viernes, 17 de abril de 2020

INESPERADO LUIS SEPÚLVEDA


No soy a creerme la desaparición de Lucho. Ha muy poco que, confundido por mi parte, les había felicitado a su mujer y a él creyendo que habían superado el criminal virus. Y en una próxima sabatina evoco su lucha contra enfermedad e incendios de la Amazonía.

No era asturiano de nacimiento pero ejercía más que muchos, de suyo optó por nuestra tierra cuando el Chile que le había expulsado le reabrió su puerta. No sé si Juan Benito, Emilio Alarcos, Mediavilla, Guelbenzu, Caballero Bonald o Manolo Arce, que habían pertenecido al jurado del Premio Tigre Juan, me adelantó que acababan de descubrir a un grandísimo escritor que curiosamente se llamaba como un seudónimo de Martín Santos y que “Un viejo que leía novelas de amor” superaba el “Tiempo de Silencio” del gran escritor donostiarra. Luego Covadonga Bertrand me invitó a conocerle en el antiguo Palacete Miñor, hoy FUNDACIÓN GUSTAVO BUENO. Leí de corrido la novela que, prologada por Juan Benito, editó Silverio Cañada, antes de la exitosa distribución de Tusquets. Estuvimos luego, invitados por don Emilio Olávarri, en la inauguración del Museo catedralicio de la Iglesia y fui sorprendido encontrándome la edición francesa en una gran mesa central de la parisina librería Les Halles. Esa salida, fulgurante en Francia, y luego en Alemania, me dio pie para lamentar en El País, incluso advertir personalmente a Jesús de Polanco, que la crítica nacional todavía no se enteraba pero días después Vargas Llosa me dijo que sí valoraba muy alto a SEPÚLVEDA.

Luis me emocionó, en lo personal, presentando mi CON VISTAS AL NARANCO a instancias de la editora Marta Magadán, cuando el primer encargado, el gran escritor vasco Iñaki Uriarte, también premio TIGRE JUAN, no llegó de su Bilbao. A cambio debía hacerlo con un libro suyo, junto a Pedro de Silva y, creo, su gran amigo Miguel Barrero, en el antiguo Jovellanos

No solo Alarcos, Juan, Arce, Pedro, Media, Pepe Caballero, Munárriz, Barrero y Vargas Llosa hablaban maravillas de la obra de LUCHO sino que Ángel González, hoy sin voz para el pésame, estimaba toda la poesía contenida en esa prosa. Por cierto, una tarde madrileña de aguacero como pronosticaba César Vallejo, Luis cargó arrinquín con Ángel y su paraguas. Hoy el recuerdo, casi plástico, de aquel atribulado paseo madrileño finisecular me deja el alma dolorida, con el inesperado acceso de Lucho junto a Ángel, Alarcos, Juan, Arce, Olávarri…

3 comentarios:

antonio dijo...

Puede que en lugar de Miguel Barrero fuera Miguel Rojo

Anónimo dijo...

DE LOS MEJORES ARTÍCULOS QUE TE HE LEÍDO.J

Anónimo dijo...

te ha quedadop un articulo preciso y precioso
Jl