sábado, 26 de septiembre de 2020

Tregua por COVID


 

Mi gran amigo Ángel Alda, medio madrileño, ribadense en su otra mitad, ha presentado, en GRÁFICAS SANTIAGO, Diario de un confinado en Olavide. (Ediciones Decordel).

Me arrebata el movimiento milenarista, TREGUA DE DIOS, que Ángel rescata. Las pandemias han sido varias, pero no tanto la voluntad de tregua. Los orientales filosofan sobre sucedidos desconocidos por estos lares; Coubertin insistía en la tregua olímpica y Jaurès, con calle en todas las ciudades francesas, falleció víctima del intento. Cuando despedimos a Manolo DÍAZ, en la iglesia de Chaillot, donde se bautizó el singular ovetense Valero de Urría, el ministro centrista Borloo aseguró, que el convencido posbélico escogió para morirse el aniversario del armisticio.

Tolstoi y Unamuno describen guerras, napoleónicas o carlistas, buscando PAZ del adagio latino. Jünger, no menos admirado, se apasiona, a sensu contrario, por la Guerra misma.

En ocasiones que el Parlamento Europeo me mandató a Madrid, me asusté, pese mi veteranía política, constatando cómo sus señorías se despedazaban inmisericordes. Ya la almeriense Mabel Salinas me había advertido que es buen diputado español el ingenioso que se enfrenta, cuando en UE se busca consenso.

Aplaudo a Alda desde mi envés del río/ría.


martes, 15 de septiembre de 2020

¡A mí, Sabino, que los arrollo!

 


Imagen: El Comercio


El futbol, deporte rey, granó con primer punterazo a meta vacía en Río Tinto. En Vetusta había sido cosa krausista con el Sporting de Oviedo y sus gentlemen posando en calzón corto, cuclillas, atildados mostachos, pasivos brazos cruzados... La segunda edición de La Regenta corrige errata empleando sport, generalista anglicismo. El balompié destinado pronto a masas, que tardaron en asimilar reglas difíciles de arbitrar, alcanzó cénit en frase legionaria,” ¡A mí Sabino, que los arrollo!

En Asturias, el Sabino por excelencia, pertenecía a exquisitez de la milicia, LA INTERVENCIÓN, que disgustaba a José Larraz, el mejor ministro del régimen, partidario hasta el harakiri de la CAJA ÚNICA DEL ESTADO. Luego, el general carbayón pasó a CASA REAL. No era silente en absoluto pero se fue sin estampar Memorias“lo que interesa no debo escribirlo…”. Es uno de los ovetenses más preclaros que me fue dado conocer, incluso diría de todos los tiempos, en cuya ancha nómina figuran, entre otros, Feijoo, Casal, Uría, Ayala, Canella, los Alas, los Adolfos clarinianos, Luis Fernández, los tres Buylla Godino,  Velasquita Giráldez, Paco Tuero, Jove, Puri Tomás, Bousoño, Sara Suárez, Paulino Vicente, Silvio ItálicoValero de Urría, Alonso Quintanilla, Alfredo Martínez y descendientes, Luisón San Miguel, Juan CUETO, Teodomiro Menéndez, Ángel González, Ignacio Quintana, Alarcos, Luis Arce, Dolores Medio, Tolivar, Gamoneda, Emilio Vigil, Miaja, Benito, Víctor Botas…sean o no de mis amplias temporalidad o ideología. No le hace justicia el busto de un buen artista, fuera de escala, esquina a Toreno, donde vivió. Queda mejor perpetuado en CALLE FERNÁNDEZ CAMPO al norte de la ciudad, en que conviven modernidades del riojano Sánchez del Río y otros vanguardismos con elegancias del Medioevo.

Fui solo uno en oírle, entre muchos. Ha dejado familia, ponderada y culta, pero no debo callar su desazón con cuestiones que le costarían el puesto. No me refiero al cualificado testimonio del 23-F y el famoso aforismo “ni está ni se le espera” contra íntimo compañero del arma artillera; la Historia completará relato tal Javier Cercas, en otro tercio del ruedo ibérico, ennobleciendo la Literatura. Pocos escritores han decidido aún digerir acontecimientos sistematizando periodismo, primer borrador de la Historia, Preston dixit.

Sabino estaba muy preocupado por unos papeles regios, escapados a estricto control, y que un embajador de España había visto circular en Golfo Pérsico. La respuesta de Palacio le intranquilizaría más,” Los llevó PRADO y COLÓN de CARVAJAL”. Probablemente colmó la proverbial paciencia sabiniana que esos mismos días le sugiriesen invitar a Javier de la Rosa en El BODEGÓN, restaurante entonces de Plácido Arango, de lo que el ovetense dedujo que se le utilizaba ante otros comensales.

Sé poco más, pero me consta que le preocupaban relaciones que hoy alarman a todos y que la corrupción le producía “asco”; a veces usaba el bien expresivo “asquito”, diminutivo a modo de despectivo superlativo. No arrolló, su carácter y servicio al Estado eran de otras coordenadas, ante las que me descubro.

Es punterazo al aire, pues la meta está guardada, o debería, por la exitosa Constitución.