domingo, 8 de diciembre de 2019

Jesús Suárez López
CÁTEDRA ARCHIVO DE LA TRADICIÓN ORAL DE ASTURIAS
Unos cómicos ambulantes hacen ver a sus espectadores que un gallo se pasea por la plaza del pueblo llevando una enorme viga de madera en el pico. La gente asiste embobada al espectáculo cuando se aproxima una mujer que viene de la siega con una carga de hierba sobre los hombros. Sorprendida ante tanta expectación, pregunta a los concurrentes por qué se maravillan del simple hecho de que un gallo lleve una paja en el pico. Al escuchar a la mujer, el comediante la señala con el dedo exclamando: “¡Esa señora lleva veneno encima!”. Y, efectivamente, cuando examinan la carga de hierba que la mujer trae a hombros, encuentran una culebra enroscada en su interior. Parece ser que el veneno de la serpiente impedía que la mujer tomase parte de la ilusión óptica provocada por el comediante.
Armando García López y su mujer, en 2012. 
Si atendemos a las diferentes versiones que hemos podido grabar de este relato, aquellos cómicos ambulantes representaron el mismo espectáculo en diferentes localidades de los concejos de Bimenes, L.lena, Riosa, Quirós, Tinéu y Cangas del Narcea. Lo curioso es que en todas las ocasiones coincidió que llegaba a destripar la función una mujer que, casualmente, pasaba por allí con una carga de hierba.
Cabe pensar que esta compañía de comediantes llevaba bastante tiempo circulando por el norte de España, pues según cuenta José María de Pereda en la “Segunda serie de escenas montañesas” (1871), también hubo una función en Vitoria (Álava) a la que acudió un mozo cántabro que estaba allí sirviendo al rey. Antes de acudir al espectáculo, un compañero del cuartel le dio un envoltorio de papel diciéndole que si quería ver la comedia “en toda regla” que lo llevase consigo. El militar lo abrió por curiosidad para ver qué había en su interior y encontró un “rézpede de culiebra”, es decir, la lengua bífida de una culebra. Guardó el envoltorio en el bolsillo y se marchó a ver la comedia. Al poco de empezar la función sale un gallo al medio del escenario y toda la gente empieza a decir que ese gallo lleva una viga en el pico. “¿Cómo que viga?”, exclama el muchacho, “si lo que lleva el gallo en el pico es una paja”. En esto, lo oye el comediante y llamándolo a un aparte le dice: “Melitar, usté tien rézpede, y yo le doy a usté too el dinero que quiera por que se marche de aquí”. Conclusión, que el militar entró al trato, se ajustaron en dos reales y medio y volvió muy satisfecho para el cuartel. Está claro que el escritor cántabro conocía nuestro relato por tradición oral y lo recicló como materia de novela costumbrista.
La fantasía del gallo que arrastra una viga era ya un tópico en la Edad Media, según podemos intuir; y así lo atestigua el inquisidor francés Étienne de Bourbon en su “Tratado de diversas materias a predicar”
Para seguir la pista a este relato, tenemos que dar un salto hacia atrás de cinco siglos. Concretamente hasta el año 1490, en que el teólogo dominico Juan López de Salamanca da a la imprenta su “Segundo libro de los evangelios de los domingos de todo el año”, donde narra escuetamente la siguiente historia: “Una vez un ilusionista engañó a mucha gente en un mercado. Ató un gallo con un hilo de lana al pie y lo echó por el mercado. Y toda la gente maravillada decía que el gallo llevaba una viga de lagar arrastrando con el pie, y aquello no era sino fantasía de viga”.
A juzgar por este testimonio podemos intuir que la fantasía del gallo que arrastra una viga era ya un tópico en la Edad Media. Y así lo atestigua el inquisidor francés Étienne de Bourbon en su “Tratado de diversas materias a predicar”, redactado hacia el año 1250, donde alude a un hecho que, según él mismo afirma, conoce de oídas: “He oído decir que un encantador conjuró a los demonios para confundir la imaginación de los hombres y hacerlos ver que un gallo tirando de una paja por un hilo semejaba tirar de una gruesa viga por medio de grandes cables”.
Como podemos ver, ambos relatos se reducen a constatar un hecho -ciertamente sorprendente- sin entrar en otro tipo de consideraciones ni recabar la presencia de otros personajes -como la mujer asturiana con la carga de hierba o el militar cántabro- que arrojen otro punto de vista sobre lo que realmente se está mostrando a los espectadores.
Si nos aventuramos a explorar el campo de la tradición oral más allá de nuestras fronteras, podemos comprobar que la mujer con la carga de hierba -que inadvertidamente lleva una culebra en su interior- hace su aparición en diversas regiones de Francia —Languedoc, Bretaña, Normandía— y de Suiza —cantones del Valais, Vaud y Tesino—; mientras que en otras tradiciones como la alemana, la irlandesa o la escocesa también aparece una muchacha (o un hombre) con una carga de hierba, pero lo que lleva en su interior no es una serpiente, sino un trébol de cuatro hojas. Así nos lo cuenta el gran escritor escocés Sir Walter Scott en su compilación de “Poemas de la frontera escocesa” (1802), refiriéndose a una tradición oral preexistente que él mismo confiesa haber tomado por cierta: “Recuerdo haber escuchado (ciertamente hace mucho tiempo, porque en ese momento creía en la leyenda) que un gitano ejerció su encantamiento sobre varias personas en Haddington, a quienes mostró un gallo común arrastrando lo que parecía a los espectadores un tronco de roble. Un anciano pasó con un carro de hierba, se detuvo y sacó un trébol de cuatro hojas. Los ojos de los espectadores se abrieron y el tronco de roble pasó a ser un junco”.
Catalogado con el número 987 en la clasificación de tipos del cuento folclórico internacional “The Types of International Folktales” (2004), bajo el título de “El mago fingido descubierto por la muchacha lista”, podemos observar que no se recoge en este catálogo internacional ninguna versión española. Tampoco aparece reflejada la existencia de este cuentecillo en el “Catálogo tipológico del cuento folclórico español” (2003) ni en el “Catálogo de cuentos folclóricos portugueses” (2006).
En consecuencia, podemos afirmar que las versiones asturianas que dan pie a este artículo, procedentes de Santa Gadía (Bimenes), Armá (L.lena), Felguera (Riosa), Vil.lamarcel y La Rebollá (Quirós), L.lavadoira (Tinéu), Trescastru (Cangas del Narcea) y Pousadoiro (Santalla d’Ozcos), son las primeras que se documentan en el ámbito de la Península Ibérica para un cuento-tipo que se extiende por las tradiciones orales de Finlandia, Dinamarca, Estonia, Holanda, Alemania, Irlanda, Reino Unido, Francia, Suiza, Italia, Austria y Hungría. De ahí que este puñado de versiones asturianas pueda considerarse, justamente, como un verdadero “tesoro” de nuestro patrimonio cultural inmaterial.

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