caminar y superar algunas dificultades en el habla.
- ¿Siguió escribiendo poesía?
-Como nunca. La montaña de la poesía tiene muchas laderas y las voy escalando todas, sorprendido; nunca pensé en escribirla.
- ¿Cambió su día a día?
-Nada. Siempre tuve una vida ordenada dentro de una profesión complicada y de que soy creativo y me gusta el riesgo. Trabajo por la noche, leo hasta la madrugada y me organizo en función de los compromisos.
- ¿Los médicos han aprovechado para estropearle lo mejor de la vida?
-Viví muy cerca de los médicos en mi pueblo, Moreda, pero siempre con respeto distante. Procuro, como amigo, estar cerca de ellos, y como profesionales, lejos. Tomo un vino durante algunas de las comidas. Ahora estoy tomando una Coca-Cola.
- A la hora en que Severo Ochoa llevaba dos martinis.
-O tres. Mi güelu don Severo. Me llamaba "nieto". Nos ayudó mucho en la proyección internacional de los Premios.
- Lo de "Asturias, capital mundial de la poesía" está muy relacionado con su editorial.
-Está relacionado conmigo. El 21 de marzo, cuando nace la primavera, la ONU celebra el Día Mundial de la Poesía, y en Asturias, desde hace seis años, convocamos el Premio Internacional de Poesía "Jovellanos", para distinguir autores de cualquiera de las culturas de la Tierra. Se han presentado más de 10.000 poetas de todas las lenguas, del inglés al quechua. Asturias ese día será su capital y los asturianos lo celebraremos de muchas maneras. Al mundo le faltan versos y le sobran violencia, fanatismo y codicia.
- ¿Cómo se celebra?
-La idea fundamental es la libertad, y el objetivo, que la poesía llegue a todos los ámbitos: que el nieto escriba un poema al abuelo, que regalemos a la gente que queremos un libro, que el cura lea un poema desde el púlpito, que repiquen las campanas. Nadie se ha atrevido a hacer en el mundo lo que quiero hacer aquí y reúno apoyos inesperados porque es un proyecto sin aristas.
- ¿Qué hay que hacer para que se enteren en Pekín, Nueva York, Berlín o Sídney de nuestra capitalidad?
-No dejes que tus miedos venzan tus sueños. Hay que ver oportunidades donde otros solo ven muros e inconvenientes, hay que hacer nuevo el sol de cada día y de la vida, una creación continua. Lo decía el genial Unamuno.
- ¿En concreto?
-Trabajar duro y bien, mirando alto y lejos y saber cómo funcionan las cosas en el mundo de la comunicación internacional. En Asturias mucha gente es capaz de hacer grandes cosas.
- ¿Su penúltima iniciativa?
-A mi edad, don Quijote había regresado a casa y había mandado a Sancho a la suya. Había recobrado la lucidez, abandonado con pena a "Rocinante", ya no tenía entuertos que enderezar, serpientes que descabezar, malandrines y gigantes que vencer, encantamientos que frustrar, molinos o ejércitos que desbaratar. Ya no se enamoraba de oídas, como él mismo decía. Yo, sin embargo, sigo. Un hermoso verso dice que, cuando todo está hecho, los amaneceres son tristes.
- Firmó un convenio con la Fundación Ramón Areces.
-Es más que un convenio, es el recuerdo de un amigo inolvidable, Isidoro Álvarez, presidente de El Corte Inglés, que decía que yo era la persona más positiva que conocía. Un día le expliqué el proyecto del premio internacional "Jovellanos" de ensayo y le dije: "Algún día habrá otro de poesía". Me contestó: "Tienes que hacerlo".
- Debería haberle animado usted a que él hiciera una planta de poesía en El Corte Inglés.
-Ya es bueno que un grupo de esa entidad apueste por la poesía.
- Después de un premio a mayor gloria de la Monarquía, ¿quería un premio de la República de las Letras?
-Mi lealtad está clara y estoy muy lejos de enredar con asuntos decimonónicos, y menos cuando son innecesarios.
- El debate del XIX fue entre dos ramas de Borbones. ¿De verdad ve la monarquía como algo del siglo XXI?
-Totalmente. Lo que más quiero en el mundo son mis nietos y sé que con este Rey como jefe del Estado tienen futuro España y ellos.
- Ahora puede elegir entre dos reyes, ¿con cuál se queda?
-Al que conozco de verdad es a Felipe, desde niño. Le respeto y quiero profundamente. A su padre le estoy profundamente agradecido: dio el visto bueno a la Fundación, que cambió mi vida.
- ¿Cómo creció su editorial tanto en diez años?
-Los antiguos griegos decían que "los dioses siempre nos traen lo imprevisible". Al principio no tenía una idea clara del contenido de la editorial, fue la incorporación de mis hijos lo que cambió el rumbo de la empresa. Pelayo y David, de 43 y 40 años. Pelayo hizo Derecho y Económicas, y David, Económicas. Trabajaron fuera, conocen el mundo, hablan idiomas. Pelayo trabajó y triunfó con Bill Gates. Hicieron unos ahorros importantes, querían emprender en Asturias y les dije que usaran lo que había en casa.
- ¿Los formó pensando en que alguna vez cogerían el negocio familiar?
-No. Quise que Pelayo conociera el periodismo y no le gustó. Los quiero ahí, triunfando y felices. Solo nos dieron alegrías y nunca se pelearon entre ellos.
- Mientras crecían usted estaba fuera de casa.
-Como todo periodista, pero no fui un padre lejano y lo reconocen ellos. Los seguí como ahora sigo muy de cerca a mis cinco nietos, entre los 11 y los 4 años. Fueron unos niños ejemplares que no dieron más que alegrías y nunca se pelearon entre ellos, lo que es raro.
- ¿Es usted feliz?
-Profundamente.