miércoles, 6 de mayo de 2020

ALBERTO POLLEDO EN LNE

El ocaso de una era

El nuevo mundo tras la pandemia

06.05.2020 | 00:54
Una gran parte de mis artículos surgieron en el ensimismamiento de los paseos. Los argumentos y el texto se ensamblaban a golpe de trancos y todo era más sencillo a la hora de su redacción. Hablo en pasado porque tras un largo encierro y una tímida apertura de una hora diaria para caminar por los alrededores del domicilio, los trayectos prometedores, de momento, han pasado a la historia.
¿Me pregunto si acaso será el confinamiento sufrido la razón para que el pensamiento colectivo se encuentre bloqueado? Pienso que no. Quizás se deba, más que nada, porque vamos de cabeza al precipicio sin fondo de lo inaudito, a un universo edificado con dudas y sombras. Desdichada combinación para el conjunto de la humanidad.
El individuo, por naturaleza, prefiere enfrentarse a situaciones concretas por muy peligrosas que estas resulten; más que nada porque asomarse al enigma de lo desconocido le causa terror. Pandemia y futuro halagüeño son dos campos antagónicos, dos líneas paralelas que corren a la par de dos acontecimientos inmediatos: sanidad y economía. De ninguno de ellos conoceremos el desenlace hasta que no se produzca.
Ya me gustaría ser discípulo de Zaratustra, Elías o Merlín para profetizar lo que ocurrirá "el día después", cuando el coronavirus se retire a los cuarteles de invierno (si es que lo hace), dejando en herencia un mundo caótico con millones de enfermos, fallecidos y parados. Todo ello a causa de la globalización. Lo siento, aquí es donde me asalta la gran incógnita. A la par de aclarar quién fue primero si el huevo o la gallina, en la actualidad el gran interrogante se cierne sobre la globalización ¿anterior a?, posterior a?, causante directa del covid-19?
Es evidente que nos encontramos ante un cambio de era y no es de extrañar. Sabemos que el ser humano tiene sobresaliente capacidad de adaptación, tanta que no imaginamos cómo reaccionará su conjunto tras este largo periodo de restricciones, aún más agudizado si sumamos el que te rondaré morena y la obligada desaparición de un estilo de vida que se fue al garete. ¿Sobrevivirá la sociedad de consumo? ¿Seguiremos hacinándonos en las ciudades? ¿Proseguirá el abandono del campo o retornaremos a él?
Es notorio que todos estos pensamientos no implican ningún sentimiento dramático, ya que, para bien o para mal, ni tan siquiera sospechamos en qué puerto atracarán. Por supuesto que nos encontramos en la nube de las conjeturas, si bien todos los indicadores avanzan en la misma dirección. Por una parte, la inexorable muerte de la civilización tal como la concebimos y practicamos hasta ahora. Por la otra, está cantado, el cambio generacional con la aportación individual y colectiva, más la exigencia -llegará por su propio pie- de que el ser humano se repiense y adapte a los tiempos venideros.
Lo ideal es imaginar una sociedad que abandone el culto y la adoración a los dioses de barro. Por ello hemos de luchar, para conseguir que el ritmo de nuestras vidas conlleve hacia un mundo sostenible en el que las agresiones al medio ambiente se conviertan en historias del pasado.
Perdonen por penetrar en el relámpago de los sueños. ¡Qué poco cuesta asomarse a ellos! Llegará el día en el que las cuestiones primordiales de hoy se conviertan en anécdotas del pretérito. Sin ir más lejos, dejar de amargarse la vida por conseguir una gran casa, un coche de alta gama, viajar a los confines del mundo, cambiar de traje todos los días, pisar a los colegas para conseguir un ascenso?
Nuestras mentes evolucionarán hacia un estado de bienaventuranza en el que los valores primordiales sean solidaridad y convivencia. Además, hemos de autoconvencernos que la felicidad se encuentra en el polo opuesto del capitalismo, que la encontraremos en la ausencia de ambición. Hay un dicho que jamás me cansaré de repetir "lo pequeño es hermoso"; nunca se pasó de moda y en él está parte de nuestra dicha. Admirar una flor o un roble, un paisaje agreste o el mar bravío, un abrazo, un roce y un beso, libros y música, conversar alrededor de unas copas de vino, la familia y tantos más, son placeres de dioses al alcance de todos.
O mucho me confundo o la llamada clase media no saldrá indemne de este insólito parón mundial. Los ricos cada día lo serán más, ya que la mayoría iremos a parar al pozo sin fondo de la pobreza.
Por puro optimismo retorno al ensoñamiento y vislumbro que el pueblo toma el poder y las riendas en busca de un mundo feliz. Así me gusta pronosticarlo porque se ha de convertir en el mayor tesoro de la nueva era. Sin duda, será el renacer del caos.
Y ahora la pregunta del millón ¿llegarán a convertirse en realidad todos estos deseos o, por el contrario, el principio del fin? ¿Quién lo sabe?

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