MARCHENA EN EL LABERINTO BIFURCADO
Varias veces me he referido a los caminos laberínticos que
se bifurcan. Todo lo que sucede cotidianamente tiene reflejo en la
interpretación de los sueños, Freud dixit,
en el pasado, fiel a inmóvil quietud, y en la mejor literatura. Ya conté, en
las oportunas convocatorias de Tribuna Ciudadana y el Consejo Asturiano del Movimiento
Europeo, mi opinión, sin duda discutible, sobre el dilema en que se terminó
encontrando el magistrado Marchena al frente de su Sala Suprema, seis otros personajes
en busca de autor desembocando en el mejor Teatro del Absurdo. Como soy testigo
de nuestro tiempo, que conoce, e incluso tiene afecto, a algunos involucrados,
he seguido más o menos de cerca lo que se llama el procés, ese despropósito en que se han metido demócratas catalanes
sin darse más salida que esas algaradas callejeras que duelen el alma herida de
la democracia española, que, por cierto, a una diputada, que no habrá conocido
como yo a Blas de Otero, Celaya, Jaime Gil, Zambrano, Maldonado, Goytisolo,
Alfonso C. Comín, Tarradellas, Ochoa, Margarita Salas, Paco Grande,…, ¡le importa un comino!.
Tras haber sido extremadamente ejemplares en la impecable garantista
llevanza del juicio oral, los magistrados, probablemente exhaustos, ante tanta
desfiguración de la pesadísima vista, en la que solo brilló, a mi modo de ver,
el abogado Melero, defensor de Forn, que era uno de los juzgados que peor lo
tenía, la Sala se encontró con la proclamación oficial de Oriol Junqueras como
eurodiputado y el planteamiento consiguiente de una cuestión consultiva al
Tribunal europeo. Es ahí donde, terminada la vista oral, el Supremo pierde su
hasta entonces impecable coherencia, no permite insólitamente jurar a Oriol,
cuyo acatamiento constitucional ya se había producido en trámite congresual y
ya había sido eurodiputado, y, considerando que su situación carcelaria es mera
cuestión de pieza separada sin afectar al fondo, no paraliza las actuaciones
hasta el más alto pronunciamiento comunitario, e incluso, ante el nuevo
requerimiento luxemburgués, insiste en el incidente y aún luego, en la
sentencia definitiva, deja abierta, o sin efecto, la pena de inhabilitación. El
resultado de esta reiterada torpeza, o inconsecuencias, dicho con todos los
respetos, es contribución esencial, a mi modesto y sincero modo de ver, al
galimatías en el que estamos y del que no supieron iluminarnos Marchena y los
otros seis personajes, de número casualmente pirandeliano, que más que en el dramaturgo
italiano bien merece, en el momento límite, dilema de Ionesco y su Teatro del Absurdo.
3 comentarios:
muy interesante.soy menos optimista que los ponentes.saludos
Lo he vuelto a leerMe gusta más.N
EXCELENTE,antonio.A
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