Como soy afrancesado irredento de los que los reaccionarios
quisieron hacer desaparecer a la entrada
del Campo San Francisco y conmovieron a José Uría y Luis Fernández, nuestros
grandes pintores, me impresionó el recóndito erotismo de LE GÉNOU DE CLAIRE de
Eric Rohmer.
La rodilla pasa por
articulación que los cirujanos observan con máximas cautelas. Tuve la suerte de
topar en su día con el providencial, Tomás Moreno, (“Tombrown”), que enderezó dolores sin meterme al siempre incierto quirófano.
En los días que llegué de
chaval a Inglaterra, el tenista Robert K. Wilson, Bobby, se enfrentaba a nuestro
Manolo Santana en eliminatoria de cuartos de final de Wimbledon. Wilson, que
era ídolo de los aficionados locales, se lesionó la rodilla izquierda mientras
subía a media cancha tras su saque, aprovechando el errático bote en hierba y
el resto amarrón. Al ver la inminente
caída, Santana saltó la red llegando antes de que el veterano británico se
desplomara, con lo que cautivó el favor del caprichoso público londinense que pasó
de inmediato a apoyar al castizo español durante todo el Campeonato.
Ahora, antes de su viaje a
Oviedo, la complicación de una fatal lesión de fémur ha terminado con el genial
Ennio Morricone, que hubiera enriquecido la banda sonora que faltaba en el
filosófico e intimista Rohmer y una presencia que echaremos de menos en el
Teatro Campoamor.
1 comentario:
FUE MÉDICO DE LA FEDERACIÓN DE JUDO EN MI TIEMPO.L
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