“Aquí estoy para vivir mientras el alma me
suene, y aquí estoy para morir, cuando la hora me llegue”
MIGUEL HERNÁNDEZ.
MIGUEL HERNÁNDEZ.
Uno de los más afamados cuentos
de Tolstoi, se refiere a un hombre, ávido de tierra, que tiene la oportunidad
de hacerse con todo lo que abarque su mirada, incluso más lejos que el
horizonte si lo puede recorrer a pie, lo que en mi caso hogaño, con mi pata chula, no sería fácil. El personaje ruso
lo intenta todo pero al final se muere y por caridad le entierran en dos
metros, la única tierra que será, en definitiva, suya.
Tolstoi vivió a finales del
diecinueve, y aún a principio del veinte, en un tiempo en que los féretros no
se aparcaban en nichos escalonados y menos aún se incineraban. La medida decimal
del cuento ha sido la de mi cultura, que no tanto la del territorio celta en el
que abracé amores para la eternidad. En el Occidente todavía quedan rastros
ancestrales de que los guerreros permanecen en el campo de batalla para que las
aves se los lleven al cielo poco a poco. La leyenda céltica me gusta más que la
del Juicio Final del Valle de Josafat, que me decepcionó cuando vi ese espacio en
Palestina, donde habría demasiados empujones y aplastamientos para que la Humanidad
de tantos siglos entrase completa.
Entre el nuevo giro cultural de
la incineración y la impronta de mi amor, que, en cualquier caso, sería difícil
de cumplir hoy con las normas humanitarias bélicas, y aún las higiénicas,
pienso que no me van a quedar ni el par de metros del gran Tolstoi.
Lo admito dejando a mis
descendientes y a mi amor si me sobreviviese, la obligación, tramitados los
permisos, de enterrarme junto a mi padre en el Cementerio de El Salvador. Justo
al lado casualmente están restos y busto de don Fausto Agosti, arboricida de EL
CARBAYÓN, que durante unos meses ocupó la Alcaldía, que, pasados los años y los
regímenes, ejerceríamos mi progenitor y yo.
No lo he medido ni lo voy a hacer
pero creo que en esos dos metros tolstoyanos, junto a mi padre y mi tío
bisabuelo, nos quedaremos flanqueándonos a nosotros mismos, tres antiguos
alcaldes. Enfrente, amplia calle por medio, también están mis queridos abuelos
maternos, incluso la inolvidable tía Lelé, a cuyo último paso bajo tierra dedicó
Aida un verso entrañable.
Como a diferencia de los que han
de ser mis compañeros de tumba he sido Alcalde más tiempo y que, sietemesín, me adelanté seis semanas y
quiero seguir viviendo otro tanto en la cola de la vida con esta columna
sabatina, los míos quedan autorizados a tardar en cavar mi desaparición en
cenizas de la superficie.
¡Que hagan lo que quieran, pues
no voy a quejarme! Me pueden faltar a mí, pero, por favor, no a Tolstoi que
tiene demasiada miga significante.
1 comentario:
Querido tío:
Estas disquisiciones, en realidad, nos conciernen a todos en tanto en cuanto no completemos la fórmula que nos va a permitir repararnos eternamente.
Está al caer. Literalmente. Existen indicios muy claros. Especulan algunos que Londres al parecer está a punto de anunciarlo. Argumentan que el no compartirla, ni tener que someterla a la legislación europea es la razón oculta que justifica el Brexit. Sin embargo, mucho me presta adelantarte, en primicia, que la manzana propiciatoria del avance va a ser asturiana.
Es cuestión de pocos años... quizas de meses el completar la fórmula. Tan sólo quienes rondan hoy los cien años y no escriben a diario, están en riesgo, por muy poco de no alcanzar este elixir.
En tu caso yo no tengo ninguna duda de que, no sólo te llegará y beneficiará, si no que, además, serás con tu ejemplar contribución piedra angular de este nuevo hito científico.
Y es que con cada nuevo "articuento", no sólo te acercas literariamente a Tolstoi y a Chejov, a esas atmósferas del silencio cotidiano dónde parece que nada pasa y en realidad pasa todo... además nos acercas y nos permites acariciar e ir saboreando a través de tus palabras esa deliciosa eternidad terrenal a cuya mesa estamos llamados.
Felicitarte porque estás en una línea investigadora de éxitos indiscutibles... la de la creación. Que como bien sabes es la única capaz de hacernos inmortales por dos vías.
Pd: Encarga que, en esos dos metros que con buen criterio te reservas, planten un manzano que acompañe a quienes te precedieron y que, de paso, sonroje al alcalde arboricida.
Un fuerte abrazo.
Joises.
marzo 05, 2020
antonio dijo...
Muy bueno antonio! Tu humor ante todo🥰CRIS
marzo 05, 2020
antonio dijo...
Me gustó mucho. Pero no tengas prisa. Que se te quiere mucho por aquí . Me apunto lo del cuento de Tolstoi. No lo conocía . Por cierto, estoy enganchado a Leonardo Sciascia. Acabé “El caso Moro”. Espectacular. Ahora estoy con “La desaparición de Mejorana”. Impresionante. Vaya escritorazo...
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